Es el título de una película de los noventa de Edward Burns, protagonizada por Cameron Díaz. Pero eso era porque no conocían a la Artista. Porque ella sí que es única e irrepetible. Cuando la conoces, es probable que en un primer momento te sorprenda, quizá no la entiendas del todo -porque su sentido del humor, aunque aparentemente sencillo, es intrincado y con varias vueltas de tuerca-, pero en un abrir y cerrar de ojos habrá conseguido conquistarte con su desparpajo, su naturalidad y esa simpatía que sale a borbotones por cada poro de su piel. Diría que es una de esas personas a las que sólo puedes amar u odiar, pero nunca he conocido a nadie que haya optado por lo segundo.
Independiente desde su más tierna infancia, le decía a su madre aquello de “Mamá, quiero ser artista” y soñaba con verse algún día bajando las escaleras del Molino a lo Esperanza Roy. La comunicación era definitivamente lo suyo, pero cuando tuvo que escoger decidió colocarse en el otro lado y dejar las plumas y los taconazos para su vida personal. Por eso, no dudó en ‘engañar’ a sus padres y tirar por el periodismo en lugar del secretariado cuando, en su colegio, le hicieron decidir qué camino tomar siendo solo una niña. Hasta que llegó el momento de entrar en la universidad, varios años más tarde, su padre vivía feliz pensando que la Artista sería una buena secretaria de dirección -sinceramente, creo que escogió la opción correcta, no sólo por lo bien que se le da escribir, sino porque como secretaria podría haber sido algo caótica-. Ella, que leía todos los periódicos y las revistas de toros que había en su casa sólo por el placer de la lectura, me ha transmitido la pasión por inventar nuevos mundos en mi propia habitación. Cuando yo era una niña me contaba cuentos que inventaba sobre la marcha, cada día uno distinto, y siempre con una protagonista que se parecía sospechosamente a mí, con mis virtudes pero también con mis defectos, en un intento de ayudarme con los problemas cotidianos sin invadir mi intimidad. Siempre conseguía hacerme reír. Todavía lo hace.
Cuando más me sorprende es cuando la veo trabajar. Nunca dirías que una persona tan alegre, tan extrovertida, tan despistada… puede ser una profesional de su nivel. Verla ‘metida en harina’ es un ejemplo de buen hacer, de profesionalidad, de honestidad. Y todo eso tiene su recompensa. Pocas veces he escuchado a tanta gente hablar tan bien de una compañera. Para mí, como periodista, es mi referente. Por supuesto que también están los Gabilondos, las Calaf, … pero no los conozco como conozco a la Artista, a la que he podido ver en numerosísimos momentos delicados arreglando los problemas con una facilidad y un temple pasmosos. Y qué mejor que tenerla tan cerca para ver si tengo suerte y se me pega algo de su ‘don’. Soy una afortunada. Porque tenemos grandes profesionales en el periodismo local y desde aquí quiero aprovechar para hacerles un reconocimiento. Que tendemos a irnos muy lejos para buscar a quien poder admirar y solemos ser injustos con los que son de casa. A mí, personalmente, me han enseñado mucho y les estoy muy agradecida.
Hoy la Artista cumple años y desde aquí no alcanzo a darle un achuchón, como me gustaría. Así que tomo prestado este espacio para dedicarle unas líneas. Queda muy poquito para que podamos celebrarlo juntas, con un buen vino y con alguna discusión sobre temas intrascendentes, de esas en las que solemos enzarzarnos durante horas hasta que ambas acabamos agotadas de tanto hablar -y no es fácil que ninguna de las dos se canse hablando, eso hay que decirlo-. Pero son esas discusiones sin las que las dos sabemos que no podríamos vivir.
Por cierto, te he encargado un poco de sol californiano para que te acompañe hoy. Espero que llegue a tiempo.