Un segundo, un pequeño instante, preciosas décimas eternas viendo un balón abandonar la mano a golpe de muñeca, volando fugaz, hasta besar la red sin pagar peaje en el aro; es razón más que suficiente para recordar vivamente todas y cada una de las razones por las que el baloncesto nos engancha hasta el tuétano. Vale y sobra. Es belleza pura transformada en deporte. Y siento ponerme trascendente de inicio pero no me digan que vivir en directo un tiro que revienta un partido no les provoca una catarsis de alegría absoluta… a mí, sinceramente, me devuelve a la infancia, porque vivo esos momentos con una emoción y unos nervios tan a flor de piel que me llevan directo al pasado, al sofá de mi casa, sentado al lado de mi padre, y vibrando con mis primeras citas con la NBA y la ACB, descubriendo el País de las Maravillas, un mundo que ya nunca quise abandonar y al que me transportó ayer Jimmy Baron directamente con un golpe de genialidad.
De verdad que por estas cosas vale la pena todo el sufrimiento anterior y un último minuto de no poder parar quietos en el asiento. Porque cuando el equipo decide ser valiente y convertirse en dueño de su destino, cambiar conformismo por ambición, realmente se hace acreedor de una suerte que se empeña en perseguir. Por que si el destino existe, éste no se te va a presentar mientras lo esperas sin hacer nada, sólo va al encuentro del que sale a por él. Y luego también sucede que si tienes al mejor tirador de la liga, una bestia desde la línea de tres, en la que todos confían, lo buscan en dos momentos en los que el balón quema como el fuego y él demuestra que imposible no es un hecho, sino una opinión, todo parece más fácil. Jimmy Baron hizo parecer sencilla una situación de máxima tensión; él tuvo la tranquilidad, la sangre fría de un pistolero del Viejo Oeste, para coger la pelota más caliente con el tiempo agotándose, fintar para que Aguilar volara y obrar el milagro con una clase que está al alcance de muy pocos.
Este buzzer beater pasa directamente a formar parte de la memoria colectiva del Lagun Aro GBC y a ocupar un puesto junto a Hopkins, Panko y sobre todo, en el mayor de los altares de este apartado, Esteban Martínez. Un instant classic que se llama ahora a cargo de nuestro Jimmy. Y digo nuestro porque cuando lo ha pasado mal hemos sufrido con él y cada paso que ha dado hacia la luz le hemos acompañado con total apoyo, es obvio que el de Rhode Island hace mucho que nos tiene ganados. Y por eso, la explosión de alegría fue completa. Un final feliz en toda regla.
Pero un final feliz parcial, porque el paso dado ante el CAI me resulta fundamental, clave, una nueva declaración de intenciones de este GBC al que por mucho que lo hundas no consigues ahogarlo. Da la sensación de que a principio de temporada se hartaron de quedarse tirados en la orilla y han decidido que eso se acabó. Porque por mucho que se haya instalado esa falacia de que el conjunto que entrena Sito Alonso gana por su acierto, últimamente, nada más lejos de la realidad. Las últimas victorias son un buen ejemplo, pero ésta, la lograda ante el CAI es el paradigma de la constante lucha por seguir enganchado a un partido cuando los tiros no te están entrando.
Y es cierto que hubo un par de momentos que el Lagun Aro dio la sensación de que podía romper el partido con su juego, pero no lo consiguió y las tornas cambiaron hasta llegar a verlo realmente feo. No imposible, porque este grupo ha sacado esa palabra de nuestro diccionario, no existe el no se puede, funciona el pelear hasta el último aliento y creer hasta las últimas consecuencias. Por eso, después de tener que hacer malabarismos para empatar el partido, a nueve segundos del final Sito (aunque el diga el equipo) decide ir a por todas, mandar al CAI a la línea y en el último ataque buscar de manera descarada la victoria. Pudo haber salido mal, pero resulta que la suerte suele favorecer a los audaces y otra vez salió cara. Pero más que eso, otra vez nos volvieron a regalar un momento para engancharnos más con este equipo… es que te obligan. Es obvio que la identificación de afición y equipo es máxima.
El partido fue duro, el rival era peliagudo y hubo momentos complicados. Pero otra vez y ya he perdido la cuenta, se demuestra algo que nuestro entrenador nos está intentando meter en la cabeza: no podemos ganar si no sabemos que hay que darlo todo cada segundo y esta el final, con el viento a favor y en contra. Y así nos va maravillosamente bien. El conjunto aragonés puso ante nosotros un partido lleno de trampas, con la pintura cerrada a cal y canto y nuestro tiro exterior pasando más problemas de los habituales; Cabezas prosperando en el cuerpo a cuerpo, su juego interior anotando más fluidamente que el nuestro y Bracey Wright tirando él solo más tiros libres que todo nuestro equipo junto. Ante eso, el GBC se empeñó en lo que le gusta empeñarse, en ser él mismo y no querer hacer cosas raras… y como suele pasar, sin volverse loco, las cosas le acaban saliendo bien. Si un adjetivo define a la perfección a este grupo es el de superviviente. Aquí no se rinde ni el apuntador. Jimmy brilló y fue el artífice de un final de ensueño, pero hasta llegar ahí vivos todos y cada uno de los miembros de una rotación extensísima puso ladrillos para reforzar la construcción de la victoria. Esto es un equipo.
Y así nos vemos en la tesitura de que a falta de trece partidos para el final de la liga regular, estamos a dos victorias de igualar nuestra mejor marca en la ACB. Trece triunfos suponen nuestro techo, pero este equipo no entiende de límites de ningún tipo. Es para descubrirse totalmente con ellos. Quien nos lo iba a decir, a estas alturas y seguimos creciendo y seguimos prosperando y seguimos saliendo airosos de situaciones en las que tradicionalmente -y más a estas alturas de temporada- estábamos acostumbrados a morder el polvo. Y ya no es una cuestión de ganar o perder, es el cómo y en eso este GBC es intachable. Por eso la afición al basket en Gipuzkoa está disfrutando de esta manera. Y el caso es que queremos más, este próximo domingo vuelve a haber partido en Illumbe y tenemos la oportunidad de seguir pasándolo bien con el Lagun Aro. Nos visita ni más ni menos que toda una institución de baloncesto español, el Estudiantes, palabras mayores. Es cierto que lo están pasando muy mal, pero nada de perderles el respecto, no va a ser un paseo y el que piense que va a asistir a una victoria plácida creo que se equivoca. Toca sacar otra vez nuestro mejor juego porque el hecho de haber caído a puestos de descenso les convierte si cabe en más peligrosos. Así que ya saben, a soñar un poco más, un poco más fuerte; que esta temporada parece que todo se quiere hacer realidad.