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Puerta atrás

Hambre para hoy, pan para mañana

“¿Lo intentaste? ¿Fracasaste? No importa. Vuelve a intentarlo. Fracasa de nuevo. Fracasa mejor“. Samuel Beckett.

 

Con los verdes que estamos, el único asunto decisivo en este momento es quemar etapas para, cuanto antes, ir acercándonos al nivel que nos permita competir con garantías. Con garantías de ganar, sí; pero por encima de eso, con garantías de poder desarrollar nuestro estilo, nuestra filosofía, nuestra idiosincrasia. Algo de lo que de momento hemos sido incapaces. Esto ha echado a andar y no estamos listos. Ni tenemos todas las armas, ni las armas con las que contamos sabemos utilizarlas debidamente. Perder se puede perder, incluso por 16 puntos, pero lo que de verdad nos hizo sentir impotentes fue comprobar que el equipo no pudo pelear hasta el final, no pudo competir hasta el final. Y digo no pudo, porque sí quiso, pero por un lado el tanque de combustible estaba vacío y por otro, le quedan unas cuantas etapas y unas cuantas batallas para poder practicar cómo se debe el baloncesto que se pretende desarrollar.

En este debut nos desarbolamos. Fue tras el descanso, porque el equipo fue capaz de competir 20 minutos y ninguno más. Al menos de manera constante. Hubo chispazos, puñetazos a ciegas, golpes al aire. Ganas, todas; pero enfocadas en la dirección errónea. Todos empujaban y querían empujar, pero aún no en la misma dirección. Una serie de acontecimientos desembocaron en la pérdida de las opciones de victoria: El primero, el físico; derivado de que la plantilla no está al completo y que alguno de los que está no está al 100% -aunque a nadie se puede acusar de no darlo todo-. El caso es que esto obliga a esfuerzos mayores y más continuados de lo deseable y, a la larga, a que se fundieran los plomos. Por otro lado, el sistema de juego, el estilo, todavía no está listo para utilizarse con eficacia; por un lado falta la referencia anotadora en el puesto de escolta y aunque otros tuvieron que cumplir ese papel, es un rol que no les corresponde y por tanto no lo pueden desempeñar con la mejor pericia. Por otro lado, el equipo como tal, no ha interiorizado el baloncesto que se quiere jugar.

Dos síntomas evidencian que a este nuevo GBC le falta camino por recorrer en su juego. Son la incomodidad en el ataque estático o posicional y el recurrente recurso a la individualidad en detrimento del juego colectivo y la asociación. Demasiada guerra por su cuenta y riesgo en lugar de circulaciones fluidas y como resultado, escasos balones interiores en ventaja y carencia absoluta de pase extra cuando el balón viajaba por el perímetro. Sin escolta anotador, los bases cargaron sobre sus hombros demasiado peso de cara al aro y no pudieron ejercer de catalizador en el juego ni proponer todo el basket del que son capaces.

Luego está el asunto de la defensa. Intermitente, desunida por momentos, ni mucho menos ejemplo de esa voluntad de no rendirse sea cual fuere la situación del partido o del marcador. Es lo que más se echó de menos. Nos habíamos acostumbrado a que el Lagun Aro GBC no bajara los brazos ni aunque le estuvieran superando; es algo que se ha convertido en la mayor virtud y una de las principales señas de identidad del equipo… y en Badalona de alguna manera se perdió. Sito hace tiempo lo advirtió, si acostumbras a la gente a determinado comportamiento, luego te lo van a pedir, te lo van a demandar. Y aunque este grupo es otro, sigue siendo el Lagun Aro GBC y si algo es innegociable es precisamente eso: hasta el final con todo, vaya como vaya el partido. Si el equipo mira en su interior sabe que esta vez no cumplió este compromiso tácito que nos han hecho y eso me importa mucho más que perder por 16 puntos de diferencia. De hecho, podemos volver a perder por 16 o 20 y ni me inmutaré si encuentro esa voluntad inquebrantable de facto en el Lagun Aro GBC. Es lo que nos hace diferentes y en Badalona, en algún momento, lo perdimos.

Precisamente por eso pienso que esto ha sido hambre para hoy y pan para mañana, porque el equipo sin duda ha visto cuál es el camino que no funciona y desde el momento en el que acabó el partido se habrán unido un poco más, tendrán más ganas de no rendirse y su piel será un poco más gruesa. Porque en cuanto dejamos de defender, dejamos de correr; cuando no corríamos nos costaba más atacar y además nos cansábamos más en ambos lados de la cancha y tendíamos más a la individualidad en lugar del juego colectivo. Eso no funciona. No una lección baladí.

Y ni he perdido un ápice de confianza en el equipo ni pienso que nada de eso se vuelva a repetir. Más bien, todo lo contrario. Son cosas que han sucedido en un partido y que nos hacen comprobar en que punto estamos y cuánto debemos mejorar. Mejorar, palabra clave. Da igual dónde estemos, lo importante es dónde queremos ir y dónde vamos. No es ninguna tragedia perder el primer partido, de hecho nos pasa todos los años. Ahora a dar pasos al frente.

