Ya nos vamos. Y vienen los nervios. Nos las prometíamos felices pero, cómo no, han llegado los imprevistos de última hora. Nos acabamos de dejar la tarjea de crédito en un bar que ya ha cerrado y que abrirá mañana más o menos a la hora en la que tendríamos que coger el tren para ir al aeropuerto. Vale, más que un imprevisto es un despiste, pero con esta tradición americana de dejar la cuenta ‘abierta’ (es decir, con tu tarjeta en la barra) facilita la situación. Y ahora mismo, a las diez de la noche y mientras hacíamos cábalas sobre cómo recuperar la tarjetita de plástico, me escribe el casero para comentarme que viene a primera hora de la mañana con un técnico para instalarnos una cocina nueva. Así es él, el casero azul (como los príncipes). Pero esta vez eso supone tener la casa como los chorros del oro antes de marcharnos. Y claro, con lo de hacer maletas el piso parece más un campamento de orcos en Mordor. En fin, que nos hemos dado la tarde libre para ir al cine y disfrutar de las pre-vacaciones pero el relax ha caído fulminado nada más salir de la sala.
Son pequeños inconvenientes que se unen a los nervios (lógicos) de un viaje tan largo y tan esperado. Que si tenemos que tomarnos la melatonina para el jet lag, que si tenemos todos los (cientos) de papeles -no para salir de USA, sino para poder volver a entrar-, quita las etiquetas a toda la ropa nueva por si acaso, ¿nos darán algo de comer en el vuelo interno?; por favor, la navaja de las setas fuera de la mochila; la ropa interior más mona que tengamos para el momento escáner,…
Y todo esto, por supuesto, unido una vez más a las maripositas en el estómago por volver a casa (¿o serán sólo los efectos de tanto sirope de maíz?). ¿Nos estarán esperando? ¿Nos adaptaremos bien? ¿Lloverá? -Vale, ya sabemos que sí- ¿Podremos hacer todo lo que queremos en tan poco tiempo? ¿Habrán empezado las obras de la estación de autobuses?
Creo que esta noche la pasaré en vela. Y sí, también por todas las emociones que se acumulan en mi ser. Pero sobre todo porque tengo que limpiar a fondo la cocina y el baño.