La descripción de este blog -que bien podría sustituirse por ‘aventuras y desventuras de una recién llegada a la Bahía de San Francisco’- es la que elegí cuando empecé a escribir las Daily Tales hace ya seis meses (podéis leer todos los posts anteriores aquí). En esta nueva etapa, en la que me uno a la comunidad del Diario Vasco, he decidido no cambiarlo porque sigo sintiéndome una recién llegada. Practicamente todo me sorprende de este país, de la sociedad estadounidense, hoy sigo asistiendo atónita a nuevas sorpresas casi a diario. Siempre con mi cuaderno a cuestas, trato de compartir esas emociones a través de mis ‘tales’, como una especie de terapia de asimilación. Porque, al menos en mi caso, todo cobra más sentido cuando se plasma en un papel.
Me ‘reincorporo’ después de un mes por Donostia y alrededores, en una visita de ocio y, cómo no, de trámites burocráticos. Cuando estaba en casa me propuse escribir sobre lo que echaba de menos de mi vida en Palo Alto. Entonces no se me ocurría nada al margen del clima. Y me sentía mal, porque sabía que había montones de cosas que me hacían sentir bien aquí, pero en plena vorágine emocional y social en la madre patria mis vivencias al otro lado del charco se habían diluido (nunca mejor dicho). Ahora que he vuelto veo las cosas de otra manera, y eso me tranquiliza. Porque aunque los primeros días de jet lag fueron duros, después de tres semanas con los míos tuve miedo de volver aquí y sentir que se me caía el mundo encima. Y no ha sido así. En absoluto. No voy a negar que el clima sigue siendo lo que más valoro. Venir del diluvio universal e ininterrumpido que me tocó en Donostia a las cálidas temperaturas primaverales de Palo Alto, el cielo azul y sin una sola nube, el olor de las flores, los colores… todo muy bucólico. ¿Pero acaso no es así la primavera? Pues por aquí ya ha llegado.
También aprecio la tranquilidad -que antes de marcharme denominaba ‘aburrimiento’-. Esta ciudad no se caracteriza precisamente p0r su movimiento social y cultural -para eso ya está San Francisco-, pero sí es un lugar agradable para pasear, para sentarse en los parques al sol, tomar un café (tamaño Jumbo) o escribir en la terraza de un bar mientras observas pasar a la gente y a los coches de lujo. Otra cosa que, aunque no echaba de menos, he visto que faltaba en las calles de Donostia, son los bólidos de por aquí. Poco después de llegar vi aparcados en la misma manzana dos Porsches y un Ferrari. “Ya estoy en casa”, me dije. Después de lo que he vivido allí en las últimas semanas resulta de lo más obsceno y cuesta acostumbrarse a tanta opulencia, pero no queda más remedio. No en vano, vivo en una de las cinco ciudades más caras de Estados Unidos. Sin embargo, no todo es lujo. Aquí sigue el Hombre de las Montañas, sentado en su banco como de costumbre pero con un atuendo más acorde con la temperatura. El Ciéntífico, que es muy observador, me ha dicho que ultimamente lo ve hablar mucho más. Aunque no sé si es buena o mala señal, porque sus acaloradas conversaciones siguen siendo unicamente consigo mismo.
Ahora, una vez superado el dichoso jet lag -que de vuelta se hace infinitamente más fácil-, tengo ganas de reencontrarme con mis amistades, comprobar si sigo siendo capaz de hacer chistes en inglés y aprovechar los fines de semana para disfrutar de los entornos naturales que ofrece California. Pero sobre todo estoy muy ilusionada porque por fin tengo la oportunidad de buscar trabajo. Probablemente será difícil -aunque ni de lejos puede compararse con la vergonzosa situación en España, por aquí las cosas tampoco son sencillas, especialmente para una extranjera-. Pero no queda otra que ser optimistas; es lo único que no nos pueden quitar.
Siento que es el comienzo de una nueva etapa, tanto para el blog como para la que lo firma. Espero de verdad que queráis compartirla conmigo.
Wellcome!!