Una noche tranquila me habría permitido escribir hoy sobre lo que quería: el talento de Canales. Pero el vaivén de las musas me obliga a cambiar de guión y a plantear cuatro preguntas que me carcomen.
1) ¿Cómo es posible volver a caer en el mismo error una y otra vez? Valladolid, Osasuna, Getafe, Celta, Almería, Rayo Vallecano, Granada… La Real ha desaprovechado demasiadas ventajas esta temporada como para creer en la casualidad. Así que la causalidad se impone. Decía Confucio que “el hombre que ha cometido un error y no lo corrige, comete otro error mayor”. Me gustaría que Jagoba Arrasate colocara esta frase en letra capitular en Zubieta.
2) ¿Cómo es posible encajar un gol al contragolpe cuando vas por delante en el marcador? La Real se disparó al pie cuando el enemigo había perdido el revólver. Unas gotas de astucia en la línea de fondo habrían servido para finiquitar el duelo. No había más que jugar con la ansiedad de un rival angustiado por su clasificación, pero pareció el equipo local el que necesitaba marcar. ¿No se puede entrenar la sangre fría?
3) ¿Cómo es posible no meter hasta el minuto 77 después de un arranque tan brillante? Acostumbrados al juego eléctrico del año pasado, cuando ir a Anoeta cada quince días era una fiesta, la modificación de algunos aspectos en el estilo de juego de esta campaña han creado otro equipo que a mí, francamente, me divierte menos aunque haya tenido el enorme mérito de sumar muchos puntos. Ayer, en cambio, asistí a unos veinte primeros minutos estelares con velocidad, técnica, profundidad e imaginación. Pero fue desesperante el nulo acierto en el remate. El prestidigitador de Cancún pareció resolver la papeleta pero ahora me vuelvo a acordar de la segunda pregunta…
4) ¿Cómo es posible recuperar a un jugador mohíno? La melancolía se ha apoderado de Seferovic. Suele ocurrir con los jóvenes que atesoran el carácter de un volcán en erupción. Se necesita un tiempo para ordenar el talento y, cuanto más tarda en salir el sol, más te mina la confianza. Y un jugador sin confianza no es nadie, por mucho que a cada lado tenga a dos figuras. No es el primer futbolista cuyos desaciertos sepultan su potencial. Otro día hablaremos del descenso en el rendimiento del Tintín de Macon.
Vi el partido con un viejo amigo en Anoeta. Salí enojado. Los diez minutos camino a casa se me hicieron eternos. No hubo manera de pensar en otra cosa. Mi amigo es un optimista y no paraba de hablar. Yo iba en ambiente de funeral. Nos jugamos una chuleta en el Néstor con el resultado del domingo en Bilbao (se pueden imaginar lo que apostó cada uno), donde nos tienen muchas ganas después de los meneos realistas de la pasada temporada. ¿Me tocará pagar?