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Ane Arruabarrena

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Viajar sin iPhone ya no es divertido

Acabo de leer un artículo en el New York times sobre una nueva moda (o nueva al menos para mí). Se trata de ‘enriquecer’ tus viajes jugando. ¿Y cómo? Por supuesto, con aplicaciones de móvil. Resulta que ahora el placer del viaje en sí ya no es suficiente, así que hay que hacer yincanas o jugar al Trivial para poder disfrutar la experiencia al máximo. A este negocio se lo conoce como gamification (el proceso de utilizar el juego para ‘enganchar’ a diferentes públicos y resolver problemas), y hay incluso un libro que trata sobre lo que se considera una nueva revolución (The Gamification Revolution, Gabe Zichermann, 2013). Según su autor, los elementos fundamentales en un viaje lo son también en los juegos. Igual que los viajeros disfrutan acumulando sellos o enumerando los países en los que han estado, los juegos aportan la satisfacción de ganar puntos o premios. Así que era cuestión de tiempo tratar de unirlos, utilizando para ello la herramienta de moda.

Una de estas iniciativas -y hay bastantes- es Stray Boots, que vende ‘visitas’ a más de una docena de ciudades en USA, por entre dos y doce dólares, y desde 2009 ya ha vendido más de 85.000. El juego es una especie de Trivial en el que, por cada respuesta acertada, consigues una pequeña explicación sobre la zona que estás visitando. Pero también hay aplicaciones de parques nacionales o museos que tratan de aumentar el interés por sus instalaciones. En el museo de arte de Hobert (Tasmania), por ejemplo, los visitantes pueden ejercer como críticos de arte indicando en su aplicación si “aman” u “odian” una determinada obra. Incluso pueden guardar su visita para poder volver a verla en sus teléfonos, y compartir vía Facebook o Twitter las imágenes de lo que les ha gustado y lo que no.

Y digo yo… ¿no es todo esto más bien una forma de ‘no viajar’? Porque, para mí, viajar implica mirar hacia arriba, hacia los lados, hacia adelante -también al suelo, que yo soy de las que se tropiezan-, y tatar de descubrir ese nuevo lugar con los ojos bien abiertos. ¿De verdad no podemos dejar el puñetero teléfono de lado en algún momento y simplemente disfrutar de la vida real? Porque una aplicación de móvil, aunque la estés usando en el mismito centro de San Petesburgo, no es real. Yo creía que viajar consistía en conocer y en disfrutar de las sensaciones que nos ofrece un lugar diferente. Y en perderse. Porque lo mejor de una ciudad se encuentra cuando te pierdes.

Y claro que sí, también hay guías de viaje que nos recomiendan algunos lugares interesantes que visitar. Claro que nos condicionan. Pero, ¿y la maravilla que es hacerse con una guía antes de pisar el destino de nuestro viaje y devorarla soñando con la cantidad de cosas que vamos a hacer cuando estemos ‘sobre el terreno’? Y es posible incluso que te animes a hacer alguna de esas excursiones turísticas en la que te sientes avergonzada por seguir a una señora con micrófono de profesora de aerobic y un paraguas de colores. Pero incluso en esos casos, estás presente.

El artículo me ha recordado a aquello que oí hace tiempo sobre una aplicación del iPhone que te enseña en la pantalla la imagen de la acera por la que caminas, como si fuera una especie de ventanita, para que no te tropieces mientras consultas el móvil. Entonces me horrorizó. Y me sigue horrorizando. Pero parece que es ahí a donde tratan de llevarnos. A ver el mundo a través de una pantalla de Smartphone. Menos mal que son inteligentes.

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Historias, ideas, curiosidades y reflexiones de una donostiarra en la Bahía de San Francisco

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junio 2013
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