Hoy se conmemora el 50 aniversario de la Marcha sobre Washington, en la que el Dr. Martin Luther King Jr. pronunció un inspirador discurso que hizo historia. El Ayuntamiento de Palo Alto ha tenido la buena idea de celebrarlo proyectando el estupendo documental Soundtrack for a Revolution en pantallas gigantes al aire libre. Hay veces en que da gusto vivir en esa ciudad. Pero yo también quiero rendir mi modesto y particular homenaje a todas esas personas que se levantaron y lucharon pacíficamente por lo derechos civiles en este país, algunos de los cuales estoy segura de que están compartiendo conmigo las gradas durante la proyección del documental. No tengo el placer de conocer a todos esos héroes y heroínas anónimas, pero sí puedo aportar algo sobre una de sus figuras más visibles: el señor Harry Belafonte. Hace unos cuantos meses -antes de que este blog formara parte de Diariovasco.com-, escribí sobre el cantante. Y también sobre lo inspiradoras que son esas personas especiales que, como él, como Martin Luther King y como muchos otros, tienen “un sueño”. Hoy quiero compartirlo con vosotros.
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Un hombre negro sale a la piscina del hotel en el que está hospedado. Debido al color de su piel, tiene el acceso prohibido a dicha instalación. Camina con paso lento y seguro hasta el trampolín, se sube en él y se queda ahí, sonriendo orgulloso, mientras la gente va saliendo de la piscina de forma apresurada. Unos segundos después, un salto perfecto. Y de pronto, cámaras de fotos y personas que quieren sacarse una instantánea con él, niños y niñas que se tiran a la piscina para tenerle cerca. Son los años 50 y ese hombre es Harry Belafonte.
Conocido principalmente por su ‘sonido Calypso’, Belafonte era en sus comienzos un estudiante de teatro y cantante al uso, principalmente de jazz. Pero pronto vio que necesitaba algo más, volvió a buscar sus raíces jamaicanas y empezó a cantar canciones tradicionales de su pueblo, canciones de la tierra. Era un hombre imponente, con una sonrisa que podía desarmar a cualquiera. Y unos ojos llenos de vida y de ilusión. ¿Quién podría no derretirse ante el señor Belafonte? Pero a Harry nunca le bastó con el éxito. Puede decirse que convivió -y convive- con él, pero siempre, y digo siempre, con la cabeza y el alma puestas en la justicia social.
Estuve con la boca abierta durante las más de dos horas que duraba el documental Sing Your Song sobre la vida de este hombre, y aun hoy no doy crédito a cómo ha podido estar en los lugares y momentos en los que algo estaba pasando en los últimos 60 años. Fue un luchador acérrimo por los derechos de la población afroamericana en los Estados Unidos; tanto, que se convirtió en íntimo amigo amigo y principal colaborador de Martin Luther King. Pero cuando las cosas empezaron a encauzarse, dirigió su mirada también hacia África, hacia los orígenes, para darle voz, visibilidad y presencia a ese continente gracias a la difusión de su música tradicional. Centró sus esfuerzos en Sudáfrica en los últimos tiempos del Apartheid, y se involucró tanto que fue el encargado de presentar a Nelson Mandela en Estados Unidos tras su liberación.
Activista en contra de la guerra de Vietnam -y décadas más tarde en contra de la de Irak-, señalado en su tiempo como comunista, Harry Belafonte fue el artífice de innumerables acciones que han marcado la historia, como el proyecto We are the world, que grabaron juntos en 1985 numerosos artistas (Michael Jackson, Ray charles, Diana Ross, Bob Dylan, Bruce Springsteen,…) bajo el nombre de USA for Africa (United Support of Artists for Africa). Belafonte ha pasado de los 80 años, pero sigue sin poder parar quieto. Por lo que dice el documental, en los últimos tiempos está centrando su activismo en las generaciones más jóvenes, especialmente en aquellos que viven en los barrios marginales. Y ahí anda el hombre, intentando sacar a los chavales de las bandas, con su gorra echada hacia atrás y rapeando con ellos.
Efectivamente, hay gente así. Y son estas personas las que te hacen creer en la humanidad cuando todo parece una basura. Dice Belafonte que él se levanta cada mañana pensando en qué puede hacer para conseguir más justicia en el mundo. Pero no todo es bonito. Algunos de sus hijos -ahora adultos- arrastran el dolor por ese padre ausente que se debatía entre dedicar su tiempo a las causas más justas o a su propia familia. Es una verdadera inspiración para el mundo, un hombre que no se casa con nadie, un hombre que no se vende, que lucha con uñas y dientes por aquello en lo que cree, y que transmite la misma pasión hoy en día que cuando era un hermoso jovencito de veintitantos.
¿Pero no sería mejor si esa inspiración nos durara más de lo que dura una película? ¿No podríamos salir del cine y plantearnos seriamente lo que nos importa en la vida? ¿Lo que queremos hacer? ¿Lo que debemos hacer? Estas personas tan maravillosas y tan especiales no están ahí sólo para que las aplaudamos, sino para que sigamos su ejemplo. Eso sí, sin tonterías, sin ínfulas, sin ese tono de anuncio de refrescos. Simplemente, haciendo las cosas de corazón. Cuantos más seamos, más fácil será.