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Puerta atrás

Vamos a contar mentiras

Ahora que seguimos palmando, si les parece, vamos a contar mentiras. Vamos a consolarnos pensando que en el derbi ante Baskonia el Lagun Aro GBC al menos ha recuperado la actitud. Vamos a optar por la visión opaca, por la opción fanática y obviar que tenemos problemas endémicos que nos mantienen en la situación clasificatoria que merecemos. Sí, la que merecemos. Por deméritos propios. Podemos mirar para otro lado y jugar a contar mentiras. Pero si es eso lo que estaban buscando, lo mejor que pueden hacer es dejar de leer este artículo ahora mismo. Porque qué quieren que les diga, a mí que el equipo haya demostrado por fin actitud y carácter ni me consuela ni me alivia. Y no lo hace porque esas premisas son una obligación que el equipo toma para con la afición -o al menos debería tomar-; que después de unas cuantas semanas la actitud aparezca no me parece ningún motivo para la celebración. Que vamos 1-9, que ocupamos los bajos fondos de la ACB, si con eso el equipo no le pone carácter, apaga y vámonos. Lo decía Javi Salgado nada más acabar el partido ante Baskonia, “se me cae la cara de vergüenza” por el hecho de que la directiva haya tenido que pegar un toque de atención al equipo y demandarle actitud. Ya pueden dar las gracias a la afición que tienen, que les apoya incondicionalmente y no les da otra cosa más que calor y apoyo. Desde luego que vergüenza les tendría que dar. Y unos cuantos lo intentan hasta quedarse sin aliento, hasta chocarse mil veces contra un muro. Otros, nada de nada. La misma historia de siempre.

Una cosa es que el equipo le haya puesto ganas, que la actitud en esta ocasión ha sido constante y convincente. Y otra, que la falta de identidad que demuestra es una de sus mayores lacras y fuente de inconsistencia. Porque el equipo es inconsistente. Mental y baloncestísticamente hablando. La definición de los roles está difuminada, al menos en la práctica. Echamos de menos figuras referenciales, cuya falta desordena por completo la configuración del equipo. Y ello nos ha llevado hasta ahora a no ser capaces de competir. Y el día que al fin logramos hacerlo; los vicios, las costumbres y desconfianza nos condenan a no poder hacernos acreedores del resultado que tuvimos en la mano y que tanta falta nos hacía.

Porque estamos estancados. Y recuperar la actitud y ser capaces de competir durante todo un partido son síntomas esperanzadores pero también estériles si no conseguimos ganar pronto. Esa reacción -que dicho sea de paso, hay que refrendar poderosamente en las próximas citas-, si no viene acompañada de victorias, corre el peligro de diluirse. Para ser sinceros y dejándonos de historias, lo que nos hace falta como el comer son las victorias. Porque evidentemente que para sumar triunfos de manera continuada lo importante es practicar un buen baloncesto. Pero ganando compras tiempo y confianza para lograr ese objetivo del buen juego. En este derbi las buenas intenciones son maravillosas pero la cruda realidad es que nos vamos a casa con la novena derrota en diez partidos y perdiendo con el peor Baskonia que jamás haya pasado por Illumbe. Y eso no le quita mérito al despliegue del equipo, pero sí da qué pensar en cuanto a su capacidad de cerrar partidos. Esto es como todo, cuando ganas, ganar se convierte en un hábito, en una costumbre; pero al revés, pasa lo mismo. Y tenemos que romper esa dinámica como sea o todo el esfuerzo corre el riesgo de perderse por el sumidero y dejarnos un berrinche de campeonato.

