Hoy tenía la intención de asistir a una conferencia que trataba sobre si el cerebro de la mujer y el del hombre son distintos. Porque el tema me interesaba, pero también para contároslo. Pero me he perdido. Hacía tiempo que no me pasaba (desde que en San Francisco me equivoqué de autobús pero decidí no bajarme porque estaba muy cómoda en el asiento). Quizá demasiado tiempo, teniendo en cuenta mi cocktail explosivo: innata capacidad para la desorientación + exagerado arrojo y actitud ‘naive’ cuando vago sola por el mundo. Y eso que ahora, desde que vivo en Silicon Valley, he entrado de lleno en las nuevas teconologías y tengo mi iPhone para que me guíe por los caminos del Señor con el Google Maps. Sí, muy fácil. Pero no me negaréis que lo del puntito azul es más puñetero de lo que parece. ¿Me pasa sólo a mí o el punto de guía también va más lento que vosotros? A veces me paro, para esperarlo. Y es entonces cuando me pierdo.

Pero por ahí iba yo, toda digna por el campus, caminando en círculos y mirando la pantalla del teléfono como si estuviera viendo vídeos de gatos en Youtube. Porque ya sabéis que la gente en esta universidad es muy inteligente, y no quería que descubrieran que yo no estudio aquí. Media hora dando vueltas y sin encontrar el dichoso edificio. He mirado de nuevo la ruta y el teléfono me decía que estaba a dos minutos de mi destino. Bien. Sigo. He vuelto a mirar y estaba a cinco minutos de mi destino. Dios. Y todo esto sudando como un pollito, porque para hoy anunciaban lluvia. Y yo soy de Donosti. Si anuncian lluvia, me pongo la chamarra con capucha. Y brillaba el sol, 20 grados, estudiantes semidesnudos y en chancletas… Supongo que por eso me miraban. “Mira, por ahí vuelve la chica del abrigo. Mírala, ahí está otra vez”.

Teniendo en cuenta la charla a la que quería asistir, he aprovechado el ‘paseo’ para reflexionar. ¿Es verdad que nuestros cerebros son distintos? ¿Qué hay de cierto en eso de que las mujeres no sabemos leer los mapas? ¿El hecho de que mi sentido de la orientación falle de una manera atroz se debe a que tengo dos cromosomas X? No lo creo. Más bien diría que es fruto de mi personalidad. Y -no nos engañemos- de las pocas ganas que le pongo. Porque tengo que admitir que me encanta perderme. Siempre encuentras algo inesperado en el camino, siempre es más divertido. Por favor, no me juzguéis, soy un espíritu libre, soy de letras. Y los de letras no entendemos de líneas rectas, nos gusta más ir dando curvas.

Por si os puede la inquietud, os diré que al final he llegado a mi destino. 40 minutos más tarde, pero lo he conseguido. Y he podido ver el final de la charla y también el interesante debate posterior. Incluso me he comido el último sandwich. Misión cumplida. Así que, en la siguiente entrega, sí hablaré del cerebro y de si hay o no diferencias. Mientras tanto, si queréis, podéis ir pensando en la cantidad de veces que le echamos la culpa a la biología de nuestras pocas ganas de llegar al destino marcado.