Tenía pendiente este post desde hace tiempo, pero es ahora cuando las palabras salen solas. Es el momento perfecto para hablar de una persona que ejemplifica por sí solo todo lo que un atleta debe ser.
Hablo de Iñigo Uribarren. Y no escribo sobre una persona que no conozca. En este caso, lo hago sobre un buen amigo, un ejemplo de perseverancia, que ayer vio en Bilbao cómo el deporte a veces también es justo.
Con un salto de 15,81 metros, primero, y otro de 15,84, después, el canguro de Arrasate recibió un premio que merecía desde hace mucho tiempo. No fue una medalla; fue su segunda mínima internacional, la primera que obtendrá recompensa. El atleta de la Real Sociedad mejoró su marca y se ganó el billete para el Campeonato de Europa sub23 que este año se disputará en Tallín (Estonia). El año pasado, Uribarren cumplió y también superó la barrera que parecía que le iba a llevar a su primera presencia con la selección, pero la fortuna quiso que una de las mejores hornadas de triplistas españoles de todos los tiempos se cruzará en su camino, ‘arrebatándole’ la oportunidad de formar parte de la expedición que viajó a Francia.
Pero eso no se va a repetir este año…
Cuando lo fácil es difícil, o viceversa
Lo fácil a veces se complica, y otras veces es al contrario. Con Iñigo Uribarren se cumplen las dos. Él hace fácil el saltar. Hace que parezca sencillo calzarse unas zapatillas de clavos y volar dando brincos hasta caer sobre la arena; pero, al mismo tiempo, ha complicado lo que parecía fácil, y era saltar 15,80 metros, es decir, lo que se pide para acudir a Estonia. Y lo ha hecho difícil porque se sabía de sobra que lo valía, pero ha tardado más de la cuenta. Ahora, con la mochila que carga a sus espaldas ya vacía, solo es cuestión de tiempo verle aterrizar más allá de los 16 metros.
La semana pasada en Zaragoza, el concurso de triple fue el más tenso para los y las atletas de la Real y Atlético. Todos querían empujar al arrasatearra para que saltara esos pocos centímetros que le faltaban; ayer, en Bilbao, se notaba que todo el mundo quería que lo lograra. Y lo hizo. Y miró a la grada como siempre hace después de cada salto, aunque esta vez abrió los brazos… Y respiró tranquilo. Y en la tribuna principal la gente se alegró. Porque el premio a la constancia suele acabar llegando, porque esos entrenamientos en solitario en San Sebastián han dado sus frutos…
Miro atrás y recuerdo un podio de un Campeonato de Gipuzkoa escolar con Jon Sansinea en lo más alto, Uribarren en el segundo escalón y yo en tercera posición. Era un 500, en Tolosa; no un concurso de saltos. Probablemente ese fue nuestro primer momento juntos. El primero de muchos. Barcelona, con el Campeonato de España a una semana… No sigo porque la lista es amplia. El de ayer, sin duda, fue el premio a la constancia. Y es un placer poder contar que al fin (hoy mismo comentábamos que mejor siendo sub23 que juvenil) serás un canguro internacional.