Una imagen vale más que mil palabras y la del equipo durante a segunda mitad y más, durante los últimos cinco minutos de partido, habla por sí sola y nos deja a todos sin nada que decir. Se define sola. Y habla de un equipo entregado, sin fe, sin argumentos, sin alma. Un equipo irreconocible para una afición ejemplar en el apoyo, inagotable en el aliento, pero completamente harta de no encontrar argumentos a los que agarrarse. El discurso de agradecimiento por parte de club y entrenador es necesario, es prácticamente obligatorio y es lógico que lo hagan; pero ha dejado de ser suficiente. Casi lo hacen avergonzados y no me extraña. Porque no hay prácticamente nada más que echarse a la boca para el sufrido incondicional del Lagun Aro GBC que las meras palabras. Algo más debe ofrecer el equipo que refrende el discurso de sus rectores, porque si no, la ilusión se va a ir al carajo. El respetable que cada día de partido sube a Illumbe, está frustrado; está cansado de ir convencido de que esta vez sí, de que el GBC va a enseñarle otra cara; para acabar volviéndose a casa con una nueva decepción que sumar a las anteriores. Sin embargo, la frustración no viene sola, le acompaña auténtico pánico debido a la sensación que ofrece el equipo de ser incapaz de reaccionar, incapaz de cambiar esta situación. Y si hay una percepción que se siente clara y poderosamente por parte de la parroquia de Illumbe es que la paciencia se ha agotado. Aquí tiene que pasar algo. Así no podemos seguir. Es hora de tomar decisiones importantes que cambien el rumbo de una nave en pleno naufragio. Es hora de que quien no aporte lo que de él se espera y de lo que él necesita el equipo, se vaya a su casa. Creo que es unánime que Qyntel Woods y Rihards Kuksiks no están dando la talla y el equipo sale muy perjudicado de ello.
En cualquier caso, este aspecto irreconocible que ofrece el Lagun Aro GBC no sólo lo percibe el aficionado; los responsables del club, el cuerpo técnico y hasta la propia plantilla son conscientes de que éste no es el estilo del Gipuzkoa Basket, que hay ciertos códigos, ciertos mínimos que no se están cumpliendo y que la identidad y los valores que siempre han ido de la mano de este club -y que Sito Alonso ha potenciado-, en este momento no se encuentran por ninguna parte. Algo tiene cambiar, algo tiene que pasar, un golpe de timón que saque al equipo de la deriva que atraviesa en este momento.
El margen de mejora, el tiempo para acoplarse, los ratos de buen juego ya no valen. Ahora hay que cumplir, jugar de otra manera y ganar. Es que estamos a mediados de diciembre e Illumbe aún no ha sido testigo de una sola victoria local. Por eso la esperanzadora primera mitad ante Gran Canaria no sirve de consuelo; es que no es suficiente en absoluto. Exactamente igual que pasa con las buenas sensaciones vividas ante Baskonia… no valen de nada cuando no encuentran un refrendo. Después de demostrar y demostrarse cuál es el camino, lo que viene después no es que no lo corrobore, es que lo arruina por completo.
Y hay que reconocer que la derrota ante Gran Canaria tiene dos caras radicalmente opuestas. La primera parte representa el camino a seguir, enseña los mecanismos que funcionan y significa un rayo de luz en medio de la más absoluta oscuridad. Ver que el equipo carbura con cualquiera de los dos bases en cancha, que Taylor puede ser una solución anotadora solvente, que David Doblas dispone de abundantes balones en ventaja, que Papamakarios anula al principal peligro exterior del rival, que apenas perdemos balones, que somos capaces de sentirnos cómodos en el juego de manera constante y somos capaces de competir de manera continuada. Sin duda es ilusionante. Todos teníamos la sensación hacia el final del segundo cuarto y durante el descanso de “eh, estamos en el partido; estamos compitiendo bien contra uno de los mejores equipos de la ACB después de haber plantado cara hasta el final a Baskonia”. Un poquito de “esto marcha” se nos pasó por la cabeza. Pero si nos atrevimos a esbozar entonces alguna sonrisa, la segunda mitad nos la borró por completo. Vuelta a la más absoluta oscuridad. Vuelta a perder balones, a olvidarnos de todo lo que funciona; vuelta al Lagun Aro GBC irreconocible. Y claro, si en la primera mitad te has ilusionado aunque un poco, la bofetada que te llevas, es de órdago.
