No eramos muchos los aficionados del Lagun Aro GBC que estabamos el miércoles en Madrid, pero todos volvimos a casa con la cabeza muy alta. Y no es para menos. Si se quiere mirar el lado malo, se dejó escapar una oportunidad inmejorable de ganar en Vistalegre, pero yo no lo veo así. Cierto es que lo llegamos a tocar con los dedos, pero lo que yo extraigo de este partido es que el GBC puede tutear a domicilio a todo un Real Madrid -que en teoría está entre los cuatro o cinco mejores de Europa esta temporada-.

¿Quiere eso decir que estamos a su altura? Evidentemente, no. Pero sí dice que si el equipo quiere, puede alcanzar un nivel muy alto. Sinceramente, empiezo a pesar que podemos ganar a cualquiera y perder con cualquiera. Son pequeños detalles los que hacen que nosotro estemos 0-2 y el Manresa 2-0 tras ganar a Unicaja. El Lagun Aro podría estar tranquilamente con dos victorias, pero es que los pequeños detalles son los que marcan las verdaderas diferencias.

Diferencias como que Ignerski ha necesitado seis cuartos para presentarse en la ACB y le necesitamos todo el rato, no sólo de vez en cuando. Detalles como que en los dos partidos que hemos jugado los bases rivales han marcado claramente la diferencia; primero fue Rodrigo San Miguel y esta vez un tremendo Prigioni, que estaba siempre atento para golpear cuando más daño hacía.

Mirando al partido propiamente dicho, creo que todo estamos de acuerdo en que sobró el segundo cuarto o más bien una parte del segundo cuarto. El resto del partido el GBC fue igual o mejor que el Real Madrid. Supo encontrar ventajas en ataque, incluso atacó inteligentemente, aprovechando sus fortalezas. Si acaso, se pecó en ocasiones de cierto individualismo. La defensa estuvo bien a ratos. Hubo fases de brillantez atrás, cerrando la puerta por completo al Madrid, lo que llevó a mandar por 16-21. Entonces llegó el apagón.

Por eso, lo que hay que pedir con más fuerza al equipo es constancia. Que no haya momentos del partido en los que se ponga el off. Por lo demás, sólo cabe elogiar. De verdad, me gustó el equipo en Madrid, pero esas buenas sensaciones deben obligatoriamente ir a más.

Me gustó mucho David Doblas. De hecho, me ha gustado en los dos partidos. Me gustó el descaro de Rai, el chaval tiene mucha calidad, precisamente por eso hay que ser exigentes con él. Me encanta a Uriz jamás pierda el espíritu y que siga dándosele tan bien lo de revolucionar un partido. A Ignerski lo odié y lo adoré por partes iguales, pero sigo diciendo que no vale que sólo esté enchufado a ratos y que defienda tan poquito.

Pero por encima de todo, me maravilló Andy Panko. No era hablar por hablar cuando el la temporada pasada afirmábamos que teníamos al mejor tres de la ACB después de Pete Mickeal. Este año tiene más competencia, pero no dudo del lujo que tenemos con el de Pennsylvania. No es que estuviera a la altura de los jugadores del Madrid, es que los estaba superando; anotó, reboteó y se comportó como un líder. Durante un momento pensé que la última jugada iba a ser un triple de la esquina para él como los que metió mas de una vez en la LEB, más cuando todos esperaran el tiro de Ignerski o una penetración de Barbour.

Y ya que tocamos el último tiro, vamos a tratar de ser justos con el GBC en cuanto a las últimas posesiones. Creo que la mayoría estaban muy bien jugadas. Aunque todas y cada una se malograron. Pero seamos justos. En la primera, se encontró la superiodad de Miralles, que sacó falta; el problema es que falló los dos tiros libres. Después, otra vez Miralles se quedó con un pequeño, se desequilibró y lanzó muy mal. Tercera: Sergio Sánchez penetra se lleva un zarpazo curioso y pierde el balón -no se si en la tele se pudo ver, pero la brecha que le abrieron no era pequeña, al menos sangraba abundantemente-. Y para rematar el póquer, la entrada de Barbour en la que Garbajosa simplemente fue más listo; de las cuatro, la peor decisión (aunque pudo salir bien).

No hay mucho que achacar a la toma de decisiones, la gran mayoría acertadas; si acaso, hay que culpar a la efectividad, que es lo que de verdad marca la diferencia. Creo que todos los que estabamos viendo el partido pensabamos que la última bola tenía el nombre de Michal Ignerski escrito. El polaco estaba tan caliente que salía humo de sus manos. Lo sabíamos todos, hasta Messina. Supongo que eso también lo sabía Laso, pero es labor de un entrenador encontrar la manera de hacer llegar el balón a tu jugador más caliente en ese momento. Si la decisión era que se la jugara Barbour, de acuerdo, se le ha fichado para que meta esos balones por el aro.

No podemos saberlo, pero ahora eso es lo de menos. El equipo dio la cara. El equipo estuvo a la altura. Ahora llega el momento de viajar a Sevilla y refredar las buenas sensaciones con hechos y ganar. Esto acaba de empezar y ni de lejos tenemos razones para impacientarnos, pero lo cierto es que son las victorias las que refuerzan la confianza. De poco serviría haber jugado bien y plantado cara al Real Madrid si ahora vamos Sevilla y no seguimos en esa línea. Es el momento de dar un paso adelante.