Yo también tengo en casa un Oscar de plástico ‘a la más alucinante’. Pero no recuerdo haberlo utilizado demasiado para interpretar delante del espejo. Yo era más sencilla, más de los Goya. Y hubo un momento en que muté de sencilla a ‘rarita’ y solía pasarme los minutos de publicidad de las galas de los Premios Ondas dando las gracias a mi familia y a mi equipo (“porque un pedacito de esto también es vuestro, chicos”). Nada de Pe y Ja. Lo que yo quería era ser Gemma Nierga.
Pero lo de los Oscars siempre me ha gustado. No porque los considere garantes de brillantez, ni mucho menos (todos entendemos que es una estrategia de marketing más de la industria de Hollywood). Pero me divierte mucho la porra -que hace años disfrutaba más porque me había encargado de ver previamente las nominadas a la mejor película-. Es bonito cuando el Oscar es para la película que más te ha gustado; te sientes orgullosa de ellos cuando suben a recoger el premio, casi como si fueran amigos tuyos (aunque cuando los que suben son los productores parecen más primos lejanos; siempre me ha parecido más complicado conectar con ellos). Y cuando la ganadora es la que menos te gusta, tienes el derecho de agarrarte un berrinche momentáneo. “No hay derecho, estaba pactado. Claro, se lo debían por el que no le dieron con la película del año tal…”
A ello se une la puesta en escena. Ver subir al escenario a los actores y actrices más populares del mundo, muchos de los cuales te han hecho reir, llorar, vivir historias mágicas… emociona. Y salen ahí, tan simpáticos, tan bien vestidos, haciendo esas bromas guionizadas con tanta soltura (son actores), y no puedes evitar quedarte pegada a la tele y mirarlos con una sonrisa embobada. En mi caso, hasta que sale Nicolas Cage, que me da repelús.
¿Y qué me decís de la alfombra roja? Esa que en los años dorados de Hollywood era tan mágica y que ahora parece una parodia de sí misma. Ahí llegan las pobres actrices, temblando como cachorrillos asustadoss, para colocarse ante el pelotón de fusilamiento. ¿Y qué más da si consiguen el Oscar a la mejor actriz de reparto? O si han tenido un año plagado de éxitos de taquilla. Lo que de verdad temen estas mujeres es estar en la lista de las peor vestidas de la gala (por no mencionar el delicado tema de los ‘Aarrghs’). Pero no nos llevemos las manos a la cabeza. Es parte del espectáculo, y una parte importante del negocio (o de varios negocios). Y no me entendáis mal. Es un tema interesante el de las actrices, la presión estética y la perspectiva feminista. Pero lo dejaremos para otro momento, menos superficial.
Ahora que vivo en California, lo de ver la alfombra roja a las cuatro de la tarde tiene su gracia. No para los invitados, porque colocarse la pestaña a esas horas tan tempranas no puede ser fácil. Pero para mí ha sido un gustazo. Hemos tratado de buscar fiestas estupendas en las que poder seguir la ceremonia sacándonos fotos con Oscars de pega, pero parece que los norteamericanos cool no se dedican a ver estas cosas. Así que, como todos los europeos que conozco por aquí, nos hemos juntado en una casa para verla con amigos y tomar unas cervezas. Siempre había visto la ceremonia a ratos, durmiendo un poco en los premios que menos me interesaban (sí, maleducada) y poniendo el despertador para los de mayor renombre. Así que, vista de pe a pa, no os sorprenderá que la gala me haya parecido algo tediosa -aunque tengo que reconocer que ha ido ganando ritmo hacia la mitad (¿quizá por las cervezas?)-. Pero el presentador y creador de mi querida serie ‘Padre de Familia’, Seth MacFarlane -con unos dientes demasiado blancos para ser reales- ha empezado flojo (Billy Crystal, cuánto te he echado de menos); y esa raruna actuación de Adele interpretando el tema principal de Skyfall… puf. Eso sí, también ha habido momentos emotivos -cómo no, son los Oscars- como el Memories que se ha marcado Barbara Streisand -todos coreando en el salón- o cualquier nanosegundo en el que Hugh Jackman ha estado en pantalla.
Pero para qué voy a negarlo. Mi mayor motivación para aguantar habéis sido vosotros. Mi condición de periodista ‘del método’ me obliga a quedarme hasta el final para contaros todo lo que he visto con estos ojitos (el resto ya lo podréis ver en el Plus esta noche). Puede haber sido algo decepcionante, y os comprendo. Por eso, pensad que si durante estos meses vais haciendo donaciones en mi favor, el año que viene podré escribir una crónica en condiciones desde el mismo Los Ángeles. Eso sí, desde la barrera y con un Oscar de plástico en la mano. Pero en realidad, ¿eso importa?