Anoche tuve un sueño en el que el Lagun Aro GBC y su afición tenían la ilusión por bandera. En el que el equipo superaba todo tipo de dificultades, sin excusas ni pretextos y alcanzaba el mejor momento de su historia a estas alturas de temporada en la ACB. Es curioso, porque en el sueño, después de ganar por primera vez en canchas como Badalona o Gran Canaria, el Lagun Aro visitaba la pista que de verdad le ha negado la felicidad de la manera más cruel posible y de forma reiterada… Y no sólo rompía esa terrible maldición, sino que lo hacía venciendo a todos los elementos, jugando uno de sus mejores partidos y cerrando la victoria con un final digno de una película. Esa victoria suponía igualar la mejor primera vuelta jamás lograda en ACB a falta de dos partidos para terminarla y marcar nuestra mejor racha positiva con cinco victorias consecutivas. Por no hablar de establecer un nuevo récord de triunfos fuera de casa, con cuatro, sin haber llegado siquiera al ecuador de la campaña.
Soñé que el equipo, después de años sin ganar en el mes de enero, no sólo lo hacía sino que demostraba que, al contrario a lo que estamos acostumbrados, su camino es de menos a más, cambiando pasadas recesiones por una progresión imparable. A falta de una plantilla profunda, confeccionada a golpe de talonario, el GBC de mi sueño iba con un equipo justito, al que las lesiones y otro tipo de contratiempos le dejaban prácticamente en cuadro; pero a cambio, utilizaba la unión y el carácter para salir adelante de una manera brillante. Ante un 0-4 de inicio y un 2-8 posterior, era capaz de llegar a las dos últimas jornadas de la primera vuelta con un balance de 7-8, a apenas a un pasito de lograr la clasificación para la Copa del Rey. Cuando todo parecía estar en contra, varios ingredientes conformaron la fórmula para darle la vuelta a la situación: una creencia inquebrantable en sus posibilidades y una afición ejemplar que jamás dio la espalda cuando más necesitaba su apoyo.
El tema de la afición resulta llamativo porque llevaba tiempo demandando una razón para ilusionarse y ahora que la tiene está siendo un factor determinante en el crecimiento del Lagun Aro. El influjo positivo que ejerce ahora mismo la parroquia del GBC es ejemplar. Buen rollo por bandera, jamás se rinde, jamás abandona la sonrisa. Y ahora está recibiendo el premio que merece; pero nuestro aficionados siempre han sido un bendición, esto no es nuevo. De hecho, todo el entorno está ayudando, incluido un patrocinador que merece un reconocimiento; no sólo por ofrecer un sustento económico vital para el club, sino por una implicación absoluta que colabora en todos los estamentos que hacen que la máquina funcione.
En mi sueño, la plantilla -como antes he dicho, corta- alcanzaba un nivel de compenetración, asunción de roles a la perfección y de confianza los unos en los otros que daba un sentido total al término equipo. El partido en cuestión en el que se desarrollaba la última parte de mi sueño, el de Bilbao, tenía al conjunto como protagonista, pero dos líderes principales; un Andy Panko titánico, capaz de soportar toda la presión y dureza física del rival, en muchas ocasiones al margen del reglamento, echándose el equipo a la espalda una vez más y sumando e MVP de la jornada más dulce que se pueda imaginar. Y junto a él, Sergi Vidal, un ganador nato que a base de lucha se convirtió en el artífice del milagro en los momentos decisivos. Junto a ellos, cada esfuerzo del resto de sus compañeros supuso convertir en posible lo que hasta ahora creíamos inviable. En real lo que hasta ahora era un sueño.
