Cosas que me han sorprendido al volver a casa | Ladelponcho Verde´s… Daily Tales >

Blogs

Ane Arruabarrena

Ladelponcho Verde´s… Daily Tales

Cosas que me han sorprendido al volver a casa

– Hay peatones en la calle.

No soy la única que camina por la acera. Más bien al contrario, y especialmente desde que empezaron las rebajas de julio. Al principio me asusté con todas esas personas andando en la misma dirección; creí que se trataba de procesiones extraordinarias organizadas por Munilla y el ministro Wert, con esto de exaltar el fervor religioso. Pero ya me he acostumbrado, y la verdad es que tiene su gracia andar por la calle como si fuera algo normal, y no sólo porque tu coche se ha quedado sin gasolina y estás buscando desesperadamente alguna estación de servicio a veinte millas a la redonda, mirando hacia todos los lados por si te aparece Bigfoot, que es el único que por allí puedes encontrarte a pie (obvio).

– El concepto ‘verano’ no tiene el mismo significado en todas partes.

Hay dos elementos fundamentales que hacen que en Palo Alto no hablemos sobre el clima: que hace buen tiempo casi siempre y que, al vivir en casas de dos pisos, no hay ascensores. Pero lo que he visto al llegar a Donosti en esta ocasión ha sido excepcional. No hay otro tema de conversación más que el tiempo, incluso fuera de ascensores. Soy consciente de que ha sido duro, y no puedo por menos que solidarizarme con mis paisanos. Tanto, que me resulta entrañable escucharles comentar esperanzados que esta semana es probable que tengamos dos días de sol, o que el día está muy bueno a pesar de tener que llevar el mismo abrigo que vestían en enero, o que tampoco pueden pedirse maravillas como que tengamos una semana entera sin lluvias, que eso es de ser demasiado ambiciosos. Definitivamente, el verano no es igual en todas partes.

– Los desconocidos no te hablan en los bares.

Nada me ha sorprendido más que estar en un bar y que nadie viniera a sentarse a mi lado y contarme sus ideas políticas, los ingredientes que más le gustan en la pizza o los problemas por la custodia de sus hijos. Aquí cada uno va a lo suyo. Puedes escribir tranquila, sin interrupciones. Y no sé lo que me está pasando, quizá estaré ‘americanizándome’, pero, paradojicamente, tanta tranquilidad empieza a suscitarme cierta inquietud.

– El vino es vino, el pan es pan y los cafés son pequeños.

“¡Ya le das al vino!”, me dicen. ¿Te extraña? Esto es un regalo de los dioses. No tenéis ni la menor idea de los que he llegado a beber allí por el doble de precio, les digo. Así que hay que aprovechar, que ya vendrán las vacas flacas en unos pocos días. Y esos bocadillitos de jamón con ese pan de verdad, crujiente… y el foie, prohibido en California por maltrato animal… y nada de sirope de maíz por ningún lado… Pero lo que más me ha impactado ha sido lo del café. Primero, que no se sirve en vaso de cartón, sino en una taza con un asa para agarrarla, y que lleva cucharilla. No, no un palito de madera, sino una cucharilla de metal reluciente con el mango historiado. Puro lujo. Y lo del tamaño me tiene asustada. ¡Si no sé ni por dónde coger la taza de lo pequeña que es! Efectivamente, para aquellos que estéis preocupados por el tema, con los cafés se demuestra que lo del tamaño es siempre muy relativo.

– La vida social es agotadora.

 Por discreción, no voy a dar detalles de todas las ‘quedadas’ que he tenido desde que llegué -y las que me quedan-, pero baste decir que he tardado casi tres semanas en poder encontrar un hueco libre para sentarme a escribir este post. Como dice el Cientifico, quizá a los vascos nos iría mejor si cambiáramos lo de ‘quedamos para tomar algo’ por ‘quedamos para ir al gimnasio’. No, yo tampoco lo acabo de ver. Y me siento totalmente identificada con Alaska: yo también tengo el cuerpo fatal.

– Nada me sorprende.

Curioso pero cierto. Al final, al volver a casa y tras el desconcierto incial, a la media hora todo vuelve a resultarte tan natural como siempre. Y lo sorprendente es eso, que siga sin sorprenderme. Que obviamente hay cambios, pero la esencia es la misma. Y eso es lo bonito; es cuando sabes que estás en el hogar. Decía Paul Young en una de las canciones de mi infancia que donde fuera que dejase su sombrero, esa era su casa. Yo no acostumbro a cubrirme la cabeza, pero la sensación es la misma. Allí donde están los míos, ese es mi hogar.

 

Temas

Historias, ideas, curiosidades y reflexiones de una donostiarra en la Bahía de San Francisco

Sobre el autor


julio 2013
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
293031