Cuando algo va mal es muy importante identificar el problema, y sus causas, para solucionarlo antes de que sea demasiado tarde. Mirando una temporada en su globalidad, uno de los factores críticos a la hora de prosperar es la capacidad de mejora y el crecimiento constante del conjunto y su juego; para ello hay que potenciar las virtudes y corregir o al menos minimizar los defectos. En el caso de Lagun Aro GBC, comenzó esta temporada creciendo de manera adecuada, apoyado en un juego atractivo y efectivo, además de en la confianza que otorgan las victorias. Después pasó por un periodo de altibajos, pero manteniendo un nivel alto, para alcanzar seguidamente su punto más brillante de la campaña coincidiendo con los choques ante Estudiantes y Joventut. Después, sin entrar a valorar las circunstancias, el equipo se estancó para después comenzar con la cuesta abajo en la que está inmerso.
Más allá de los malos resultados, es el planteamiento, el estilo, la fórmula la que ha dejado de surtir el efecto deseado. La defensa impide al GBC llevar el partido a su terreno y en ataque, los sistemas generan cada vez menos situaciones ventajosas que aprovechar.
Ahora bien, ¿de quién es la culpa? A la hora de depurar responsabilidades hablando solamente del núcleo que forma el equipo junto al cuerpo técnico, está claro que todos tienen su parte, pero unos soportan más peso específico que otros. Dicho esto, los jugadores son tan responsables como el entrenador de lo que está pasando. Y no quiero dejar de dar un profundo vistazo a su actuación. Para empezar ese repaso, nada mejor que fijar nuestra mirada en los tres hombres que más juegan, que más tiran y, en definitiva, que lideran (o deberían) al equipo sobre la cancha: Andy Panko, Antwain Barbour y Michal Ignerski, nuestro particular Big Three, que ya veremos si lo es tanto.
Para darnos cuenta del peso específico de estos jugadores, de su preponderancia, podemos observar que entre los tres meten el 50% de los puntos del GBC (37,3 ppp), disponen del 51% de las posesiones (37,9ppp) y firman el 47% de la valoración de este GBC (36,6vpp); además de coger entre los tres el 40% de los rebotes (13 rpp), es decir 337, que son más de los capturados por Doblas, Miralles y Hopkins juntos. En definitiva, que de su actuación depende una parte decisiva del éxito del Lagun Aro GBC.
La diferencia es tan grande que en las 9 victorias, entre los tres han metido 45,4 puntos por partido, mientras que en las 16 derrotas apenas firman 32,7. Y eso que disponen de las mismas posesiones por encuentro, poco más de 37 de promedio. Su porcentaje en el tiro de campo pasa de 50% a un 40%, no resintiéndose mucho en el de dos (56 por 50) y sí en el tres (de un 40 a un 30). Como resultado, la estadística que más se agrava cuando perdemos en el trío responde a la valoración: En las victorias suman 48,5 mientras que en las derrotas 30. Un cambio más que relevante.
Como primera conclusión a estos datos, señalaremos que el GBC necesita ser liderado de manera sólida por los tres jugadores llamados a soportar el mayor peso del ataque; cuando cumplen se agradece; pero cuando no, se nota mucho. Se puede decir que para que el Lagun Aro gane el Big Three tiene que rondar los 40 puntos -cifra alcanza en todas las victorias salvo frente a Unicaja (39) y Alicante (31)-, además firmar un 50% de acierto en tiros de campo.
Ahora es cuando toca comprobar que, por desgracia, lo que era un verdadero Big Three en la primera parte de la temporada, ha perdido el adjetivo Big o, cuando menos, lo ha puesto en duda.
Andy Panko, del que pronto demostraremos que es una roca y cumple contra viento y marea; Antwain Barbour, el jugador más criticado actualmente y Michal Ignerski, regular en su irregularidad, protagonizaron una primera mitad de campaña fantástica. Llevaron la voz cantante y la acompañaron de acierto. Así, en los 16 primeros encuentros, entre los tres firmaban 40 puntos, más de la mitad del equipo, en 40 posesiones, también por encima del 50% del total de GBC. Por ellos empezaba y acababa todo, su acierto en los tiros de campo era del 46%, logrando un 53% en los tiros de dos y un 38% en triples. Sus canastas se repartían de manera equilibrada, siendo 62% de los aciertos tiros de dos y el 38% triples. En los lanzados, la estadística no era muy distinta, 54% de dos y 46% triples. Al final, su valoración media en la primera parte de la temporada fue un más que destacable 40,5.
Esos números se asemejan mucho a los que reflejan las victorias. Por tanto, la cosa marchaba, el juego funcionaba y los tres jugadores llamados a finalizar daban buenos réditos a sistemas diseñados en gran parte para ellos.
La diferencia en los siguientes nueve partidos es pavorosa. Las tres principales estrellas del GBC pasan de anotar 40 puntos por partido a 32; sin mucha diferencia en las posesiones (40 por 37,7). Su acierto en los tiros de campo pasa de un 46% a un 38%; cambiando un 53% por un 48% en los tiros de dos y un 38% por un 29% en los triples (aquí Panko apenas baja de un 40% a 38% e Iggy de un 40% a 35%, mientras Barbour pasa de un 34% a un 9%, metiendo 3 de 32).
Este dato es aún más preocupante si observamos que la repartición de sus aciertos entre tiros de tres y de dos sigue siendo de un 40%/60%, pero ahora tiran más tripes que de dos (54%/46%). ¿Qué se esconde detrás de ésto? Entre otras cosas, la previsibilidad y falta de efectividad de los sistemas de ataque, que desembocan en tiros forzados, la mayoría de veces, triples. Son numerosas las ocasiones que hemos visto cómo el Lagun Aro pasaba por encima del sistema para forzar un uno contra uno o dos contra dos; el bajón en los porcentajes responde a un viejo vicio que hemos recuperado.
Pero si entre la primera parte de la temporada y los últimos nueve partidos encontramos grandes diferencias, ninguna mayor que la consecuencia de todas ellas: La bajada de la valoración desde un 40,5 de media hasta un pírrico 29,6. No olvidemos que estos jugadores son el principal sustento del equipo y en su bajón de aportación se esconde un bajón de rendimiento que refleja la dinámica negativa de este equipo. Los números que antes se asemejaban a los logrados en las victorias, ahora están mucho más cercanos a los de las derrotas.
Pocos datos más reveladores sobre el descenso del rendimiento del equipo que el experimentado en los tres que más juegan, anotan y tiran. Pero, ¿son víctimas o detonantes del mal juego? Más bien, un poco de ambas. Lo que resulta obvio es que se antoja necesario, más bien obligatorio, que los Three vuelvan a ser Big. Necesitamos la mejor versión de nuestros principales referentes para recuperar sensaciones. Porque ellos son el espejo de lo que le pasa a este equipo. Nos hacen mucha falta.
Por último, ¿quién les parece que ha experimentado un mayor descenso en su rendimiento de los tres? Sólo dejo un dato: Panko, 19,5 de valoración en los 16 primeros partidos, 16,3 en los 9 siguientes; Ignerski, de 8,8 a 7 y Antwain Barbour cambia un 12,6 por un 6,3. Más claro, el agua.