Y es que da la casualidad de que ese sueño que tuve anoche es más real que nunca. Que afrontamos la temporada más ilusionante desde que estamos en la Liga ACB y que parece que esto no tiene final. No sé si estaremos o no en la Copa del Rey, a pesar de lo que ha hecho el equipo, lograr ese billete para nuestra primera gran cita sigue siendo muy complicado… pero como para decirnos ahora que dejamos de soñar con ello. De hecho, esta vez sí que hay que dejar la mente volar, porque si no se consigue no pasa nada, el equipo sigue su camino, su progresión y nos promete que esta temporada no tendremos que resignarnos a una segunda vuelta desierta de esperanza, sino todo lo contrario, esto no hay quien lo pare. Y evidentemente algún día tocará cruz y llegarán las derrotas, algo que no debe preocuparnos sabiendo que este equipo da siempre el máximo de lo que tiene dentro. Es como para que nos sintamos muy orgullosos.
Yo, desde luego, me siento orgulloso e ilusionado y cargado de ganas para que llegue el próximo partido. Y como a mí, esto le pasa a toda la afición guipuzcoana al baloncesto. Las gradas de Illumbe cada día están más pobladas y más ruidosas; cada día se nota más como se divierten e identifican los aficionados con este equipo y si no paro de alabar lo que está haciendo el equipo, no puedo dejar de lado al artífice de todo esto: Sito Alonso. Su liderazgo, su carácter y su baloncesto nos han traído donde estamos, él es e el causante principal de esta ilusión renovada. Y ahora, sin saber ni pensar si estaremos o no en la Copa, me parecería un gesto idóneo pensar en su renovación. ¿No dice siempre este club que es partidario de los proyectos a largo plazo y la confianza en sus entrenadores? Pues bien, no creo que hagan falta más argumentos para estar seguros de que esta es la persona que necesitamos al frente de la nave.
Y por último, ya plantado en la realidad, quiero comentar el partido de Bilbao. Un diez para equipo y afición. Los jugadores supieron, como vienen haciendo, creer hasta el final a pesar de todas las dificultades; este equipo ha sabido convertirse en guerrero y lo ha hecho a base de golpes… ahora son ellos los que ríen los últimos. Y en esta ocasión, no puedo evitar decirlo, después de un arbitraje infame. Infame. Si el efecto Miribilla consiste en dejar hacer a los hombres de negro lo que les dé la real gana, menuda gracia… Porque Mumbrú debe tener carta blanca para campar a sus anchas, sin técnicas, ni faltas, ni nada por el estilo… A Panko y a Baron se les puede maltratar sin medida que no se va a pitar nada y lo que son pasos, dobles, etc sólo debe existir para el equipo visitante porque cuando los hace el local hay una bula gigantesca. Y esto por no hablar de las faltas antideportivas… hasta cuatro o cinco pudieron pitar los árbitros con el GBB, tragándose el pito en todas las ocasiones. Que ganáramos el partido no hace que se nos olvide que nos lo pusieron más difícil de lo debido.
Por lo que importa de verdad es que el equipo jugó mejor que los bilbaínos, creyó más y con más fuerza y demostró que ni mandándole mil veces a la lona van a conseguir que no se levante. En ataque inteligencia y capacidad para llevar el balón a las manos correctas acabaron con el kárate-press de los de negro… y en defensa, aunque de manera intermitente y con lagunas que hay que mejorar, el equipo gana en agresividad y efectividad. Hemos encontrado el camino, pero hay que seguir recorriéndolo… trabajo, trabajo y trabajo; es el único secreto junto a la confianza ciega que demuestra cada día el Lagun Aro.
Sé que esto es real, precisamente por eso voy a seguir soñando, con más fuerza si cabe, porque Sito y sus hombres se han empeñado en hacer realidad todas nuestras ilusiones. La que viene esta semana es de esas que se califican de imposibles: Si somos capaces de ganar al Barça el billete para la Copa estará prácticamente en el bolsillo. Nadie da un duro por nosotros, pero ya estamos acostumbrados a eso, ¿no? Se trata de que nosotros sigamos confiando al margen de lo que nadie pueda decir. Es la mayor lección que nos está dando nuestro equipo, tomemos ejemplo. Y hagamos dos cosas: No dejar nunca de soñar y poner todos los medios que tengamos para conseguir que nuestros sueños se hagan realidad. Nos vemos el domingo en Illumbe para disfrutar del Lagun Aro… Porque no estoy por la labor de parar este sueño; supongo que vosotros tampoco.