En cualquier caso, ni mucho menos todo fue negativo en el Palau Olimpic; creo que hubo muchas razones para el optimismo. Empezando por una que ya he citado, el equipo quiso y eso cuando no puedes, es mucho. Nada puede generar más impotencia que querer y no poder. Y el equipo no podía, pero quería. Después, me llamó la atención el halo de líder que envuelve desde el primer día a Raúl Neto sobre el parqué. No dudo que en el vestuario hombres como Salgado, Papamakarios y Doblas sigansendo los que asuman este papel y ni mucho menos es incompatible con que en lo que al juego se refiere el equipo empiece a bailar al son de Neto; de hecho, es una magnífica combinación. Y esto lo digo el día en el que Raúl asume ese rol de líder y pierde la batalla con Albert Oliver. El brasileño acabó viéndose superado por el base de la Penya, pero esto es el día uno, veremos a la vuelta… Por otro lado, ese aura de líder que envolvió a Neto no restó ni un ápice de protagonismo ni de influjo en el juego a Javi Salgado, algo muy difícil que pero por lo visto, posible. Me parece importante que esa transición sea natural y potencie lo mejor de ambos bases. Los primeros atisbos son positivos.

Después está el tema de dos jugadores llamados en esta primera cita a sostener de alguna manera al equipo y que en mi opinión no fueron capaces: Manos Papamakarios y David Doblas. Ésta era una cita complicada en la que debían hacerse presentes y no fueron capaces de atender esa necesidad del equipo. En el caso de Doblas, se me antoja una mezcla de circunstancias, la primera que el juego del equipo no encontró suficientes balones en la pintura y la segunda que no apareció del todo, no buscó la bola ni dio un paso al frente en cuanto a protagonismo. Sin saber el porcentaje de ambos asuntos, creo que hay una mezcla de ambos, porque en el trabajo sucio -como siempre- estuvo esplendido; defensa, rebote… pero era un día para algo más por su parte. Le necesitábamos buscando el balón y produciendo en ataque desde la pintura y hay estuvo escaso. Lo mismo que Papamak, sus funciones se multiplicaron y acabaron diluyéndose, al liderazgo defensivo, de carácter y de pelea tuvo que añadir más tiros de la cuenta, los asumió pero acabó no siendo del todo eficaz en nada. Sea como fuere, son dos casos que no me preocupan lo más mínimo, sé que estarían deseando que el partido volviera a empezar para tener otra oportunidad de pelearlo más y mejor, pero tendrán que esperar al domingo ante Estudiantes. Seguro que son los primero en dar un paso al frente.

Como paso al frente dio Qyntel Woods. La duda se cernía sobre Q y su tarjeta de presentación no pudo ser mejor. Es evidente que está lejos de su mejor forma y nivel, pero el mensaje que mando fue que jugando al 50% de sus posibilidades es capaz de aportar más que la mayoría de los jugadores de esta liga. Como alcance su nivel real y sea constante, el potencial y las posibilidades son infinitas.Anota sin querer, desborda, es capaz de echar el balón al suelo, de tirar con solvencia con un rango amplio, de ayudar en muchas facetas del juego y, sobre todo de marcar las diferentes, es evidente que depende de él, de que quiera. Y si Woods agradó, también lo hizo Ibekwe. Sin haberle visto jugar fue comparado con algún que otro pívot africano que ha pasado por aquí, bueno, de un plumazo ha despejado cualquier duda de que no lo es, sobre todo en cuanto a actitud, cuando las cosas se pusieron feas se convirtió en una referencia en intensidad y deseo. Buenas sensaciones.

Esas mismas buenas sensaciones fueron las que buscó Dani Diez, pero su exceso de ganas quizá le traicionó. Quiere agradar, quiere demostrar de lo que es capaz, quiere ayudar al equipo. Y nadie duda de que tiene lo necesario para hacerlo y que va a hacerlo. No hay que ser impacientes, pero el primero él, porque el exceso en este caso le llevó a cometer errores de principiante regalando faltas y condenándose a aportar menos de lo que en realidad puede. Lo bueno es que este partido puede servir para quitarse esa ansiedad, nervios o como se quiera llamar y poder ofrecer más al equipo desde ya. Otro en el que no hay dudas, nos dará mucho y tan pronto como él quiera.

Ahora de lo que se trata es de dar pasos, no dejar de progresar. Que llegue el escolta, el mejor posible para el equipo y en menor lapso de tiempo, porque se trata de funcionar con normalidad para poder crecer como equipo y dar las garantías de competir que de momento no podemos dar. La derrota fue dura, más que por los guarismos por la imagen de impotencia que genera no haber podido reconocer del todo a nuestro equipo. Pero ni un ápice de confianza está perdido, si acaso al revés, ahora todos estaremos más unidos para hacer más fuerza, para empujar en la misma dirección. Porque hemos fallado y podemos volver a fallar, estamos lejos del equipo que querer ser pero eso ya no va a quebrar nuestra confianza en el GBC; es algo que ya tenemos ganado y esa fe seguro que permitirá progresar antes al GBC.

 

Da el primer paso con fe; no te preocupes si no ves la escalera, sólo da el primer paso“. Martin Luther King.

Yo tengo fe en el Lagun Aro GBC.

 

Iker Sagasti. @sagastiker

Fotografía: ACB Photo @ACBCOM

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