Ya he tenido que ir al médico. Nada importante, pero había que asegurarse. Y menos mal que ha acabado siendo un asunto menor, porque el proceso para conseguir cita ha sido una auténtica odisea. Partimos de que no hay sanidad pública. Así que tienes un problema y no puedes acudir al ambulatorio para que, en caso de que haya que hacer más pruebas, te deriven al especialista.
Como toda principiante, cometí varios errores hasta dar con la mejor solución. Y puede que haya quien no ha tenido ningún tipo de problema, pero de lo que aquí se trata es de relatar mi experiencia. Pues bien. Empecé a buscar consultas de especialistas en la zona. Mi primera sorpresa fue comprobar los elementos a los que se les da importancia a la hora de escoger un profesional. Lo primero, la foto de estudio, que hace flaco favor a la mayoría. En serio, si en mi vida hubiera tenido que encontrar buenos profesionales por su físico, habría perdido a muchos. ¿Y qué valor tiene la apariencia física de un médico para sus pacientes? Pero además de eso, mucho más. Sus creencias religiosas, los idiomas que habla (esto sí me parece útil) y detalles sobre su vida privada. En el apartado dedicado a cada profesional, podemos leer cosas (tan reales) como: “La Dra. Barker está casada con un hombre genial y tiene tres hijos. Le gusta correr, hacer kickboxing y dar ocasionales paseos en su mountain bike. La Dr. Barker también ama el chocolate y el café”. ¿Y me va a curar?
Incómoda con ese ‘proceso de selección’, opté por ir directamente a una clínica de la ciudad en la que cualquier médico -no escogido por mí- pudiera visitarme. Pero en el mostrador de información me llevé una sorpresa. “Para cualquier tipo de consulta, primero necesitamos que nos deje un depósito de 500 dólares. Una vez terminado todo el procedimiento (que podría incluir pruebas adicionales) calcularemos el coste total y le devolveremos el resto”. Los ojos como platos. Así que, aunque la consulta vaya a costarte 80 dólares (siendo generosa), tienes que disponer de 500 en el momento. Pero no todo el mundo los tiene. De hecho, no muchas de las personas que necesitan asistencia médica y no tienen seguro disponen de esa cantidad de dinero. ¿Y si es una urgencia? “El procedimiento es el mismo para cualquier tipo de visita”. Vamos, que ya puedes caerte muerta en la entrada de la clínica, hablando mal y pronto.
Por fin, se me iluminó la bombilla y me puse en contacto con mi seguro médico en España. Ellos se encargarían de gestionarme la visita. Y así lo hicieron. Tenía que presentarme en urgencias del Hospital de Stanford al día siguiente, y me especificaron que les volviera a llamar una hora antes de la cita para que ellos enviaran los papeles por fax desde España. “Si los mandamos antes, los pierden”. Cuando llegué a la recepción de urgencias, después de pasar por el detector de metales, tarde un rato hasta que me confirmaron que tenían mi documentación. Pero había un problema. La fecha de nacimiento de uno de los papeles no coincidía con la mía (un pequeño error). “Pues no podremos atenderle, porque no podemos saber si es usted la misma persona. Tendrá que ponerse en contacto con su seguro médico para que nos vuelva a mandar la documentación corregida”. Media hora después, y gracias a la eficiencia de la aseguradora, pude pasar.
Y ahí empezó el interrogatorio. “¿Cuánto hace que tienes ese dolor?” Pues una semana, más o menos. Aunque se ha agudizado en los últimos días. “¿Una semana? ¡Pero eso NO es una urgencia!” Ya lo sé. Lo que pasa es que la única forma que tenía mi seguro español de que me atendieran era esta. “Pero NO puedes venir a urgencias por esto.” Ya lo sé, pero… (BIS). Y el loop duró un buen rato, pero no quiero aburriros más. Total, que al final me visitó un médico y dijo que lo mejor sería que pidiera cita para una prueba radiológica. “Llama a tal centro y pide cita para la prueba”. Bien.
Nada más salir marqué el número, y empezó la odisea del teléfono. “No podemos dar cita para pruebas a menos que la solicite tu medico”. Pero me lo ha dicho el médico de urgencias. “Pero no es TU médico”. ¿Y entonces cómo podría hacerlo? “La otra posibilidad es que tengas la prueba hecha y nos la traigas”. ¡Pero cómo voy a tenerla hecha si para lo que estoy llamando es para que me la hagan! “Pues tendrías que ir a un médico de atención general”.
Hola, quería pedir cita para un médico de atención general porque resulta que blablablá. “¿Es urgente?” Hombre, pues depende de cómo lo mires… “No tenemos médicos disponibles hasta dentro de un mes. Si quieres venir antes, puedo conseguirte una cita con un MIR, pero nada más”. Puf. “Tengo a la doctora Go y a la doctora Chu [nombres reales]. ¿Cuál prefieres?” No sé, ¿qué les gusta hacer en su tiempo libre?
¿Os estáis agobiando? Pues imaginaos cómo estaba yo. Porque, aunque no parecía nada grave, me encontraba dolorida y preocupada. Pero seré benevolente y os dejaré tomar aliento. Mañana, segunda parte y conclusión. Os lo prometo, no tiene desperdicio.