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Ane Arruabarrena

Ladelponcho Verde´s… Daily Tales

Los colores de la música

Estoy sentada en la mesa del bar. En ella, habituales del local, conocidos e incluso ‘amigos’ de copas, y también una nueva incorporación, que se sienta y empieza a hablar. Hablamos de música. Les pregunto si hay locales por aquí en los que escuchar algo de jazz. Algo clásico, un cuarteto. No es lo que más se lleva en San Francisco, y menos en la Bahía. ¿Y a dónde tengo que ir para escucharlo? Después de pensarlo un rato… “Nueva York”. Todos asienten.

Seguimos hablando de música, de conciertos que nos han hecho vibrar, de instrumentos, de canciones olvidadas,…Si hay algo que me apasiona en este país es que puedo hablar con casi cualquier persona sobre la música que me gusta. Al fin y al cabo, es también su música tradicional. Imaginaos vivir en una zona en la que Pearl Jam, Soundgarden o Queens of the Stone Age sean los grupos locales que empiezan tocando en garitos de amigos. O CCR en Fiestas de Semana Grande. ¿Lou Reed en una verbena de pueblo? Y en las bodas, en lugar de Paquito el Chocolatero, el Sweet Child of Mine de los Guns’n Roses… ¿Ella Fitzgerald? ¡Es de mi barrio!

En fin, vamos a lo que vamos. Que la conversación quedó entre tres personas. Yo era una de ellas, pero me dediqué a escuchar y preguntar de vez en cuando. B. es el líder de la manada en este bar. Es blanco y originario de Texas. L. es alguien nuevo para mí. Afroamericano, y nacido en el mismo estado unos quince años después de B. Hablan sobre la epifanía musical de cada uno. B. dice que, después de pasar años escuchando y tocando punk-rock en su adolescencia, vio la luz cuando escuchó por primera vez el disco ‘Kind of Blue’ de Miles Davis. Le comento que conozco a varias personas que me han dicho lo mismo en diversos países. Definitivamente, tiene algo de especial que atrapa a casi cualquiera que lo escucha, y lo transporta a un lugar nuevo. Parece, de alguna forma, una especie de lugar común; nunca vas a fallar si lo mencionas en la lista de tus favoritos. Pero B. se crió en un barrio de población mayoritariamente afroamericana y latina. Y gracias ellos, también se asomó a la música negra (“la que escandalizaba a mis amigos, la de antes de que todos aplaudiéramos a James Brown”) y a los narco corridos. “Vivía con ellos. Me interesaba conocer su música para entenderlos mejor”.

En el caso de L., sin embargo, no fue nadie dentro del mundo del jazz quien le hizo (re)plantearse el sentido de la música –y de la vida-Él creció escuchando hip-hop, igual que el resto de sus amigos del barrio. Música negra. Y empezó a tocar el piano, y decidió tocar únicamente música clásica, porque era el estilo musical que más alejado sentía de su cotidianidad, y precisamente eso era lo que lo hacía especial. Cuando tocaba, estaba en otro mundo. Aun así, seguía siendo fiel al hip-hop. Hasta que llegó su primera epifanía: la música electrónica. “La primera vez que escuché algo así, sentí que el mundo era distinto a como yo lo había conocido hasta ese momento. Me adentré en una nueva dimensión”. Y ya nunca ha salido de ahí. Pero vivió otra transformación, ya en los años 2000. ¿Qué pasó? “El grunge”. ¿Pero nunca habías escuchado grunge en los 90? “Sólo en parques de atracciones y cosas por el estilo. Y no le había prestado ninguna atención. Desde luego, nunca en el barrio”. ¿Por qué era música de blancos? –me atrevo a sugerir-. “Es interesante, podría ser. Pero creo que simplemente no pensaba que pudiera encontrar algo con lo que sentirme identificado en sus letras. Hasta que escuché a un grupo grunge de Texas, que hablaba sobre nosotros, sobre lo que pasaba en nuestras ciudades. Y ahí sí, todo cambió. ¿Y sabes qué es lo gracioso? Que ahora ya no soy capaz de escuchar hip-hop. Porque esas letras que hablan de dinero, de coches de lujo, de armas, … no tienen nada que ver conmigo. Ya no creo en eso”.

 B. trabaja hace más de una década como crítico en una revista musical, y L. hace sus pinitos como DJ de electrónica. Y ambos han llegado hasta aquí no por modas ni por colores, sino porque un día dejaron sus prejuicios a un lado para hacer de la música una vía hacia un nuevo mundo.

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Historias, ideas, curiosidades y reflexiones de una donostiarra en la Bahía de San Francisco

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