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Puerta atrás

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Qué mal nos lo ha hecho pasar el GBC durante un buen rato, pero qué victoria más importante ha acabado sumando. Ayer en el Donostia Arena se midieron dos equipos con problemas, serios problemas que se evidenciaron en diferentes tramos del partido. La ansiedad pasó factura a los donostiarras desde el arranque hasta bien entrado el tercer cuarto, pero supo sobreponerse a ella, mientras que Alicante, que había manejado el encuentro durante esa larga fase, se vino abajo en cuanto giró el marcador.


Hay razones para estar contentos por la victoria. Sin duda. En todo este trayecto por el desierto de la zona baja, el único oasis que ha encontrado el GBC ha sido el hecho de atar dos partidos que no se podían dejar escapar en su cancha. Lo ha hecho sin grandes alardes y sin permitirse muchas licencias, pero lo ha hecho. Es como una especie de servicios mínimos que nos mantienen por encima de los puestos de descenso pero que ni mucho menos responden al mínimo exigible para este equipo.


Visto lo visto, esta victoria nos ofrece tranquilidad clasificatoria. Pero poco más. Porque el juego no da para muchas alegrías; no sé ustedes, pero les confieso que yo sufrí muchísimo ayer en mi localidad. Sobre todo durante la primera mitad del encuentro. Como bien explica el maestro José Ángel Samaniego en su interesantísimo artículo para www.losnumerosdelbaloncesto.com titulado “El ritmo del partido”, éste se consigue controlar desde la denfesa y la del GBC durante la primera mitad fue una calamidad en esta faceta. Y ello, unido al hecho de que al equipo cada vez le cuesta más anotar mediante sus sistemas, se tradujo ayer en un GBC a la deriva durante buena parte del partido.


Los alicantinos, en cambio, encontraban ventajas desde el perímetro y también en la pintura. El control del rebote defensivo volvió convertirse en un problema y el público comenzó a ponerse nervioso. En ese momento, la pérdida de nervios por parte de Pape Sow le vino que ni pintada al Lagun Aro. El público, hasta entonces bastante frío, se metió en el partido de lleno, circunstancia que se potenció con alguna que otra decisión arbitral dudosa. La afición se volcó, llevando al GBC en volandas a por la remontada, el apoyo de la grada se hizo notar de manera decisiva.


Lo que estaba siendo un partido perverso por parte del Lagun Aro, con abuso del uno contra uno como única solución cuando los sistemas se atascaban, pudo mejorar gracias principalmente a dos hombres: Ricardo Uriz y Albert Miralles; a los que hay que unir una destacada aportación de Domen Lorbek, que no sólo ganó la batalla de los recién llegados a Erdogan, sino que demostró ser un jugador mucho más útil que el Detrick que hemos conocido en Gipuzkoa.


Fue Uriz el que cambió el ritmo del partido y, sí, lo hizo desde la defensa. En los 17 minutos y medio que el capitán estuvo en pista el equipo apenas encajó 19 puntos, mientras que en los 22 y medio que estuvo en el banquillo, el GBC recibió 42. Una diferencia más que reseñable. Ricardo asumió la batuta, contagiando a sus compañeros la intesidad defensiva que hacía falta. Hasta entonces, Avdalovic había dirigido con comodidad, había encontrado tiros francos para él y superioridades para sus compañeros. En el último tramo de partido el ataque del Meridiano prácticamente no existió. Lo mismo se puede decir de un imponente Andriuskevicius, que dejó de marcar la pauta en la zona cuando el GBC comenzó a defender.


Pero Uriz no sólo logró cambiar el partido desde la defensa, sino que con su dirección en pista el juego del GBC fue mucho más solidario, dinámico y polivalente. A pesar de sus cinco puntos de valoración, su influjo resultó decisivo y para mí fue sin duda el jugador del partido. Pero tampoco se le pueden restar méritos a un Albert Miralles que aportó mucha consistencia al equipo en la pintura, su presencia significó solidez, sin restar ni un mérito al trabajo de Doblas, que sin duda fue ímprobo, aguantando el tipo para sus compañeros cuando más estaba lloviendo. Dejar de nombrar a Panko sería una injusticia, porque como nunca falla casi nos acostumbra a su excelencia, pero tenerle es todo un lujo, más que por sus números por su pundonor (pundonor como eufemismo de cojones).


Esto fue lo mejor de una victoria que hay que saber interpretar. No podemos estar contentos con el global del juego. Aunque la disposición fue la correcta, hay muchas cuestiones que tratar; el triunfo aunque valioso no puede ensombrecer el disgusto y preocupación generalizados en la grada durante casi tres cuartas partes del encuentro. Insisto, los sistemas han dejado de resultar efectivos, se abusa de la acción individual o el bloqueo directo como solución cómoda cuando no salen las cosas o lo que es peor, se pasa por encima de los sistemas casi como un pretexto para llegar a esa dependencia del golpe de talento o refugio del pick & roll.


Esto provoca que los finalizadores firmen porcentajes en los tiros de campo como el 2/10 para Barbour, 1/6 para Ignerski o 1/4 en triples para Sergio; traducción en números de una previsibilidad galopante y encefalograma plano en el ataque del GBC. Estos son los mismos males de los que llevamos semanas hablando, defectos de una magnitud tan relevante que nos han metido de lleno en la situación que atravesamos actualmente y que por el camino han minado el entusiasmo de la afición respecto al equipo y su juego.


Por suerte, en este partido se han enmendado los errores a tiempo y no hay que olvidar que el aspecto final del equipo ha sido más convincente que frente al Murcia. Pero esto no son más que los servicios mínimos que puede ofrecer este equipo. Quizá valgan para ganar a rivales de este corte y mantener la categoría, pero de ninguna manera bastan para satisfacer la mínima exigencia que le tenemos que pedir a nuestro GBC. La victoria era imperativa y se ha logrado, pero si no mejora el juego esto no es más que pan para hoy y hambre para mañana.

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