No estuvo nada mal la victoria de ayer. Tomada tal y como lo que es, no está mal; el equipo hizo lo que debía, después de lo que se dejó sin hacer la semana anterior y, además, acompañó al loable gesto anunciado durante la semana de pagar el viaje a Vitoria, hablando sobre la pista y demostrando el compromiso que le faltó en Valladolid. La verdad es que el partido, jugado a rachas, en lineas generales fue positivo. Como la permanencia. Por supuesto que nos tenemos que alegrar de seguir en la ACB, pero la verdad es que el sabor de boca no es bueno. Es un consuelo ciertamente tibio.
Creo que hay que tener cuidado con los discursos de que a este equipo no se puede pedir más y proclamas similares. Según palabras del presidente en los albores de la temporada, el objetivo era quedar entre el 9º y el 12º puesto. Una pretensión bastante consecuente, con los pies en el suelo, pero ambiciosa. Una aspiración que supondría un paso adelante en la progresión, mayor o menor, pero un avance al fin y al cabo. Y a estas alturas, después de pasarnos la mano por la frente y resoplar en un gesto de alivio, tenemos que aceptar que ese objetivo no se ha cumplido, que la progresión no ha sido tal y que la temporada no está siendo precisamente para echar cohetes. Hemos logrado la permanancia, bien, pero es un premio de consolación que realmente sabe a poco.
De hecho, este partido frente a Granada también deja una sensación de vana alegría. Es decir, el partido, como tal, no tiene muchas pegas; pero es lo que subyace tras él lo que no acaba de dejar del todo satisfecho. Es como si ya se hubiera maleado mucho a esta afición como para que esto sea suficiente. Lo que quiero decir es que la segunda vuelta se nos ha hecho demasiado larga y después de tanto padecer, el alivio va acompañado de cierta tristeza y un regusto amargo.
Pero esto es lo que rodea la victoria y la permanencia. El partido, como ya he dicho, no estuvo nada mal. El Granada llegaba dispuesto a gastar sus últimos cartuchos en busca del playoff y el GBC tenía una deuda que pagar con su afición; estos dos ingredientes cocinaron un partido bastante interesante y entretenido. Cierto es que la afición penalizó al equipo con menos de 6.000 asistentes y que el detalle de que el nuevo parking sí se abra para el rugby pero no para el basket dos semanas antes, cuando jugamos contra el Barça, da qué pensar. La sensación de que el baloncesto es el último mono para las instituciones es cada vez más acusada.
En fin, cuando el árbitro tira el balón al aire te olvidas de lo demás y centras en el juego. Y ahí, el GBC se reencontró consigo mismo. Le costó unos minutos meterse en el partido, tantos como empezar a defender y en consecuencia, a correr. Los primeros minutos Aguilar hizo mucho daño por su superioridad física sobre Hopkins, pero una vez que el Lagun Aro comenzó a apretar y a anotar en transición, se hizo dueño del partido.
Fue un encuentro a rachas, llevado a muchas posesiones, donde el GBC se encuentra en su salsa, pero cuando el Granada conseguía obligar a los de Laso a jugar en estático, era cuando tomaba el mando. Al igual que en defensa, los donostiarras hicieron cosas bien en ataque, pero también se obcecaron mucho con el triple. Cuando se buscaban las superioridades en la pintura, el Granada sufría y mucho. Cuando se pasaba por encima del sistema para acabar en un mal tiro, el que padecía era el GBC. Hubo alguna que otra ocasión, por ejemplo jugando patalón, que daba la sensación que el corte por el fondo de Barbour y el bloqueo indirecto para Ignerski era un mero trámite para llegar al bloqueo directo y entonces, sí, empezar a jugar. Otras veces, el balón circuló mucho mejor para acabar en una situación ventajosa para Doblas o Panko al poste. Ricardo volvió a su versión más destacada y repartió hasta ocho asistencias, la última de ellas, en la única división sobre la defensa en zona, que por cierto sirvió para que Poch la quitara.
La zona, problema perenne a la hora de atacar esta temporada. Hasta el triple de Panko y esa penetración de Uriz, que acabó en un dos más uno de Doblas, los ataques estaban marcados por el abuso del bote y del tiro de tres, la escasez de circulación y la omisión de balones dentro. Los mismos defectos que ha arrastrado toda la temporada en este aspecto del juego.
En defensa, hay que destacar que la idea que implementa Laso, donde las ayudas no tienen mucha vigencia y se fomenta la responsabilidad individual, en este partido surtió efecto y, a la vez, tuvo vías de aguas. Porque en esta disposición, Richard Hendrix quedó totalmente anulado; no pudo aprovechar espacios ni segundas opciones, siempre estuvo incómodo y fue superado tanto individualmente por Doblas y Miralles, como colectivamente por la defensa del Lagun Aro. En el lado negativo, el tremendo hueco dejado en mitad de la zona que permitió demasidas penetraciones sin mayor oposición. Hubo tramos del partido en los que si un jugador de perímetro nazarí superaba a su par, la canasta era casi segura. Tengo grabada en la retina una penetración del Galgo Gianella en la que Ignerki literalmente, ¡se pone de espaldas! en lugar de ponerse en su camino. La jugada acaba en pase por la espalda de argentino para Jazvin, para que éste falle un bandeja sencilla.
Pero lo cierto es que en este partido lo positivo supera a lo negativo. También porque los segundos finales se juegan con cierto. Trifon Poch no debía saber los problemas que últimamente ha atravesado el equipo de Laso en los ataques postreros cuando el partido está apretado y queriendo para sí la última posesión (algo legítimo, pero en este caso equivocado) puso las cosas más fáciles al GBC permitiendo a Uriz unos tiros libres que devolvieron el liderato a un Lagun Aro, que después, eso sí, cerró perfectamente la puerta a Gianella en el último ataque nazarí. Uriz recuperó el balón, perfectamente colocado en línea de pase y el mate de Panko certificó la victoria.
En resumen, buena victoria pero tibio consuelo, alegría por la permanencia pero una alegría ciertamente vana. Es necesario un profundo examen de conciencia sobre esta temporada y aprender de los errores; porque si pensamos que con esto es suficiente, mal iremos.