Una victoria y un baño de realidad. Una realidad que por suerte en su mayor parte es positiva y esperanzadora, y digo en su mayor parte porque a pesar de la inyección de optimismo y adrenalina, no podemos olvidar que seguimos en una situación extrema y necesitada; aunque por supuesto hemos ejecutado uno de los pasos más importantes: traducir en victoria todo aquello que tenía aspecto de efectivo, conjuntado y decidido. Había que ganar. El resto de asuntos que vienen antes, todo lo indispensable para prosperar ya venía semanas ocurriendo, pero se queda estéril y de nada sirve si no se concreta en triunfos. Y más, en una contingencia como la que tenemos delante. Había que ganar, era el momento de ganar y se ganó. Hemos subido un peldaño, hemos tomado impulso y la tierra prometida sigue lejana pero está un poco más cerca.
Es una realidad también que las últimas citas previas al parón copero ofrecían una sensación parecida a la que vivimos al principio de la temporada pasada, cuando el equipo hablaba claro con su baloncesto pero callaba en la clasificación, y que el partido de Valladolid puede tener una serie de similitudes con el de Badalona de aquel entonces, sobre todo en cuanto a lo que a catarsis y puesta en escena de la transformación moral del equipo se refiere. Pero si pensamos que lo que viene por adelante se parece siquiera remotamente a lo que vivimos desde aquella victoria ante el Joventut, nos estaremos equivocando gravemente. La victoria de este pasado sábado significa mucho por lo que representa en cuanto a nuevo principio, nueva esperanza, expulsión de dinámicas nocivas y también por la manera y forma de lograr ese resultado que tanta falta nos hacía. Pero la dificultad, las vicisitudes y complicaciones que nos esperan poco tienen que ver con el paseo triunfal que vivimos entonces; no es lo mismo remar a favor del viento, con la mente limpia y la confianza intacta que afrontar lo intrincado de la batalla en la que ahora estamos inmersos. Entender esa diferencia y prepararnos para trece jornadas de pasión en toda la extensión de lo que ello significa, me parece fundamental.
Distinguiendo bien la situación que enfrentamos, también es real que este Lagun Aro GBC poco tiene que ver con el que naufragó hasta el fondo de la clasificación. De hecho, lleva unas cuantas semanas lavando su cara, reconstruyendo su juego, interpretando el baloncesto con mayor destreza y cordura y mejorando ostensiblemente su nivel de confianza y moral. Tanto en lo puramente baloncestístico como en lo básicamente mental, la acción y la influencia de Sito Alonso ha marcado la diferencia. Su tranquila determinación se ha contagiado al equipo y al entorno. Y a la vez, para el funcionamiento del juego, su adaptación, reajuste y a la vez creencia absoluta en ciertas bases ha ejercido como remedio para un equipo enfermo. Aunque es obligatorio observar que a la curación del equipo está colaborando cada uno de los estamentos que rodean al equipo y diría también que lo sujetan, que sustentan. El club ha multiplicado una de sus mayores virtudes, su tranquilidad, paciencia y confianza. Que el entrenador no tenga que estar temblando y pueda dedicarse a trabajar para salir de ésta, sin duda facilita las cosas; que además se pongan todos medios disponibles -que por desgracia son pocos- para retocar el equipo en busca del equilibrio, ayuda mucho y que a nadie de tiemble el pulso cuando peor están las cosas es digno de elogio. Tres cuartos de lo mismo sucede con el entorno, apesadumbrado por el curso de las cosas pero decidido a poner todo lo que está en su mano para tirar del equipo cuando éste no avanzaba. Cada uno de estos factores no pisa el parqué pero colabora de manera decisiva a que se metan canastas y se ganen partidos.
Y con este caldo de cultivo tan favorecedor como decisivo, a lo que importa por encima de todo, el basket. No se pueden poner muchas pegas lo visto sobre la cancha de Illumbe ante el Blancos de Rueda. La vocación y el gusto por compartir el balón en ataque, de encontrar a la persona adecuada para que busque el aro, el balance entre el perímetro y la pintura, el reparto a la hora de alimentar el marcador de puntos, unido a la intensidad colectiva y sentido grupal de la defensa marcan por completo la diferencia con los momentos más oscuros y terroríficos de la temporada. Son las razones principales para acudir al optimismo en un momento tan complicado como el que tenemos ante nosotros.
Hechos y razones, acciones y consecuencias. El salto dado en lo colectivo se traduce en una mejora integral en los porcentajes de tiro, destacando llamativamente el del tiro de tres, tan importante en la ACB de hoy en día y donde veníamos dando tumbos. Mejorando la circulación y tomando mejores decisiones suben los porcentajes, esto cae por su peso, pero lo que llama la atención es que perdiendo en único supuesto especialista que dicho sea de paso cuando tenía tiros renunciaba a ellos. Ahora no tenemos ningún destacado en este aspecto -si acaso Salgado- pero la fuerza del grupo está posibilitando la mejora individual y eso es lo mejor que se puede decir. Pasó algo parecido con Doblas, que tomando responsabilidades, siendo valiente y no renunciando nunca a cada situación ventajosa de la que dispuso, sin duda se vio beneficiado por la mejora general del equipo. Una mejora, a la que dicho sea de paso, el de Pedreña colaboró decisivamente en ataque, donde llamó mucho la atención pero incluso más en defensa donde su tarea fue más sorda.
