Hasta ahora, siempre que había tratado el tema de la NBA lo había hecho echando la mirada atrás. Pero en esta ocasión, viendo lo interesante que está, vamos a ir acercándonos hasta llegar al presente.

Después de que la liga pasara por dos épocas doradas, dos de las mejores de su historia (los años ochenta y la era Jordan), llevabamos muchos años de travesía por el desierto. La retirada del más grande no sólo dejó su trono vacio, sino que a su vez conllevó que se creara un agujero, un vacío de poder enorme que nadie pudo llenar. La excelencia desaparció por momentos y ni todo el poderío de Shaquille O´Neal ni el meritorio pero poco espectacular dominio alterno de los Spurs pudo llegar ese hueco.

La NBA pasó años malos, los aficionados se dejaban llevar por la melancolía y la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor se hizo una constante. Incluso desde nuestro lado del Atlántico se extendió la descabellada afirmación etnocentrista de que el Baloncesto europeo era mejor que el NBA, que allí no había juego de equipo, que no se defendía, que se limitiba al uno contra uno y no se cuantas sandeces más que de algún modo se volvieron la verdad oficial; una verdad sesgada y llena de imprecisiones y falsos supuestos.

Pero lo cierto es que la mejor liga del mundo pasaba por uno de sus peores momentos. Faltaba una guía, una referencia que marcara el camino. Entretanto, la alargada estela de Michael Jordan fagocitaba cada nueva estrella que se le asemejara, aunque fuera sólo un poco. La etiqueta de nuevo Jordan, de Baby Jordan o cualquier término parecido pesó demasiado en jugadores como Jerry Stackhouse, Grant Hill -hasta Harold Miner, por favor…-, y tantos otros. Más recientemente la sombra del 23 hizo presa de Vince Carter, otro jugador llamado a algo grande y que se quedó por el camino. Todos ellos acabaron como falsos mesías y aumentaron la impaciencia de un nuevo advenimiento, de una nueva esperanza.

Sólo un tipo soportó, a duras penas, la comparación con el mito. Kobe Bryant. Pero ese camino hasta lograr el reconocimiento fue arduo, lleno de escollos y dificultades. La imagen de Kobe no ha sido positiva para el gran público hasta hace bien poco. Su arrogancia, su malcontento, su halo de niño rico y caprichoso, unido al farragoso problema con la justicia por mezclarse con la buscafortunas equivocada impdieron que Kobe pudiera ser esa figura que tomara el mando y atrajera todos los focos. Ni siquiera sus tres anillos sirvieron, pues hasta que consiga uno siendo el líder absoluto de los Lakers, siempre le recordarán que si ganó fue “gracias a Shaq”.

De un tiempo a esta parte, Kobe ha lavado su imagen, se ha convertido en un líder sólido en lugar de un niñato egoista. Su arrogancia ha tornado en una sonrisa perpetua y en abundantes y recurrentes muestras de humildad. Además, metió 81 puntos en un partido… Pero con todo esto, Kobe ha llegado a ser el mejor jugador del mundo, la temporada pasada lo fue, pero el trono del rey seguía vacío, Bryant se quedó sentado unos escalones por debajo, como senescal de la NBA.

Y esta temporada por fin parece que ha el Elegido está dispuesto a ocupar el puesto que por derecho le pertenece. LeBron James ha aparecido para salvar la NBA y liderar una nueva época dorada, otro periodo que quedará para las mejores páginas de la historia del Baloncesto.

La liga vuelve a dar su mejor cara y no sólo desde esta temporada, viene consiguiéndolo desde hace un tiempo y la temporada pasada fue el inicio de efectivo de esa nueva era. La maravillosa e igualada pelea en el Oeste (que por desgracia este año no se ha repetido) y el renacimiento de los Celtics lo consiguieron. Pero este año se ha dado un paso más, estamos ante los albores de una nueva dinastía.

Los Cleveland Cavaliers parecen llamados a la gloria y LeBron James a ocupar el trono del rey. LeBron es distinto al resto, no cabe la comparación MJ simplemente porque James es muy diferente, representa y un mundo nuevo, un paso más n la evolución; pero por suerte, no es sólo es fuerza de la naturaleza, también es un jugador preocupado en mejorar a diario, en trabajar sus fundamentos y pulir poco a poco  sus defectos. LeBron no se conforma con ser muy bueno, quiere ser, tiene que ser, el mejor.

Pero esa gloria se torna esquiva en este momento de la temporada y las Finales de Conferencia complican las cosas para que el cambio de guardia se dé de la mejor manera posible: derrocando el nuevo rey Lebron a la estrella hasta ahora regente, Kobe Bryant.

Y es que el camino hasta el anillo no es un camino de rosas ni de baldosas amarillas; es una senda en la que cada paso te exige el máximo. Los Orlando Magic están demostrando ser una alternativa creíble y respetable, tanto que tienen cerca arruinar el destino del Elegido. Aun así, pienso que LeBron tirará con fuerza de un Cavs asustados ahora que llega el momento de la verdad. Y que Kobe Bryant, escoltado por un vamos a llamarlo efectivo Pau Gasol, pienso también que lo lograrán y se presentarán en la batalla final.

Casi cada uno de los partido de estas Finales de Conferencia está siendo delicioso, cargado de significado y con detalles que nos acercan a la excelencia. Cuando Turkoglu metó aquellacanasta delante de tres defensores todo parecía perdido Pero después LeBron hizo eso que muy pocos están llamados a hacer, hizo Historia. Para que esa canasta que quedará para los anales no se quede en anécdota, los Cavs deben rematar y plantarse en la final. Lo mismo que los Lakers, que todavía tendrán que sudar mucho.

Pero algo me dice que la final entre Cleveland y Los Angeles va a ocurrir, lo que de algún modo cerrará el círculo y la NBA tendrá de nuevo su gran batalla por el cetro absoluto. La imagen de Bird con Magic entregará el testigo para el duelo James Bryant y será mejor que si ocurre no nos la perdamos; porque puede ser el reconocimiento definitivo para Kobe o, en su defecto, el principio de una dinastía que tarde o temprano comenzará y, presumiblemente, dejará por muchos años a LeBron James como el monarca de nuestro amado deporte.