Desde que me mudé a California, hace ya unos cuantos meses, he venido notando algunos ‘efectos secundarios’. Tengo muchos dolores de cabeza, cosa que (afortunadamente) antes no solía ocurrirme. También me siento más débil, necesito dormir más y a pesar de que hago ejercicio practicamente a diario, parece que mi peso tiende a subir. Empecé a mosquearme cuando relacioné las jaquecas y el malestar con el pan de molde, las galletas del desayuno y la leche de soja de mi café latte diario. ¿Sería el azúcar añadido? Así que empecé a leer sobre mis síntomas en internet (nunca hagáis esto en casa, niños) y descubrí al culpable de mis males americanos: el jarabe de maíz de alta fructosa, al que a partir de ahora llamaré JMAF.
Resulta que el JMAF es un edulcorante creado a partir del almidón o fécula de maíz, mediante un complejo proceso de reacciones enzimáticas que convierten la fécula en azúcares simples. El resultado es un líquido que no se parece a ningún endulzante natural y que no cuenta con la fibra y el resto de nutrientes que podemos encontrar en las fuentes naturales de azúcar, como la fruta. Y está por TODAS partes. En el ketchup, las sodas, en muchos productos de panadería, en todo tipo de salsas, en la mayoría de los cereales, en las bebidas de frutas, alimentos procesados y jarabes para la tos, por comentar algunos. ¿Y por qué? Por supuesto, porque es más barato.
Investigadores de la Universidad de Princeton realizaron un estudio para ver los efectos de la ingesta de JMAF. En el laboratorio, descubrieron que las ratas que lo tomaban aumentaban su peso mucho más que las que tomaban azúcar, auque su ingesta calórica fuera la misma. En lineas generales, lo que encontraron fue un aumento anormal de peso, aumento significativo de triglicéridos e incremento de grasa corporal, especialmente en la zona abdominal. Pues empezamos bien. Pero aun hay más: una reciente investigación de la Universidad del Sur de California y la Universidad de Oxford (Reino Unido) asegura que las grandes cantidades de jarabe de maíz de alta fructosa que se encuentran en muchos alimentos en todo el mundo pueden ser una explicación del aumento de la epidemia global de diabetes tipo 2.De los 42 países estudiados, Estados Unidos tiene el mayor consumo per cápita de JMAF a razón de 25 kilogramos anuales per cápita (!), seguido por Hungría (16 kilogramos), Canadá, Eslovaquia, Bulgaria, Bélgica, Argentina, Corea, Japón y México. El estudio alerta de que los países que lo usan tienen una prevalencia un 20% más alta de desarrollar diabetes tipo 2.
Estaba ya bastante asustada, pero supongo por esto de dedicarme al periodismo, quería saber más. Así que busqué un documental del que había oído hablar: ‘King Corn’. Dos amigos, recién graduados en la universidad, e igual o más asustados que yo por todo el jarabe de maíz que se habían metido entre pecho y espalda durante veintintantos años en USA, decidieron trasladarse de Boston a Iowa para producir su propio maíz y saber de primera mano qué es lo que comemos aquí. Y resultó que el maíz que plantaron no se podia comer. Igual que no lo puede comer la mayoría de los granjeros, que ya no cultivan la tierra para abastecerse de sus propios productos: aproximadamente un 30% de lo que producen será exportado o se convertirá en etanol; algo menos servirá como endulzante de alimentos y la gran mayoría se utilizará para alimentar a los animales que más tarde se convertirán en la carne que comemos. Y al ganado tampoco le sienta demasiado bien comer ese maíz sin procesar, porque puede producir acidosis, así que se mezcla con antibióticos para combatir la enfermedad. Así, lo que se produce es un animal obeso, con mucha más grasa saturada que la que tendría uno que hubiese sido alimentado con hierba.
Así que la comida favorita de los norteamericanos, es puro maíz procesado. La carne de la hamburguesa se hace a partir de vacas que lo han consumido, las patatas que la acompañan están fritas con aceite que lleva JMAF y la bebida gaseosa con la que lo riegan todo está compuesta principalmente por este ‘venenoso’ jarabe. Porque, ya lo he dicho alguna vez, lo de las bebidas aquí no tiene nombre. La gente no hace más que consumir zumos, imposibles tazones de café con vainilla, con moca, con crema, todo tipo de sodas de tamaño XXL… y los toman como si fueran agua, sin percatarse de que su valor calórico puede ser similar al de un plato de pasta, sólo que sin ningún valor nutricional. Y si encima nos dicen que todo lleva JMAF… En los últimos años, la producción de maíz ha subido mucho en Estados Unidos y su precio en el mercado ha descendido de forma notable. El documental tiene ya unos cuantos años y parece que las cosas van a peor. Y una vez más este país me hace sentir indefensa: todos los médicos tan preocupados por los tres cigarros que me fumo y resulta que nadie me había dicho que las tostadas del desayuno son puro veneno.