“No se mide al ganador por las victorias, sino por las ganas de ganar“. Psicobasket XCIV. Gonzalo Vázquez.
Restaba 1:48 para que cayera el postrero telón. Después de 38 minutos y 12 segundos de inagotable esfuerzo; otros dos partidos de cuartos de final y 34 citas de temporada regular, las ya exiguas fuerzas que atesoraba el Lagun Aro GBC comenzaban a esfumarse. Valencia volvía a tomar siete puntos de renta. Respiraban los taronja, aliviados. Sólo unos segundos antes el mejor triplista de la ACB tuvo el balón perfecto para devolver la igualdad al marcador. Una remontada de trece puntos que estaba a un paso de culminarse. 66-66. Toda la marea azul empujó ese balón hacia adentro. Pero Jimmy falló. Y poco después era Sergi el que volvía a errar un triple librado desde la esquina. Se le salía dentro. Ése nos ponía a dos, pero tampoco quiso besar la red. Mientras Vidal explotaba con gestos de rabia y frustación, al entrenador del Lagun Aro se le escapaba una sonrisa de incredulidad. Habían llegado tan lejos para que el destino les diera la espalda. Un destino que se empeñaron en perseguir desde el primer hasta el último día. Y el tiro estaba bien lanzado. El balón llegó a las manos adecuadas. Simplemente no entró. Valencia volvía a tomar aire en forma de siete puntos de ventaja con poco más de cien segundos por jugar. Sito paró el partido. Tiempo muerto. El titánico esfuerzo de Papamakarios y Lorant estaba fuera del partido por faltas. Betts cojo y un Vidal mermado jugando de cuatro. No quedaba otra. El MVP de la ACB estaba fuera del partido antes siquiera de comenzar. Javi, Raul, Jimmy, Sergi y David en pista. Toda la carne disponible puesta sobre las brasas. Siete abajo y la grada valenciana celebrando ya el pase a semifinales. Tiempo muerto.
“Qué buenos sois… Tíos, sois buenísimos, es increíble lo buenos que sois. Aún podemos darle la vuelta… ¡y vamos ha hacerlo todo hasta el final para darle la vuelta!”. Después llegaría la pizarra, pero Sito Alonso ponía sobre la mesa lo que pensaba de su equipo. El orgullo de lo que habían hecho, por delante de todo.
Muchos metros más al fondo y más arriba, Gari, Juanma, Javier, Imanol, Iker, Iván, Borja, Christian y un puñado más de decenas de locos maravillosos, de gladiadores romanos, peleaban contra la afonía para que sus gargantas azules alcanzaran al GBC entre la muchedumbre naranja. Ellos también creyeron en el equipo de principio a fin. Y el equipo se lo agradeció antes y después.
El partido terminó con Valencia en las semifinales y Lagun Aro GBC odiando perder; se ha empeñado tanto el equipo en darle la espalda a la derrota que incluso con la cabeza alta y las botas puestas, el sabor es amargo. Pero la derrota era el final de los cuartos de final de la Liga ACB. Significaba cerrar la temporada en el quinto puesto de la clasificación y con un billete para viajar por Europa garantizado. Significaba tocar el cielo con los dedos y aun así la sensación de querer más, de mantenerse hambrientos incluso después de que todo hubiera acabado. Es el orgullo y el carácter ganador del Lagun Aro GBC.
Reconozco que siempre soñé con que me dieras una temporada así. Llevamos una década compartiéndolo todo. Bueno, tú juegas y yo lo cuento, pero siento que estamos juntos en esto. El 23 de mayo de 2006 todo cambió para siempre, pero desde entonces, con la promesa de que tenías algo especial, diferente a los demás, sólo he esperado grandes cosas de ti. Y no ha sido un camino fácil. Hemos ido creciendo y hemos ido aprendiendo, pero ya hacía mucho tiempo que la travesía por el purgatorio comenzaba a hacerse larga y tediosa. Estábamos perdiendo ilusión y cada vez caminaba menos gente a nuestro lado. Recuerdo cuando no ibamos ni mil al Gaska… y llegamos a llenar Illumbe. Pero aunque el barco estaba perfectamente a flote, el pasaje era cada vez menor, hacía falta que sucediera algo.
Eran ya un par de años en los que te pedíamos un paso al frente. No ganar la liga, sino crecer. Avanzar en lugar de quedarnos parados. Y llegó el verano. Y llegó Sito. Y llegaron los problemas. Lesiones, promesas rotas y el tiempo que apremiaba. Pero una curiosa sensación de ilusión burbujeando en el estómago. Eso sí, seamos justos, el comienzo no fue nada sencillo. Empujábamos fuerte llamando a la puerta adecuada, pero ese precioso juego no se concretaba en victorias. Por tres, por tres, otra vez por tres… no había manera. 0-4. El equipo transmitía una sensación maravillosa en lo que a baloncesto se refiere, pero ésta se quedaba en un susurro difícil de percibir entre tanto grito de preocupación. Y cinco mil valientes en Illumbe, muy bien avenidos, eso sí. 2-8. Lorant lesionado y Adeleke entonado el pies para que os quiero. Con la primera vuelta encarando su ecuador el purgatorio al que tristemente nos habíamos habituado comenzaba a tener temperaturas infernales… Sin embargo, había algo, este equipo tenía algo; no sólo que jugara bien a baloncesto. Tenía alma. Pero claro, eso sólo es un concepto y además, invisible. El alma no se ve y menos cuando ante tu ojos sólo hay derrotas.
