Partidos como éste son los que te ayudan crecer. Partidos en los que no puedes tomar un camino sencillo y tienes que ser más listo que tu oponente. Y tienes que saber sufrir, porque tu rival lleva el nivel de la falta hasta el techo, te gana el rebote y a cinco minutos del final tiene 20 puntos de valoración más que tú. Pero en baloncesto gana el que más puntos mete, no el que más valora.
Una de las premisas principales para ganar en el Centro de Tecnificación era llevar el partido a muchos puntos. Las tres últimas víctimas de los alicantinos no habían alcanzado los 70 puntos, mientras los alicantinos, salvo la paliza a Murcia, sólo había pasado de los 80 puntos en una ocasión en toda la temporada -y fue para perder-. En sus últimas victorias, siempre se habían jugado partidos a pocos puntos.
El GBC llevó el partido a un ritmo que le interesaba mucho y lo hizo a duras penas. Le costó toda la primera parte meter a su rival en la trampa para después sentirse mucho más cómodo y ganar los dos últimos parciales. Con todo esto, se consiguió llegar al final de partido con el marcador igualado, que era la otra premisa fundamental.
El Alicante sólo ha jugado dos partidos en los que la diferencia final fue de menos de diez puntos y sólo ganó uno, el del debut liguero ante Valladolid. Pero de eso hace un mundo y no sabe lo que es jugar un final apretado en más de dos meses.
Por tanto, cuando juegas contra un equipo acostumbrado a grandes diferencias, ya sean a favor o en contra, y tú estás acostumbrado justo a lo contrario, ¿qué equipo se sentiría más cómodo en un final apretado? Incluso cuando la dinámica en los últimos minutos parecía favorecer al Meridiano, que endosó al GBC un parcial de 8-0, los de Laso encontraron mejores decisiones en las posesiones finales. Pero es que hay que saber sufrir. Y el GBC está aprendiendo a ello partido tras partido.
Desde el principio quedó demostrado que habría que sufrir. El primer cuarto fue el mejor de los locales pero estuvo lleno de síntomas positivos para el GBC. Aunque se perdió, el equipo guipuzcoano puso las bases de cómo se iba a jugar, anotó con facilidad (aunque también encajó, pero valía la pena), cogió el ritmo y no sintió ninguna presión. Juega muy bien fuera el GBC.
Pero lo que más esperanza me daba era ver a Barbour anotar fluidamente. Se habla mucho de su esfuerzo por aportar en otros aspectos del juego más allá de la anotación; eso está muy bien… siempre que anote. En este partido es el ejemplo perfecto de ello, anotó y lo hizo con buenísimos porcentajes, no aportó en otros aspectos del juego (hablo del ataque, porque defendió mejor que en otras citas) y su actuación fue muy útil. Además, el de Kentuky se sentió importante con puntos en su cuenta y conectó un triple al final que fue vital para la victoria. Su único pero, una vez más, las pérdidas de balón (4).
No obstante, ese aspecto del juego, las pérdidas de balón, esta vez sí favoreció a los intereses del GBC. Con un partido a tantísimas posesiones no perder demasiados balones suponía tener bastante ganado. Y el Lagun Aro sólo perdió 13 balones, unos cuantos menos que en los últimos partidos.
Pankomanía
Si destacamos el regreso de Antwain Barbour en su faceta anotadora, a la fuerza hay que nombrar también a Ignerski. Los puntos de ambos son la gasolina del GBC y si entre ambos rondan los 40 su equipo suele ganar.
Tampoco puedo olvidarme de la actuación de David Doblas, no entiendo que haya quien diga que no defiende, cuando el cántabro soporta sobre sus hombros una responsabilidad absoluta tal y como está dispuesta la defensa del GBC. Doblas defiende mucho, responde incluso cuando queda totalmente expuesto y se pega con quien haga falta. No entiendo a los que dicen que no defiende. Y además, no sólo respondió atrás sino que ofreció puntos, rebotes… y todo lo que no se ve. Para mí es uno de los mejores del equipo y una de las razones del éxito del GBC.
Y si los puntos de nuestro dúo de anotadores es la gasolina del equipo y quien se ocupa de mancharse las manos con la mecánica es David; el chasis sobre el que se sostiene el GBC se llama Andy Panko. Llevo varias semanas queriendo escribir un artículo para explicar por qué creo que el de Pennsylvania es el mejor tres de la ACB y aunque lo haré, su despliegue habla por sí solo.
Después de un primer tiempo en el que el GBC estaba cerca pero no acababa de tomar las riendas, parecía obvia la necesidad de que entrara de lleno en el partido un Andy Panko apartado muy pronto debido a las faltas. Tras el descanso, Panko saltó a cancha con valoración negativa pero en el tercer cuarto sumó 16 puntos, 2 rebotes, 1 balón recuperado, 1 asistencia y 4 faltas recibidas; todo en apenas diez minutos en los que fue la clave para que el partido girara a favor del Lagun Aro.
Panko le da una solidez al GBC que le convierte, posiblemente, en el jugador más decisivo para su equipo de toda la ACB. Pero ya profundizaremos en esto.
Ahora hay que hablar de lo que sucedió en Alicante, donde el Lagun Aro sumó una victoria mucho más importante que el simple hecho de ganar. Supone seguir por encima de la clase media de la ACB y recuperar la buenas sensaciones que te da un triunfo trabajado, además de volver a equilibrar el balance de victorias derrotas (6-6).
Antes del partido decíamos que el objetivo número uno de este equipo debe ser alcanzar y mantener un nivel de juego alto. Para ello hay que darlo todo siempre y para ganar en Alicante había que estar metido en el encuentro durante los cuarenta minutos. Bueno, objetivo cumplido con honores.
El siguiente paso es visitar una de las canchas más incómodas de la ACB, Granada (donde nunca hemos ganado). Pero siguiendo los patrones mostrados en Alicante, podemos seguir creciendo y creyendo. Allí también habrá que saber sufrir; pero este equipo sabe hacerlo, ha aprendido. Y ello se traduce en victorias que otras temporadas nos eran esquivas. Vamos séptimos. Y en el horizonte sólo existe Granada.