Stanford. 12 del mediodía. Merodeo por los alrededores del edificio principal cuando recibo una llamada: “Parece que puedes entrar a la recepción. No nos están pidiendo identificación”. Corro veloz y ligera cual gacela, mientras mi café en vaso de cartón salpica las aceras de esta prestigiosa universidad. No se trata de una recepción cualquiera. Después […]