Y aprendí mucho de aquella experiencia. La cuantía de la beca ya entonces resultaba insuficiente para costearse la estancia, pero era una ayuda importante. Y para muchos, la excusa perfecta para hacer las maletas y marcharse a descubrir la vida en algún otro punto de la geografía europea. La semana pasada no daba crédito a la desvergüenza del ministro Arias Cañete en una entrevista en televisión, en la que hablaba del tema de la emigración forzada de tantas y tantas personas preparadas. Tema que me toca muy de cerca. Decía Cañete que no debíamos quejarnos por la obligación de dejar nuestro país y buscarnos la vida en el extranjero debido a la situación actual -no sólo la económica, también la política y la social-. Que era una experiencia muy positiva y que podríamos aprender inglés, algo muy importante para nuestro futuro profesional. No me cabe en la cabeza semejante preocupación por el nivel de idiomas de la población cuando tenemos un presidente del Estado que hasta que ocupó el cargo no tenía ni pajolera idea de inglés. Y tampoco el anterior. Ni el anterior a ese. Cañete se atrevió también a decir que él mismo tuvo que mudarse en su día a Madrid, algo que había prometido que nunca haría a no ser que lo nombraran Ministro. Y mira, tate. El emigrante.
Y lo que hoy no puedo quitarme de la cabeza es que, los mismos que se llenan la boca hablando de la ‘movilidad exterior’ de investigadores, enfermeras, ingenieros y demás profesionales, sean los que torpedean las ilusiones de quienes sí quieren marcharse por un tiempo determinado, para conocer otras culturas y otras lenguas -y para divertirse, por supuesto- y volver después con enriquecedoras experiencias que compartir. Sigo creyendo que no es solo vergüenza lo que les falta. Creo que lo que hace que el señor Wert tome este tipo de decisiones responde más bien a una falta de interés. No les importa el futuro de los jóvenes, igual que no les importa el presente de los que ya empezamos a no serlo tanto y no sabemos cuándo podremos volver. Si les importara lo más mínimo, invertirían en educación para poder tener, en un futuro, jóvenes preparados que ayudaran al país a sacar la cabeza. Si les importara, se darían cuenta de que dependemos de esas nuevas generaciones a las que tratan con tanto desdén, como si sus derechos fueran algo superfluo. Pero no creo que les importe un pito. Porque si les importara un poco, y si tuvieran un poco de vergüenza, ya se habrían puesto a estudiar inglés.