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Ane Arruabarrena

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La asombrosa historia de Nellie Bly

Imagina que, un domingo cualquiera, abres el periódico como de costumbre y lees un artículo que te indigna profundamente. Te enfadas tanto que decides escribir al periódico para ponerle los puntos sobre las íes al autor, esperando que por lo menos se digne a leerlo. Imagina que el editor, impresionado con tu texto, te invita a visitar el periódico y te propone escribir un artículo. Imagina que tu artículo es tan rematadamente bueno que te ofrecen un puesto fijo en la redacción.

 

Ahora piensa que estos hechos ocurrieron en el año 1885, que el periódico en cuestión era el Pittsburgh Dispatch, que el articulo ofensivo del periódico llevaba por titulo “What girls are good for” (“Para lo que sirven las chicas”), y que quien escribió la incendiaria respuesta fue Elizabeth Jane Cochran, una joven de Pensilvania que no pudo terminar sus estudios porque su madre no podía hacer frente a los gastos familiares. El editor le dijo que tendría que firmar sus artículos como Nellie Bly (título de una canción muy popular en aquellos años). Y así nació la leyenda. O mejor dicho, así habría nacido si Nellie hubiera sido un hombre y la hubiésemos estudiado en las clases de historia en el colegio.

 

Recordemos que estamos en 1885. Los editores de los periódicos consideran que las mujeres tienen que escribir sobre moda, jardinería, sociedad y buenos modales. ¿Pero cómo podrían esperar eso de una joven a la que habían contratado por su valiente carta en contra de la idea de que las mujeres que trabajaban fuera del hogar eran algo así como monstruos de cuatro cabezas? A Nelly le interesaban las historias de las trabajadoras pobres de Pittsburgh, las enormes dificultades que afrontaban las mujeres en los procesos de divorcio (que conocía de primera mano por la experiencia de su madre, que había sufrido un horrible divorcio después de años de malos tratos por parte de su segundo marido). Y sus artículos tenían mucho éxito entre los lectores, pero las empresas de las que hablaba en sus artículos sobre explotación laboral −que eran, por supuesto, las mismas empresas que ponían su publicidad en el periódico− no opinaban lo mismo. Así que trasladaron a Nellie Bly a escribir en la sección de jardinería. Escribió solo un articulo antes de presentar su dimisión, acompañado de una nota que decía: “Me voy a Nueva York. Estad atentos a mí. Bly”

 

Pero la gran manzana no fue tan fácil como ella había pensado. Después de varios meses tratando de encontrar un puesto en alguno de los medios de la ciudad, desesperada y sin dinero, Nellie aceptó un complicado encargo del periódico de Joseph Pulitzer, The New York World: tenía que internarse en un conocido psiquiátrico de la ciudad y pretender que era una paciente para contar su experiencia de primera mano. Lo que se llama periodismo encubierto, vamos. Consiguió permanecer en el centro durante 10 días antes de ser descubierta; material suficiente para escribir dos artículos contando las atrocidades que allí se cometían. Su relato impresionó tanto a la sociedad que los políticos se vieron obligados a hacer reformas en el sistema de los centros para mejorar el trato a los pacientes. Nellie Bly se convirtió en una periodista de renombre, conocida y admirada por su pluma comprometida y siempre en favor de los más desfavorecidos.

 

Recuerda que seguimos en el siglo XIX. Concretamente, en 1889. Por ponernos más en contexto, quedan todavía unos cuantos años para que las mujeres tengan derecho al voto en todo Estados Unidos. Y dices: bueno, esta mujer ya lo ha hecho todo, es una pionera, es lo más de lo más… Y va y se propone superar a Phileas Fogg, el protagonista de “La vuelta al mundo en 80 días”, y se va sola a recorrer el ídem, en barco, en tren, incluso en burro. Cuando pasa por Francia, conoce a Julio Verne y es el propio autor de la novela quien la anima a batir el record de Mr. Fogg. Y lo consigue. En 72 días, seis horas y 11 minutos.

 

Después de su hazaña, Nellie siguió escribiendo durante un tiempo, hasta que tuvo que dejarlo al morir su hermano para cuidar de su cuñada. También se casó con un conocido empresario y, cunado él falleció, ella ocupó su lugar al frente de la empresa, que años después caería en bancarrota… Digamos que Nelly hizo tantas cosas que merece muchas más páginas de lo que da de si este blog. Pero lo que importa es que murió escribiendo. Que fue una pionera en el periodismo de investigación. Que luchó por los derechos civiles y por la igualdad de las mujeres en un momento en el que aquello parecía impensable (todavía lo parece de vez en cuando). Y, sobre todo, demostró que las palabras son un arma implacable cuando se saben utilizar. Es importante escribir para explicar el mundo, al menos para explicar nuestro mundo y desdecir a quienes hablan por nosotros sin saber cómo somos o lo que necesitamos. Si Nellie lo consiguió en 1885, qué no podremos hacer nosotros.

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Historias, ideas, curiosidades y reflexiones de una donostiarra en la Bahía de San Francisco

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