Angel Medina. / EFE
Hay que ser honestos e intentar decir las cosas como son. La pasada jornada, el GBC ofreció un atisbo de mejora a pesar de la derrota, eso es así. Pero lo de ésta ha sido un esperpento que deja en anécdota lo de la anterior. El Lagun Aro jugó un auténtico despropósito de partido. Sin ideas, sin coraje, sin argumentos baloncestísiticos ni morales y lo que es peor, careció por completo de corazón. La imagen fue la de un equipo roto que se rinde sin apenas plantear batalla, porque el maquillaje del final no sirve de nada más que para buscar excusas y pretextos para seguir con la venda en los ojos. Hay que quitársela, esto no funciona. Hay quien no quiere escucharlo pero desde luego que esto no se arregla mirando para otro lado, mientras el equipo laguidece. Porque no se engañen, el GBC está donde está por deméritos propios y no es una cuestión de que el equipo no dé para más; no es eso, no. El potencial existe y es el mismo que en la primera vuelta, pero no se ha sabido administrar como es debido; ni jugadores, ni entrenador han sido capaces de que el equipo progrese en base a lo diseñado desde la génesis de este conjunto y ahora no pueden siquiera acercarse a un nivel aceptable.
Y todo esto después de un partido en el que el Gran Canaria sacó a la luz todas nuestras vergüenzas. Resulta irónico que un equipo que gestiona Pablo Laso tenga el pase como carencia en lugar de virtud y el que otrora fuera un jugador que basaba su estilo en la solidaridad entrene un equipo donde el individualismo es uno de sus defectos más perversos. Siempre se acaba recurriendo a la falta de acierto como justificación de las derrotas. “Jugamos bien pero faltó acierto”. No puedo estar de acuerdo. La falta de acierto es una consecuencia lógica cuando lo fías todo al talento individual. La falta de elaboración en los ataques se ha convertido en un mal endémico de este equipo. Sistemas que principalmente desembocan en 1×1 o 2×2 sin que anteriormente se haya proporcionado ventaja alguna al finalizador para acometer la canasta.
Aunque quizá miramos demasiado al ataque del GBC y poco a la defensa. Esto puede ser porque en tareas ofensivas es más evidente el bajón y en las defensivas nunca hemos brillado especialmente. Por eso no acabo de entender que en la rueda de prensa posterior al partido Laso recurra a la falta de acierto como subterfugio: “Nosotros estábamos bien, pero hemos fallado tiros muy claros, lo que les ha dado a ellos ventaja en el marcador y, a partir de ahí, algo muy normal en la situación en la que estamos, nos ha costado mantener la cabeza arriba ante el acierto de ellos y los fallos nuestros”. ¿De verdad estábamos jugando bien al principio? Porque yo creo que lo que ha desquilibrado el partido desde un principio han sido las facilidades que ha dado el GBC al Gran Canaria para establecer rápidamente su juego interior para después masacrarnos desde fuera. Eso, unido a una defensa mucho más sólida, inteligente y efectiva que, en la comparación, pone en evidencia a la del GBC. Y parece que de poco importa eso cuando poco después se ha roto el partido, pero es que esa situación ha sido la catalizadora de la ventaja posterior.Angel Medina. / EFE
Hemos comenzado el partido defendiendo como locos la línea de pase en el perímetro, muy intensos pero poco listos, dejando a Doblas completamente vendido en la zona, circunstancia de la que se han aprovechado los pivots canarios para hacernos polvo y una vez creada la superioridad en la pintura, las ventajas en el exterior han llegado por sí solas.
Un asunto llamativo subyace al observar la progresión de Tomás Bellas con respecto a la de Rai López. Los bases llegaron a la ACB en circunstancias similares; después de haber firmado prometedoras temporadas en LEB, comenzaron su año de debut en la ACB con lógicos problemas, pero mientras el canterano del Real Madrid ha crecido una barbaridad como jugador, el de Unicaja ha quedado completamente estacando. Y la falta de progresión de Rai (que debe seguir trabajando, porque tiene cualidades) no es más que el reflejo del estancamiento de su equipo. Y más cuando nuestro teórico base titular está perdido en combate.
Por desgracia, sacar algo positivo de la visita al CID no es una cuestión de optimismo sino más bien utópica. Las sensaciones fueron terribles, de absoluta impotencia.
No se están haciendo bien las cosas. Nos dicen que aún no estamos en situación de mirar a otros, que nos tenemos que preocupar sólo de nuestro equipo. Y yo no se si echarme a reir o a llorar. Porque si miro sólo al GBC, no encuentro una sola razón en su juego, ni mucho menos en su actitud, para pensar en positivo. Y si miro a los otros equipos con los que nos jugamos la vida, compruebo que si no estamos en los puestos de descenso es porque el colista, que aún no sabía lo que era ganar fuera de casa, vence en la cancha donde nosotros no pudimos hace apenas unos días… ¿En que situación nos deja eso?
Hemos perdido once de los últimos trece partidos, llevamos sin ganar fuera desde diciembre, ocho derrotas seguidas en la carretera, y mientras el equipo se precipita por el sumidero nadie ejerce su responsabilidad en el club. Nadie. Cuando llegó el momento de tomar las medidas pertinentes que cambiaran un rumbo que se veía venir, no se tomaron. Quizá no se acabó de ver venir lo que ya teníamos encima o, lo que es más probable, no se quiso ver. Una venda en los ojos provoca esto.
Y ahora, que no queda más remedio que luchar con un equipo diseñado para un estilo que ha resultado fallido y que parece no creer en lo que hace -o al menos eso demuestra en la cancha-, desde dentro del club brillan por su ausencia voces o gestos convincentes de carácter. El hartazgo de actuaciones efectistas pero no efectivas es mayúsculo. Tristemente, así es como hemos ido a parar al pozo y ahora todo indica que estamos abandonados a nuestra suerte. Capacidad hay para mucho más y también para salir de ésta; pero no lo duden, estamos donde merecemos. Si al menos nos quitamos la venda quizá podamos salir del atolladero.