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Ane Arruabarrena

Ladelponcho Verde´s… Daily Tales

El hombre que vino de Marte

Hay personajes que me pueden. Admito sin pudor que, en lo que a ellos respecta, no puedo ser objetiva. Me ciega su talento, me impone su figura, enmudezco ante su grandeza. Me topé de frente con uno de ellos cuando caminaba por las calles de una Chicago helada. Frente a mí, en la fachada del Museo de Arte Contemporáneo, ese ser fascinante que es David Bowie. ¡No podía ser! Una exposición dedicada íntegramente a su figura, a su carrera, que venía de Londres y se había inaugurado solo unos pocos días antes. Si encima hubiese sido gratuita me hubiera replanteado mi relación con Dios, pero bueno, pagué los ¡25 dólares! con gusto.

Me emocioné ya antes de entrar (siempre me emociono cuando voy sola a los museos). Me colocaron unos cascos y me dijeron que no tenía que apretar ningún botón, que todo estaba listo para funcionar. Y así fue. Nada más entrar a la primera sala empezó a sonar Space Oddity a todo trapo en mis auriculares (en realidad, el volumen sí se podía regular. Pero a mí me gusta la música más bien altísima). Y de golpe, ya estaba con el Major Tom en su viaje al espacio. Y luego con Ziggy Stardust, Aladdin Sane,… Cada vez que me giraba y miraba otras fotos o una nueva pantalla, la música que estaba escuchando en mis auriculares cambiaba para adaptarse a ese nuevo momento musical en la carrera de Bowie. Una experiencia mágica y un gran acierto de los comisarios de la exposición, que no te hacen sentir solo espectador sino también partícipe de la evolución del ‘personaje’.

Es curioso ver sus canciones escritas a mano, esos puntos de las íes que él dibuja como una pelota. Y los trajes… no es algo que me importe demasiado. Porque lo importante no es lo estrambótico de los trajes, sino el proceso creativo para llegar a esas ideas a través del estudio de múltiples disciplinas. Hace algunos años ví en el festival de cine documental musical Dock of the Bay de Donosti un documental[1] sobre Lou Reed, Iggy Pop y Bowie, en el que este último no salía muy bien parado. Parecía más bien alguien que se había aprovechado del talento y la transgresión de otros para conseguir su único sueño: ser una estrella. Pero como ya he dicho al principio, hay personajes con los que no puedo, ni quiero, ser objetiva, yo me quedo con el Bowie rompedor, no solo en la música sino en el arte en general. Porque para él lo importante era hacer arte en tres dimensiones. No se trataba de coger una guitarra y cantar una buena canción (que también), sino de llevarnos con él en un viaje transformador. Y lo conseguía. Pero no gracias a un talento innato. Lo que esta exposición me ha confirmado es que David Bowie es, sobre todo, un currante. Un hombre que trataba de aprender de arte, de literatura, de teatro, de moda, de todo con tal de poder crear esas historias que resultarían avanzadas a su tiempo. Por eso lo de transgresor. Quizá no un transgresor casual, pero no por ello un plagiador. Quizá un ser humano ‘corriente’ que ha trabajado duro para ser recordado como un ser excepcional llegado de otro planeta.

Life on Mars


 

 

(La exposición David Bowie is permanecerá en Chicago hasta enero de 2015 y llegará a París en marzo. Una motivación añadida para visitar la ciudad de la luz…)


[1] The Sacred Triangle (2010)

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Historias, ideas, curiosidades y reflexiones de una donostiarra en la Bahía de San Francisco

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