Fue entonces cuando Mauri Idiakez le preguntó a Sito Alonso cuántos partidos pensaba que se podían ganar en lo que restaba de primera vuelta. “¿Quedan siete? Los siete… aún iríamos a la Copa, ¿verdad?”. Estábamos en puestos de descenso y Mauri ha visto muchos entrenadores charlatanes en su carrera, sin darse todavía cuenta de que Sito era justo lo opuesto, la pregunta llegó como un resorte. ¿Pero es una pose, de verdad te crees eso?. Y entonces llegó una de las primeras, de muchas exhibiciones de carácter y confianza absoluta en el equipo que ha dado esta temporada Sito Alonso. “¿Me ves en la cara que no lo crea? Lo creo de una manera radical, no sabes hasta que punto…“.
Lo que pasó después hasta alcanzar el brillante colofón de Valencia, lo sabemos todos, de hecho lo tendremos grabado en nuestras retinas para siempre… Fue un no parar. Empezaste a ganar, empezaste a creer y el buen juego se tradujo en victorias. Se tradujo en ilusión. Se tradujo en maldiciones rotas, récords tirados por el suelo y el mar de asientos vacios en Illumbe cubierto por una marea azul que a final de temporada incluso tenía aspecto de océano. Y la Copa y los PlayOffs, pero por encima del qué está el cómo. Es lo de que de verdad ha conseguido que nos lleves al cielo.
Porque todos y cada uno de los hitos alcanzados nos han colmado de alegría; pero es tu magnífico baloncesto, tu eterna energía, tu incansable esfuerzo, tu inagotable entrega, tu carácter ganador, tu inconformismo, tu respeto, tu hambre… Y eso lo tienes sobre la pista y en la grada. Lo inunda todo en Illumbe. No es lo que has hecho, no. El verdadero cielo de lo nuestro es la manera en la que has decidido afrontar tus retos. La manera en la que has roto tus barreras, en la que has borrado tus limitaciones y en la que has destruido tu techo. Ser quien has decidido ser es lo que nos ha llevado tan lejos. Y la razón principal por la que me lleno de orgullo al decir tu nombre, Lagun Aro GBC. Y me encanta como ese nombre queda rotundamente completo cuando le ponemos por delante el verbo ser en presente, utilizando la primera persona del plural.
Somos el Lagun Aro GBC.
Lo somos y esta temporada hemos volado muy alto. Pero no queremos que esto se quede en anécdota. Queremos -y creo firmemente que estamos en disposición de conseguirlo- que esta temporada sea simplemente el inicio de algo maravilloso. Las expectativas generadas son enormes, la ilusión por supuesto está desbordada. Y eso se traduce en una gran responsabilidad. La temporada que viene no va a ser sencilla; primero, porque como decía Sito sobre el esfuerzo, cuando habitúas a tu gente a algo, luego te lo va a exigir. En este sentido, tenemos que ser inteligentes y tener los pies en el suelo. Lo que nos viene por delante es un año lleno de circunstancias desconocidas para nosotros, con dos competiciones en liza no siendo precisamente ricos. Me recuerda un poco al año del primer ascenso y la experiencia no fue buena. En este caso, a parte de que el listón es más elevado, todos tenemos que aprender de aquella experiencia. No estoy hablando de tiritas antes de heridas, no me entiendan mal. Sólo digo que tenemos que ser conscientes de lo que tenemos entre manos y que unidos nos va a ir mucho mejor. La responsabilidad es grande pero lo es para todos. Yo lo voy a dejar claro, por supuesto que me gustaría volver a la Copa, llegar lejos en Eurocup, volver a los playoffs y superar los cuartos de final… pero conozco la dificultad que entraña, para un club que no está en la élite en lo que a recursos se refiere, siquiera alcanzar alguna de esas cotas. Por lo tanto, volviendo a soñar con cualquiera de ellas y con todas, lo único que espero del Lagun Aro GBC es que luche por lo que luche, que lo haga de misma manera que lo ha hecho esta temporada. Si lo consigue, seguiremos disfrutando.
Pero ya habrá tiempo de pensar en el futuro y será muy pronto. Por el momento, cerremos la temporada paladeando este magnífico sabor de boca con gusto a plenitud, a año inolvidable. A haber hecho historia. Para siempre, en el baloncesto guipuzcoano, se recordará aquel Lagun Aro GBC 2011-2012. El Lagun Aro que alcanzó por primera vez Copa y PlayOffs en ACB, el del MVP, los dos jugadores en el quinteto ideal; pero por encima de todo, el de auténtico equipo. El equipo en cuyo diccionario no venía la palabra imposible, el conjunto que no sabía el significado de rendirse. Háganme caso, pasarán las décadas y podremos decir “yo estuve allí, yo vi jugar a ese Lagun Aro GBC, yo formé parte de aquel sueño hecho realidad”.
Fotos: Luis García