Gracias a esto de las nuevas teconologías, ayer pude ver íntegra la entrevista a El Gran Wyoming en el programa La Sexta Noche. Siempre lo he admirado como profesional y también como persona, desde aquellos tiempos en los que se ponía la mano entre las piernas para cantar Tramperos de Connecticut, con su fiel Reverendo. Lo que entonces no sabía era que llegaría un momento en el que sus palabras supondrían para mí una inspiración, en un tiempo en el que parece que decir cosas razonables y sensatas es salirse del programa.
Lo que Wyoming advertía que podría llegar a ser España de no darse un cambio radical en la forma en la que se está ¿gestionando? el país, es efectivamente algo que conozco y que me aterroriza: es Freedonia, el país liderado por Groucho Marx en Sopa de Ganso (1933) que, aunque es una crítica mordaz a los regímenes autoritarios que había en la época, recuerda sospechosamente a los Estados Unidos de América.
Cuando digo que este no es mi lugar, hay quien no me entiende. Y me dicen que me acostumbraré, que ellos también pensaron que no se quedarían para siempre, que a todo se hace uno, que tiene sus cosas buenas,… Y digo que no me entienden porque precisamente lo que yo no quiero es acostumbrarme. No quiero aceptar las desigualdades, las faltas de respeto, la pérdida de dignidad… propias de este sistema, como si se tratara de algo normal. Me niego a asumir, por ejemplo, que tengas que pagar más de 3.000 dólares en urgencias por el simple diagnóstico de una infección de orina. Me niego a asumir que, en menos de un mes, hayan tenido que morir cuatro personas de frío durmiendo en las calles de la Bahía para que las autoridades se hayan percatado de que existe un problema. No me gusta que, si voy fumando un cigarrilo por la calle, haya quien, al cruzarse conmigo, me increpe o se cubra la nariz y la boca con horror.
Es la paradoja de esta especie de Freedonia: donde empieza tu libertad acaba la mía. ¿Pero quién marca esa línea? ¿Y cómo se puede vivir con una línea imaginaria que nos divide, que nos hace enemigos, dignos o indignos, pobres o ricos, ganadores o perdedores? Desde que llegué a este país, me siento aun más orgullosa de lo solidaria que es nuestra sociedad (y hablo de la gente, no de las instituciones). Esa es nuestra baza. Como apuntaba Wyoming en la entrevista, somos compañeros. Y si queremos que las cosas funcionen, tenemos que preocuparnos los unos por los otros. Así de sencillo. Lo curioso de todo esto es que tenga que ser un comunicador, o un cómico -con todo el respeto que le tengo al oficio- quien tenga que poner los puntos sobre las ies, mientras aquellos que dicen representarnos siguen escondidos detrás de una tele de plasma.