Y ya que estamos con nombres, si destacamos factores en la mejora del equipo no podemos obviar a Morris Finley. Él es lo que necesitaba el equipo. Será un jugador fuera de la posición habitual que ha ocupado en su carrera, será pequeño para jugar de escolta, pero los únicos desajustes que están provocando son en los equipos contrarios. Personalidad, liderazgo, decisión. Un líder, un jugador que mejora al resto y por extensión al equipo. Se supone que tenía que sufrir en defensa (algo que puede pasar) pero de momento eleva el tono en intensidad y en ataque es un faro, no teme ni duda a la hora de tomar decisiones, aparece cuando el partido requiere que aparezca y desde el día uno está convencido de que quiere y puede ayudar al GBC a salir de ésta. Después de alguna que otra mala experiencia en las incorporaciones de esta temporada, el de Alabama ha sido por fin lo que se llama dar el clavo. El influjo de Finley potencia la mejora de Qyntel Woods, que ya venía creciendo en su juego y el hecho de tener otro jugador al que acudir le libera y le ayuda a ofrecer sus mejores virtudes al equipo.
Ante Valladolid el buen tono general fue la mejor noticia, el protagonista fue el equipo como ha pasado siempre que las cosas han funcionado aunque bien es cierto que no todo estuvo bien hecho, que hubo también alguna que otra mala decisión, que ante la zona tuvimos periodos de atasco y a la vez, cuando peor se pusieron las cosas y Valladolid nos echaba el aliento en la nuca, los veteranos sacaron a pasear su carácter. Nombrados están Finley, Doblas y Woods, no se puede dejar pasar, sería una injusticia y un flaco favor a la realidad no citar a Manos Papamakarios. Trabajo diésel durante todo el partido, defensa y más defensa, convirtiéndose en el cemento que une las piezas de este GBC, sus dos triples y la falta en ataque que saca cuando se nos ponen a seis son un billete a la tranquilidad cuando el partido más indicaba un destino más sufrido. Su garra nunca sobra y siempre suma.
Dentro del buen tono general, me preocupa el momento que atraviesan Raul Neto y Ekene Ibewke. El brasileño flojeó en confianza y dirección, donde debe dar un paso al frente, en defensa destaca y guía pero en ataque tiene que ser más base y cuando juegue al aro tiene que hacerlo sin rubor; seguro que la mejora del equipo le arrastra a él también y esto deja de ser un problema. Más me preocupa el nigeriano de Los Ángeles porque su tendencia en la bajada de rendimiento comienza a ser alargada, la lógica subida de importancia de Doblas necesita un recambio de seguridad, algo que últimamente Ekene no está dando. Nos van a hacer falta.
Al final, victoria, average recuperado -que nunca se sabe- y una declaración de intenciones más que convincente para lo que queda de temporada, que el camino que nos queda es largo y un empujón como éste nos va a venir muy bien a todos. Estamos ante un momento clave, una oportunidad de invertir las tornas y colocarnos en una situación mucho más halagüeña, pero para eso los próximos cuatro partidos van a ser decisivos. Vamos a Bilbao, recibimos a Manresa, vamos a Fuenlabrada y nos visita Murcia, ahí es nada; si fuéramos capaces de sacar al menos tres victorias de aquí, sin que estuviera nada resuelto, miraríamos la vida de otra manera… sobre todo si una de ellas es en Fuenlabrada. Es muy fácil decirlo y otra cosa muy distinta hacerlo, pero yo no lo veo como algo descabellado, jugando como el pasado sábado en cuanto a basket y carácter, me parece algo muy tangible. Eso es lo que tenemos por delante en nuestro futuro más cercano pero lo que ya es toda una realidad es que hemos encontrado el camino, lo hemos descubierto, la fórmula para que esto funcione, se sumen victorias y comencemos a escalar. Jugando así la ilusión se va a blindar, porque no sólo se trata de ganar y salvarnos, se trata de cuidar esto que tenemos, que es muy especial y que hemos construido y construimos entre todos cada día y se llama GBC. Vamos a por ello que tenemos trece partidos por delante para apretar los dientes, para pelear, para sufrir y por encima de todo, para disfrutar. Hemos dado un paso necesario, la realidad dice que tenemos que dar más… estamos preparados para hacerlo. Y con Miguel Santos animando desde su asiento. Son muy buenas noticias.
Iker Sagasti. @sagastiker
Fotografía: Ortzi Omeñaka. @ortziomenaka