El Varsity Theatre se inauguró en 1927 en la avenida principal de downtonwn Palo Alto. En un principio fue una sala de conciertos, y más tarde un cine. Ya en 1987 lo reconvirtieron en un espacio para exposiciones, pero parece que la cosa no cuajó y tuvieron que cerrar sólo 6 años después. Vacío y con necesidad de reformas en el interior, como suele pasar en estos casos, en 1995 una cadena de librerías dcidió utilizar el local para una de sus tiendas. Pintado y arreglado, el Varsity volvió a abrir sus puertas, pero perdió en parte su identidad junto con su propósito inicial, algo que no gustó demasiado a los vecinos de la ciudad.
En verano de 2011, en plena época de crisis económica, la cadena de librerías se declaró en bancarrota y cerró 226 de sus tiendas en Estados Unidos, entre ellas la de Palo Alto. Desde entonces, el futuro del teatro es una incógnita. El dueño del local dijo entonces que su intención era renovar el interior de edificio y poner una estructura de cristal en el primer piso para que el patio fuera visible desde cualquier estancia. ¿Para qué? Para poner en alquiler oficinas en el piso de arriba y locales comerciales en la planta baja. Mientras, un grupo de vecinos -liderado por un promotor de conciertos de la zona- hacía campaña para que el Varsity volviera a abrir como sala de conciertos. Su iniciativa, conocida como ‘Save the Varsity’, no cuajó.
No se ha sabido nada más del tema desde octubre de 2011. Y hay quien se queja, y hay quien dice que así es como funciona Palo Alto y no hay que darle más vueltas. He leído muchos comentarios de vecinos que piensan que lo que el Ayuntamiento debería hacer es darle facilidades al propietario para que alquile el espacio para actividades culturales, como estaba concebido, en una ciudad que está perdiendo la (poca) vida cultural que tenía para convertirse en una mera ciudad-dormitorio para jóvenes emprendedores de Silicon Valley. Y también se habla mucho del dueño del Varsity, propietario a su vez de otras salas de cine y varios edificios más en Palo Alto, ciudad en la que, por cierto, no reside. Las ‘malas lenguas’ dicen que consigue todo lo que quiere del Ayuntamiento, a veces de forma intimidatoria. ¿Por qué será que este tipo de historias siempre nos suenan de algo?
Lo único que yo sé es que el Varsity sigue cerrado, pero su gran cartel se ilumina a veces cuando se pone el sol, como una especie de teatro fantasma. Los europeos que vivimos por aquí nos llevamos las manos a la cabeza al ver un lugar con tanto potencial cerrado a cal y canto. Una sala de conciertos con esa atmósfera retro, en una calle tan agradable y en un entorno tan pacífico como el de Palo Alto podría ser un éxito. Atraería a gente con intereses diversos y de diferentes estratos sociales -algo muy necesario por aquí-, daría dinero a la ciudad (y no sólo al propietario), y a mí personalmente me haría feliz. Pero esto es Palo Alto, qué le vamos a hacer. Parece que el dinero manda. Así que tendremos que conformarnos con un Kentucky Fried Chicken.