Ahora es cuando podemos contar alguna mentira o algún cuento de lo bien que está el equipo después de la mejora mostrada. Pero es que no es así. El equipo tiene graves problemas y los jugadores están jodidos. Cuando remas con todas tus fuerzas y acabas ahogándote en la orilla la sensación con la que te vas a casa no es la de “qué bien hemos jugado y qué pena que casi ganamos”; no, se van con la sensación de haberlo dado todo y que no haya valido para ganar. Personalmente, me da mucha rabia por lo que lo están intentado con todas sus fuerzas. Especialmente por un Javi Salgado que está siendo víctima toda la temporada de duras críticas y que para mí es una bendición poder contar con él, más si cabe en una situación como la que afrontamos. Y no porque haya firmado el mejor partido de su carrera en el apartado numérico (importante matiz éste último, porque mejores partidos ha jugado). Tener a Javi es vital porque es absolutamente consciente del lío en el que estamos metidos, toma la responsabilidad en todos los sentidos y aunque suene extraño decirlo, contra Baskonia hizo exactamente lo que viene haciendo desde hace muchas jornadas: cargarse el equipo a la espalda, tirar de galones y asumir responsabilidades que no cualquiera toma. La diferencia es que esta vez le ha salido perfecto en cuanto a acierto. No nos engañemos, el día que ha hecho algo parecido y no le han entrado los tiros, después, le han caído palos por un tubo. El día que las mete es el más guapo y el héroe del momento, pero cuando lo intenta y no le sale, se le señala con el dedo y carga con las culpas. Lo bueno de Javi es que está dispuesto a aceptar esa realidad y el próximo día que tenga un metro, tirará el triple o si ve al compañero solo, pasará el balón. Yo me alegro de que esté él para tomar las decisiones. De hecho, en las últimas posesiones, yo hubiera matado o muerto con el balón en sus manos. Pero a toro pasado, todos somos Manolete. Los dos últimos minutos de apagón responden mucho más a asuntos de dinámica, confianza y convicción.

Pero no ha sido Javi el único que ha tirado del carro. Lo de Ibekwe dando la cara ya es una constante, lo mismo que lo de Guille Rubio en el factor esfuerzo. Ellos nos han sostenido cuando nada más funcionaba. Y hay que entender que no, que no es suficiente, que por mucho que hayamos disfrutado de buenas sensaciones por una impresión muy diferente del equipo sobre la cancha, van a hacer falta muchas otras cosas para poder ganar un partido ante cualquier rival ACB. El sentido colectivo de la defensa ha sido mucho mayor, pero en ataque no damos con la tecla.

Y es una realidad que para un equipo económicamente humilde como es el Lagun Aro GBC, que tus tres jugadores llamados a marcar las diferencias en ataque combinen un tétrico 3/17 en tiros de campo (Woods 1/5, Taylor 2/12 y Kuksis 0/0)  es un peso muy difícil de sorportar. Con el último en llegar existe disculpa o al menos merece nuestra paciencia, porque se ve aún perdido. Pero los otros dos son harina de otro costal. En fin, Kuksiks está embarcando ya de vuelta a Riga como siga en este plan, porque los datos cantan por sí mismos: Desde que renovó su contrato firma un espeluznante -7 de valoración acumulado en cuatro partidos, con 1/6 triples y tres puntitos por partido. Está pasando por el juego sin pena ni gloria, como una sombra y si no va a aportar nada, ¿para qué vamos a renovarle? Tiene un mes para ponerse las pilas, aunque no sé yo. Lo que sí sé, es que, se quiera ver o no, el mejor extracomunitario que ha entrenado Sito Alonso es en sí mismo uno de nuestros mayores problemas. Hablando únicamente de lo que da sobre el parqué, su despliegue es pésimo, su aportación es nula y su defensa es inexistente. Sus porcentajes de tiro menguan por momentos y si ya eran flojos, desde que conseguimos la primera y única victoria, todavía han bajado más; en los últimos cuatro partidos, de los que ha jugado tres, ha firmado un porcentaje de tiros de campo de 25% (empeorando su total de 32%) y suma -4 de valoración entre todas esas citas. Lo sé, las estadísticas no reflejan los intangibles, esas cosas que no se ven; pero es que el juego de Woods, tampoco. Entre el expulsado Korolev y Qyntel Woods se ha generado un agujero entre el puesto de tres y cuatro para el que desgraciadamente no tenemos suficientes efectivos para cubrir con solvencia. Esto es así, si te sale mal el americano que te tiene que marcar las diferencias, ganar partidos va a convertirse en una tarea harto complicada. Woods no nos está dando absolutamente nada, es un lastre, una rémora y una de las causas de que estemos como estamos. Esto, me parece, es algo que ve Illumbe entero.

