No, no he corrido yo. Aún no lo he hecho y me temo que tardaré muchos años en planteármelo. Y eso si alguna vez llega el momento… El objetivo cumplido del que hablo no es el mío. Se trata del deseo de acabar la carrera de una persona cuyos apellidos forman parte de la historia del atletismo vasco. Se llama José Ramón Irizar Zubillaga, hermano de la mejor corredora de fondo que Euskadi ha tenido: María Luisa Irizar (entre otras cosas, ha ganado en siete ocasiones la Behobia y aún mantiene el Récord de Euskadi de Maratón). Pero en esta ocasión, ella no ha sido la protagonista; el personaje principal, el héroe, ha sido el hermano pequeño. Hace un año no podía ni correr, y ahora acaba la Behobia y con ganas de repetir.
Mi estreno en la Behobia llegó a modo de reportaje en la edición impresa de El Diario Vasco, en el suplemento publicado con motivo de la carrera. Y como me llamó la atención la historia que tuve el placer de escuchar y posteriormente redactar, no puedo dejar de contar el final. A José Ramón, el personaje principal del reportaje, tengo el placer de verle muchos días en Anoeta entrenando con un excompañero de equipo y al mismo tiempo ‘rival’ de 400, Alberto Menéndez. Casualidades de la vida, meses atrás, supe que la hermana de José Ramón era una leyenda viva del atletismo. Y casualidades de la vida (vuelvo a insistir), hace unas semanas, supe (gracias a Alberto) que “José Ramón no podía prácticamente ni andar hace apenas un año”, cuando decidió comenzar a entrenar con el grupo RUN SS que dirige Alberto.
Fue una gran experiencia poder escuchar al mismo tiempo a la voz de la experiencia (María Luisa) y a la tímida voz del debutante (José Ramón). Compartí con ellos unas palabras hace ya una semana, días previos a la disputa de la Behobia. Ella estaba feliz por ver a su hermano retomar el camino que ella dejó hace ya más de diez años.
Pero voy con el desenlace. Evidentemente, el objetivo de José Ramón Irizar no era, ni mucho menos, alcanzar la victoria. Ni siquiera hacer un tiempo cercano al del vencedor Pedro Nimo. Tampoco contaba con acercarse a los tiempos por los que su hermana solía andar. Su propósito, su único deseo, era el de llevar hasta la meta el testigo que su hermana le cedió. Solo quería cruzar la línea de llegada (aunque es cierto que dejaba caer que quería bajar de la hora y cuarenta minutos). Pues bien, a pesar del fuerte viento que soplaba, lo logró y con creces. No solo alcanzó la meta, sino que, además, en 1:34:10 horas, algo impensable hace unos meses cuando el lumbago no le permitía ni moverse. Ese fue el momento en el que decidió que tenía que cambiar algo. ¡Y fijaos cómo le ha dado la vuelta a la tortilla!
A pesar de llegar a 30 minutos del ganador, a pesar de ser el número 6.624 en cruzar la meta, este andoaindarra de 45 años es, después de correr la Behobia-San Sebastián por primera vez, el hombre más feliz del mundo. Además, minutos después de la llegada, se atrevía, convencido y “súper orgulloso”, a aventurar que el año que viene repetirá: “¡Repito, repito!”
Ahora, paso a citar unas palabras que su entrenador me ha enviado:
“El año pasado, José Ramón intentó dar una vuelta corriendo a la pista de 400 metros de Anoeta. Las pulsaciones se le subieron al 100% de su frecuencia cardíaca (184ppm) a los 250 metros y no consiguió llegar a los 300 metros de la vuelta a la pista. Hoy, en cambio, ha corrido a unas 140-150 pulsaciones durante 20 kilómetros y ha llegado en 1:34:10. SIMPLEMENTE INCREIBLE.
Como anécdota, José Ramón llevaba una ‘hojilla’ del ritmo por km que tenía que llevar. Se la había preparado antes de la carrera. Lo ha seguido a rajatabla y el resultado es el crono que ha marcado. José Ramón ha seguido de cabo a rabo los ritmos y ha terminado en el tiempo previsto de antemano. Digno de un atleta experimentado que lo quiere hacer bien”.
La carrera le esperará en el año de sus bodas de oro. ¿Le acompañará su hermana?
Por otra parte, quisiera dejar en este blog un apunte, un consejo, que ayer mismo hacía sobre la Behobia Txiki. El Mini Estadio de Anoeta fue el escenario en el que, ya no cientos, sino miles de niños corrieron unos metros. 2.500 dorsales que se agotaron en 40 minutos. Las gradas estaban a rebosar (incluso la pista verde de alrededor del tartán estaba abarrotada de padres viendo a sus hijos). El atletismo, sin lugar a dudas, es un deporte que engancha. Está claro que no todos los que corren la Behobia (o la Behobia Txiki) son atletas. Sería como llamar a todo el que ocasionalmente juega a fútbol futbolista. Pero voy al grano. Lo que quiero decir es que el atletismo, el running, las carreras para niños… no se acaban el día de la Behobia. Todos, y en especial los niños, pueden seguir practicando atletismo el resto del año. ¿Cómo? Mediante las escuelas de atletismo que hay en prácticamente todas las localidades guipuzcoanas. Carreras, competiciones… hay todo el año. Es una gran opción para aprender cuáles son los valores del deporte y para evitar posibles problemas de salud. Ahí lo dejo.