Tras un par de meses de juicio, los dos jóvenes de Steubenville (Ohio) han sido condenados por violación. No había seguido demasiado el caso, pero en los últimos días he podido acercarme un poco más al asunto y es ciertamente asqueroso. Os pongo en antecedentes: el verano pasado, en una fiesta de instituto, un par de chicos de 16 y 17 años violaron a una joven de 16 que se encontraba inconsciente. No sólo eso, sino que sacaron fotos de la agresión y se dedicaron, tanto ellos como otros testigos, a bromear al respecto en las redes sociales. El grupo de hackers Anonymous se encargó de sacar a la luz un video muy desagradable -que ha sido de gran ayuda en el juicio- en el que uno de los testigos de la agresión -en evidente estado de embriaguez- se rie de la víctima y de las vejaciones que ha sufrido.
Los dos principales responsables ingresarán en un centro de menores por un mínimo de un año, y uno de ellos tendrá que cumplir además doce meses de cárcel cuando sea mayor de edad por las fotos que publicó de la menor desnuda. Pero no ha sido fácil. Porque resulta que estos dos chavales son las estrellas del equipo de fútbol americano del instituto. Y no, no son sólo cosas de películas de adolescentes; por aquí, ser la estrella del equipo significa tener muchas ventajas, entre ellas la protección del entrenador, del centro docente e incluso, según se comenta, de la policía local.
En el juicio, al escuchar la sentencia, uno de los acusados lloraba como un niño. Dice que le han destrozado la vida. No es que no le importase el sufrimiento que le estaba infligiendo a esa chica en el momento de los hechos, o después. Es que ni siquiera era consciente de que ella era una persona. Y ahora llora. Porque él sí tiene derechos, y sentimientos, y dignidad. Ella no.
Y estos dos pagarán por lo que han hecho. ¿Pero qué pasa con el resto? ¿Qué pasa con todas esas personas que fueron tesigos de ese horror y no hicieron nada? ¿Y que pasa con los que, incluso, se rieron de lo ocurrido? ¿Acaso no son cómplices? ¿Acaso no tendrían que estar sentados en ese banquillo?
Abundan los comentarios sobre la responsabilidad de la menor. Incluso hay quien culpa a sus padres por permitirle acudir a fiestas en las que hay alcohol. Si no hubiese estado borracha, si no hubiera perdido el conocimiento, nada de esto hubiera ocurrido. ¿De verdad? Por lo que yo sé, no es mi responsabilidad que me violen. Nunca. No somos nosotras las que tenemos que ir con cuidado. Beber no implica exponerse a una agresión. Tenemos todo el derecho a vivir sin ser agredidas y sin temor a que nos violen.
Hace unos meses, una amiga norteamericana me confirmó lo que yo consideraba una exageración sobre las fiestas universitarias o de institutos en USA. Ella misma vivió una situación similar en una fiesta en la que alguien puso drogas en una bebida ‘especial’ para las chicas invitadas. Se encontró mal y acabó perdiendo el conocimiento, pero tuvo la suerte de que unos amigos la sacaran de allí y estuvieran vigilando su estado durante toda la noche. La joven de Ohio no tuvo tanta suerte. Sus compañeras (ahora ex amigas) deicidieron testificar contra ella en el juicio, en el que alegaron que era “bastante mentirosa”, que acostumbraba a beber demasiado y que, en la fiesta, había estado “flirteando” con uno de sus violadores. En fin, otra víctima culpable.