Y entre los que están dando la cara y los que no terminan de funcionar, hay algunos jugadores que dan mucho qué pensar. A mí se me cae el alma a los pies con Papamakarios. Porque no deja de intentarlo, no deja de tratar de dar más de lo que realmente puede… pero su confianza de cara al aro está por los suelos. Está teniendo que asumir su trabajo, más otro que no debería de corresponderle y al final se va frustrado a casa porque está queriendo pero no está pudiendo. Y creo que hay cero dudas de su compromiso, por eso es tan duro que no le salgan las cosas. Y el otro caso que me viene a la cabeza es el de David Doblas. Su disposición, su lenguaje corporal, sus gestos… todo es para sumar; hay facetas del juego en las que da mucho, pero no puede ser que el jugador que mejor porcentaje de tiro tiene de todo el equipo sea casi el que menos tira a canasta. Es un problema del juego colectivo, sin duda, pero también es hora de que David dé un condenado golpe sobre la mesa de una vez por todas y diga, “soy uno de los pilares de este equipo, cuando juego, cuando recibo en la pintura tengo ventaja sobre mi par; cuando tiro, casi siempre acaba en canasta; así que dadme la bola que la voy a meter”. Le necesitamos, sus puntos nos hacen falta para lograr mayor balance en nuestro ataque, más equilibrio. Pero el caso es también que como no las metemos de fuera, se nos cierran y con las ayudas es muy difícil que se creen ventajas para el cántabro.

La verdad es que creo que Sito Alonso está ante el mayor reto de su carrera. Ya ha demostrado con creces que es un entrenador magnífico, de los mejores, si no el mejor de toda la Liga. Ha sido capaz de construir un equipo que dio mucho más de lo que se esperaba de él, jugó un baloncesto maravilloso y efectivo en cuanto a ganador. Pero eso ya pasó. Ahora tiene que cargar con la sombra de aquello y lograr invertir una dinámica negativa y una situación estancada. Y hacerlo con un equipo que tiene carencias, pero que da más de sí que lo que nos está demostrando. Tiene tarea en lo que a juego se refiere y también en el aspecto moral y emocional; mucha, en ambos casos. La tendencia es negativa y el técnico tiene que enfrentarse a todo eso, encontrar soluciones, tomar decisiones difíciles y conseguir invertir el statu quo de manera radical. No es una tarea sencilla, de hecho, es mucho más complicada que la de la temporada pasada. Pero si alguien puede hacerlo es él. Confianza, incluso fe absoluta del entorno la tiene toda. Es ahora, cuando las cosas van fatal, cuando de verdad tiene que demostrar toda esa idiosincrasia que le define. Es ahora, más que nunca, cuando la nave del Lagun Aro necesita una mano firme que la guíe. Se ha ganado el absoluto voto de confianza. No creo que nadie piense que pueda haber alguien mejor para sacarnos de ésta. Pero él y el equipo están ante una prueba decisiva. O salimos pronto de ésta o vamos a sufrir mucho. Y la actitud es el primer paso, para hay que labrar una identidad sólida, el Lagun Aro GBC tiene que volver a ser reconocible, tiene que volver a enganchar, a ilusionar, a conseguir que el aficionado se identifique con él. Porque últimamente, no había mucho con lo que identificarse. Aunque por encima de todo, tiene que encontrar la manera de ganar.

Es duro mirar de frente a la situación en la que estamos inmersos. Pero el hecho de haber fracasado hasta el momento, sólo significa que lo hemos intentado de manera equivocada. Hay que volver a intentarlo en busca de la correcta. Que los errores se conviertan en motivación, no en excusas. Y empezar por identificar lo que está pasando, analizarlo y cambiarlo. Porque si todo va fenomenal, entonces no cambiamos nada y nos dedicamos a mecanizar errores. Hace falta paciencia, está claro, pero no podemos perder el enfoque. Y por muy duro que sea, darnos cuenta de que estamos muy mal. No tener miedo a decirlo, no tener miedo a asumirlo. Y desde ahí, poder cambiarlo. Ante Baskonia se recuperaron algunas premisas ineludibles. Pero estamos aún muy lejos de donde debemos estar. La afición ya ha demostrado claramente que está por la labor. Le toca al equipo. ¿Contamos mentiras y suavizamos la situación o encaramos el problema y le ponemos remedio?, ¿os queremos así? No, queremos más. Esperamos mucho más del Lagun Aro GBC.

 

Iker Sagasti. @sagastiker

Fotografía: Ortzi Omeñaka. @ortziomenaka

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