No es fácil llegar a un gran estadio como el ExCel para ver un deporte del que realmente no tienes ni idea. Pues bien, eso es lo que me pasó a mí con el judo. A última hora me ofrecieron una entrada para presenciar varios combates de este complicado deporte, entre los que se encontraban dos finales: femenina de menos de 78 kilos y masculina de menos de 100 kg.
“Aprovecha los Juegos Olímpicos y vete a cualquier deporte al que puedas. Todos son un espectáculo durante los Juegos.” Eso fue lo que Xabier Leibar me había comentado apenas dos meses antes. ¡Y menos mal que le hice caso! Acepté la entrada pese a desconocer las normas del judo. De hecho, lo poco que sabía lo había aprendido una semana antes viendo al vasco Sugoi Uriarte cayendo derrotado en el combate por el tercer puesto de su categoría (-66kg): ippon, tatami y poco más. Y sinceramente, me había parecido un deporte un tanto subjetivo, quizás porque eso de que sean los tres árbitros los que decidan quién es el ganador en caso de empate no me gustó en exceso.
Me costó llegar al ExCel (más adelante escribiré otro artículo mostrando el ExCel por dentro y cómo es todo alrededor). La verdad es que muy bien comunicado no está. Y cuando por fin lo encontré, me percate de que se trataba de un gran edificio moderno con diversas salas enormes en las que se disputaban varios de de los deportes olímpicos: tenis de mesa, boxeo, taekwondo… y como no, el judo. Las medidas de seguridad para entrar eran como las de un aeropuerto, incluyendo la norma de no poder acceder con agua (eso sí, ya en el interior cuentan con varias tiendas y fuentes en las que poder rellenar las botellas que antes de acceder te obligan a vaciar).
Una vez dentro del recinto, más medidas de seguridad y un ruido enorme que provenía de dentro de una de las salas, la del judo precisamente. ¡Sí, llegaba con el tiempo justo! Entré y se me pusieron los pelos de punta literalmente. Mediante la megafonía estaban anunciando la presencia en el estadio del primer ministro británico David Cameron. Fue ahí cuando comprendí el porqué de tanto jaleo. Nunca había visto hasta entonces tanto aplauso seguido de un graderío repleto de gente (digo “hasta entonces porque lo de Wimbledon y el Estadio Olímpico fue insuperable). ¡Era impresionante! Pero la cosa fue a más. Hallé mi asiento, situado junto a un grupo de franceses y japoneses, pero sobre todo, británicos.
Me senté, aunque de inmediato me tuve que levantar pues todo el mundo se puso de pie: una de las favoritas, la inglesa Gemma Gibbons se preparaba para disputa la semifinal, combate que ganó sin complicaciones para más tarde permitirme disfrutar de su final, la final de un estadio que vibraba con cada movimiento suyo. Sin duda, lo mejor que te puede pasar cuando desconoces tantas cosa acerca de un deporte es que una jugadora local llegué tan lejos en un torneo. ¡El ambiente era ensordecedor! Viví lo que son realmente unos Juegos Olímpicos, ese evento en el que deportes claramente minoritarios como el judo se convierten en una fiesta, y los deportistas son los reyes por un día. Y si no me creéis, con ver el vídeo creo que os bastará para hacerlo.
Desde luego, estas son las mejores cosas de unos Juegos Olímpicos, la razón de que continúen siendo el mayor evento del mundo.