En el siglo XIX, los científicos afirmaban que las mujeres nunca podríamos ir a la universidad porque nuestro cerebro es más pequeño que el de los hombres. Lo que no decían era que el cerebro del hombre tiene también unos ventrículos (cavidades) bastante más amplios que los nuestros. Y sobre todo que, al menos en este tema, es cierto que el tamaño no importa. Después de todos estos años, la biología sigue diciendo lo mismo. Lo que ha cambiado ha sido la sociología.
Después de mis problemas para encontrar el sitio, como ya os conté en un post anterior, hace unos días asistí a la conferencia de Daphna Joel, profesora de Psicología del Género en la Universidad de Tel Aviv. Una mujer con ideas aparentemente revolucionarias en esto del cerebro. Tanto, que después de muchos intentos para publicar su trabajo en diferentes revistas científicas de renombre, recibió una respuesta sorprendente: “Nunca nos había pasado antes, pero todos los revisores de nuestra revista se niegan a leer tu artículo”. ¿Y esto por qué? Porque, según ella, no puede hablarse de diferencias en el funcionamiento del cerebro del hombre y de la mujer. Nuestros cerebros son, simplemente, intersexuales. La idea de investigar sobre esta cuestión surgió por un artículo que leyó mientras preparaba uno de sus cursos en Israel. El estudio decía que, durante 15 minutos de estrés continuado, el cerebro puede pasar de femenino a masculino (es decir, que puede alterar las cualidades consideradas ‘femeninas’ para adoptar las que se identifican como ‘masculinas’). Porque nuestra ‘cabeza’ es una mezcla de diversas cualidades que van cambiando por momentos y a lo largo de la vida.
Su explicación me dejó bastante satisfecha, pero claro, siempre desde mi perspectiva de las ciencias sociales y mi interés y respeto por el pensamiento queer y los estudios sobre la intersexualidad. Pero poco puedo decir yo de biología, así que enseguida fui a comentarle mis impresiones al Científico, y a preguntarle qué piensa él. “Lo primero -me dijo- es que lo de relacionar el tamaño del cerebro con la capacidad no tiene ningún sentido. Porque, según esa teoría, un elefante, por ejemplo, que tiene el cerebro más grande que el de un hombre, tendría que ser más inteligente”. “Y sobre las diferentes cualidades del cerebro del hombre y de la mujer… creo que la única forma de saber si las diferencias son puramente biológicas o están condicionadas socialmente sería generar un ser humano, aislarlo de cualquier estímulo externo y ver cómo funciona su cerebro. Aunque en ese caso no sabríamos si su mente, aislada del mundo, se ha desarrollado de la forma habitual. Es un tema muy complejo”.
Y tanto. Aunque los editores de las revistas le dijeron a Joel que su investigación no era de interés general, revisando unos pocos periódicos he podido ver que incluso esta misma semana han aparecido diversos estudios que tratan de explicar las diferencias sociales, emocionales, personales,… mediante la biología. ¿Pero se trata sólo de eso? ¿Todo lo que siento, lo que digo, el modo en el que veo el mundo, es debido a que tengo un cerebro ‘de mujer’? La verdad, sería muy triste.
Por si queréis entender un poco más de qué va todo esto, y el por qué de que la profesora Joel sea una mujer tan ‘potencialmente peligrosa’ para la ciencia, aquí os dejo su conferencia. El debate está servido.