Acabo de volver de pasar unos días en el paraíso. Un paraíso a treinta grados y un 89% de humedad, pero paraíso al fin y al cabo. Tampoco vamos a ponernos estupendos. Y ha sido un tiempo idílico sobre todo gracias a la elección de la compañía. Porque no nos engañemos: en ella reside el fundamento para que un viaje sea perfecto o simplemente una perfecta tortura. ¿quién no ha soñado con unas vacaciones durante meses y en el momento de la verdad se ha encontrado con compañeros de viaje a los que ha querido tirar por la borda? De esos que no saben ir solos a ningún sitio (¿No quieres entrar a ver la iglesia? Entonces yo tampoco entro. ¿No tienes ganas de ir al baño? Entonces yo me aguanto). O los que quieres verlo TODO. O más bien, todo lo que indica la guía de turno (Hay una ruta a pie de cuatro horas por esta zona en la que tenemos que parar a sacar fotos en treinta y siete monumentos. Pero si lo hacemos a paso ligero todavía tendremos tiempo de entrar en el museo de telares antes de que cierren). Y, para mí, los peores, los que no soportan la ‘comida internacional’ (Yo no como nada que lleve curry. ¿Dónde está la Casa Vasca? Pues para mí, donde estén unas buenas alubias…).

Y aunque trates de ocultártelo a ti misma, siempre está la inquietud antes del viaje. Porque puedes compartirlo con gente a la que adoras en tu vida cotidiana, pero lidiar con los imprevistos, los problemas, las esperas, el calor…puede transformar a tu mejor amigo en un troll cabreado. Así que, cuando tienes la suerte de encontrar la mejor compañía, no puedes ser más feliz. Y ya no importa que se pinche la rueda del coche, que tengas que pasar horas esperando a una grúa de madrugada, que la comida haga estragos en tu sistema digestivo o que tu pelo parezca el del Rey León. Porque todo se lleva con humor, con compañerismo y con paciencia. Sólo así vuelves de un viaje con la sonrisa perpetua que me acompaña estos días, y da igual que hayas visitado una de las siete Maravillas de la Humanidad o que te hayas quedado en el pueblo de tus abuelos. Los viajes los construimos nosotros; sólo hay que saber escoger el mejor equipo.