Cualquiera que haya visitado Estados Unidos sabe que aquí la propina tiene un significado diferente al que nosotros le damos. Aun recuerdo cuando, siendo niña, estaba en Nueva York con mis padres y, al salir del primer bar, un camarero nos persiguió por toda la calle porque no le habíamos dejado ‘tip’ (propina). Lo que entonces no sabía era que existe todo un reglamento no escrito al respecto. Y si no lo cumples a rajatabla, te arriesgas como poco a que te escupan en la jarra de cerveza.
El primer nivel es bastante simple: cuando vas a consumir a un bar, TIENES que dejar una propina de entre el 12 y el 20% del precio, porque los camareros ganan sueldos muy bajos y prácticamente viven de las propinas. Y yo me pregunto: ¿no es esa una responsabilidad del dueño del negocio? ¿O del Estado? Podemos pensar en ello mientras seguimos con los siguientes niveles. Dependiendo del tipo de establecimiento, o de dónde estés sentado, las reglas de la propina son diferentes:
– En la mesa de un bar, con camarero/a que te lleva la consumición: entre el 12 y el 20%.
– En esa misma mesa, si eres habitual: depende de ti, pero puede llegar hasta el 50%. Para que, como cliente habitual, te traten bien (¿?).
– En la barra de un bar: normalmente, uno o dos dólares por cada consumición.
– En una cafetería o similar (los reconoceréis porque tienen un bote de cristal al lado de la caja donde dice ‘tips’): en este caso no es obligatoria la propina, pero se suelen dejar las monedas del cambio dentro del bote.
Bien. Si hay alguien a quien este reglamento le parezca razonable, por favor, que me escriba un comentario. Agradecería entender la ecuación. ¿Por qué no es obligatoria la propina en las cafeterías? ¿Acaso los empleados ganan más que los de los bares de copas? ¿O es que es más fácil poner un café que servir una caña?
Por mucho que lo haya intentado, el sistema no me entra en la cabeza. Me dicen que en realidad estoy pagando por el mero servicio, no por un buen servicio (tengo escalofríos cada vez que pienso en lo que me obligarían a hacer si el servicio fuera excelente. Suerte que nunca pasa).
Hay estrategias para hacerte dejar más propina, pero personalmente considero que deberían probar con algo más sofisticado. Por ahora, se centran en lo que yo denomino ‘amable acoso’ (¿qué tal todo? ¿está todo bien? ¿sigue todo bien? ¿quieres otra? ¿sigues bien? ¿todo bien? ¿bien? ¿BIEN?), y las notitas en la cuenta. Las camareras suelen dibujar caritas sonrientes debajo del importe, y los camareros no pasan del manido Thank you (con exclamación), por si las moscas. Y habrá quien diga: “Bueno, pues yo dejo lo que me salga del…” Pero no es tan fácil. Porque el ‘amable acoso’ se transforma entonces en un ‘acoso agresivo’. Muy agresivo. El encargado de un bar en San Francisco llegó a decirme que no era digna de entrar en su local, que lo estaba insultando y que con mi consumición lo único que había conseguido era perder dinero. Y todo esto gritando como un energúmeno. Y hace poco, en Santa Mónica, tras una cena pésima y después de que el camarero nos trajera una cuenta equivocada de más del doble de lo que habíamos consumido, nos tuvo media hora debatiendo sobre lo divino y lo humano para llegar a la conclusión de que, si el servicio te ha parecido una auténtica basura, basta con que dejes solo un 10% de más.
Lo curioso es que me he preocupado por preguntar a algunos camareros, y la mayoría de ellos son muy razonables y no creen que las propinas deban ser algo obligatorio. ¿Entonces? ¿A qué viene este acoso y derribo? Y lo que más me indigna es la excusa de que en Europa se cobra mucho trabajando en hostelería y por eso no necesitan propinas. Pero por favor. Estoy segura de que algunos de los camareros que me han echado sal en el vino ganan más al mes de lo que yo he ganado en muchos momentos de mi vida. Y si no es así, ¿no se trata de enfrentarse a quien tiene la responsabilidad y puede cambiar las cosas? Que yo sepa, el hecho de considerar que tienes un sueldo indigno no implica forzar a los clientes a compensarlo. Si haces bien tu trabajo de cara al público, te lo compensaré. Y si no, pagaré lo que marca mi cuenta, porque deduzco que en ella entra parte de tu sueldo. Y si me equivoco y resulta que te están explotando, habrá que buscar una forma de resolver esa situación.
Por el momento, y digan lo que digan, yo sigo pensando, como me confirma la Real Academia de la Lengua, que una propina es un “agasajo que sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción se da por algún servicio”. Esto no son propinas. Esto es un impuesto.