El GBC desapareció de la faz de la cancha. Su identidad se borró por completo. Y por mucho que lo analizara, no podía dejar de pensar que no renocía a mi equipo, que no había manera de identificar sobre la pista lo que el Gipuzkoa Basket representa. Y eso es lo que me parece grave. Nada de lo que había funcionado en la primera mitad se observó en la segunda. Si acaso, la magnífica defensa de Papamakarios. De todo lo demás, nunca más se supo. Y por supuesto, la sensación más amarga del mundo durante los sobrantes cinco últimos minutos. Eso hace mucho daño a una afición que no deja de animar. Porque es cierto que no deja de animar, pero sí que deja de creer.
En lo que a los jugadores respecta, no dejo de pensar y no dejo de ver que se quiere pero no se puede. Pero esto hay que explicarlo. Hay un matitz porque parece que sólo quieren algunos, pero ellos solos no pueden. Este equipo tiene necesidades básicas. No sé si Taylor puede ser el anotador que hace falta, a veces parece que sí y su disposición resulta convincente. Pero entre el ausente Korolev y la constante incomparecencia en el juego de Qyntel Woods se ha generado un agujero enorme entre los puestos de tres y de cuatro. Un agujero muy acusado en defensa, que tanto Nocioni como Nelson han aprovechado las últimas semanas para campar a sus anchas; pero también en la aportación en otras facetas. Nuestros jugadores de perímetro con peso en la rotación no son aleros altos y fuertes en ninguno de los casos y el esfuerzo de Guille Rubio se ve muy solitario en el puesto de ala-pívot. Tenemos un problema grave ahí, los rivales lo saben, lo atacan y lo aprovechan. Y nosotros no tenemos armas suficientes para paliarlo; si acaso más bien para disimularlo malamente.
La gente se va de Illumbe amargada porque su equipo se ha llevado otra paliza, porque lo ve atrapado en el sótano de la ACB y ya resulta inconcebible esperar una semana más a ver si esta vez sí. Esto tiene que cambiar y tiene que cambiar ya, porque no funciona. Y todos los que estamos metidos en esto, tenemos que pensar en dar lo mejor que tenemos para sacar esta situación adelante, dejarnos de peleas absurdas entre nosotros y centrarnos en lo que hace falta. No podemos gastar energía en pelearnos entre nosotros, es evidente que todos queremos lo mismo: que el Lagun Aro GBC salga de ésta y si es pronto, mucho mejor. Pero lo mismo digo para los que están dentro, tenemos problemas graves a los que hay que poner remedio, pero remedios a la altura de los males y remedios que nos ayuden a crecer de alguna manera. Confiamos en Sito para encontrar las soluciones y en el club para que le dé a él y al equipo lo que haga falta para solucionar esta papeleta. Porque tenemos el público que tenemos, que no nos lo merecemos y aplaude hasta el final, pero cuando se acaba el partido se hincha a pitar, con toda la justicia del mundo, y a expresar su descontento. Que tomen nota lo que tienen que tomarla, porque la paciencia de la gente tiene un límite y estamos a las puertas de una situación insostenible, si no lo es ya.
No podemos esperar otra semana a ver qué pasa, a ver si en Sevilla suena la flauta. Hay que dar un golpe de efecto a esto, hay que hacer lo que haga falta para invertir esta dinámica. Porque mucho más peligroso que perder partidos, es perder la ilusión de los que te apoyan, de los que te sostienen. Porque si eso falta, nada tiene sentido. Queremos subir a Illumbe, mucho más que para ver ganar al equipo, para sentirnos identificados con él, a sentirnos orgullosos del Lagun Aro GBC. A reconocerle. Y ahora mismo, no hay manera. Por encima de todo, eso es lo que tiene que cambiar. Un seguidor de Gipuzkoa Basket no puede mirar a su equipo y pensar “no te reconozco”. Y si caer en puestos de descenso y llevar una victoria en once partidos es preocupante, el cómo está sucediendo eso, es mucho peor.
Quiero ver jugar al GBC e identificarme, quiero verle jugar y emocionarme; quiero divertirme con este equipo; quiero que me haga sentir orgulloso. Quiero que gane partidos para que salga del pozo en el que está metido, pero además, quiero reconocerle. Y ahora mismo no lo reconozco. Este equipo, este club, tiene que hacer algo para ilusionarnos y hacerlo pronto. Porque miles de personas están deseando pensar que son del Lagun Aro GBC y que se les hinche el pecho de orgullo. Y de momento, no se llevan más que berrinches, palizas y decepciones. Esto no puede seguir así.
Iker Sagasti. @sagastiker
Fotografía: Luis García. @lgarcia_69 / Ortzi Omeñaka. @ortziomenaka