. El precio pagado, su relación contractual con un agente no muy popular en el Manzanares le obligó a ganarse el cariño a base de goles. No fue una tarea complicada para Radamel, el hombre con más capacidad para hacer de un mal centro una asistencia.
, lo depuró en Oporto y sacó matrícula de honor en su primer año de rojiblanco. En Bucarest silenció a una manada de leones y en Mónaco dejó al mundo entero con la boca abierta. Es posiblemente el ‘9’ puro mejor del mundo y jugó…
pese a que horas antes se rumoreaba que podía irse traspasado a un Chelsea que pudo irse goleado de este Louis II.
Locura rojiblanca.
El Atlético vive agitado, pero esta vez ahora lo hace por la emoción y el orgullo de tener un equipo campeón. Sus aficionados han vivido estos años demasiado crispados, esperando el regreso de unos tiempos de gloria que parecía imposible volver a vivir. No ha sido así, en tres años Neptuno se ha engalanado cuatro veces por títulos europeos. Hace dos años la ilusión se diluyó en sólo unos meses. El héroe goleador de entonces, el ‘uruguayo’, cayó en desgracia al ser un incomprendido por su afición. Su compañero de delantera le robó el cariño en los cánticos de la hinchada, e incluso una parte de ella se permitió el lujo de llamarle mercenario. Entonces, el ojito derecho cometió la traición peor vista por la hinchada: querer irse a jugar con los vecinos.
Con el pitido final en Mónaco, en un estadio casi vacío que hace sentir tristeza pensando en todos los que no han podido acercarse, el Tigre y sus compañeros salieron rápido para ver a Neptuno. Torres ya avisó antes del partido que Falcao, Forlán y Kun eran más historia que él en el Atlético. Sólo espero que su afición, haga lo que haga en el futuro el colombiano, nunca olvide que ha conseguido restaurar el orgullo atlético. Los rojiblancos, de la mano de Cholo Simeone, son felices en este verano y regresan al trabajo con una sonrisa en la cara.
Bueno, al menos a los que viven en Madrid. El verano ha sido el más agitado que se recuerda en Bilbao, lugar del que salieron los fundadores del otro Atleti, en este siglo y parte del anterior. Tras una campaña soberbia, con días de gloria futbolística por Europa que ya estarán en la memoria de muchos afición se incrementa de modo drástico la tasa de criminalidad. Los cuerpos reaccionan de modo inesperado en situaciones adversas cuando se da esa temperatura y acaban soltando ira, que generalmente se traduce en comportamientos extraordinarios… y que no destacan por ser ejemplos de conducta.
Es un fenómeno que sucede a nivel mundial y Euskadi no es ajeno a él. Quizá ese calor con aire del sur influyó a Bielsa cuando pisó por primera vez Lezama tras unos meses de descanso en Rosario y observó el estado de las obras. Posiblemente fuera que el termómetro rondaba los 40 grados cuando Llorente, por boca de interlocutor autorizado pero posiblemente no capacitado, expresó al club que ha marcado su vida que había decido romper con los suyos y quería irse. El mejor postor sería el afortunado. El destino parecía un asunto menor, transmitiendo la idea de que no tenía preferencia y era indiferente acabar en Italia, Inglaterra, Francia o China. La prioridad, salir. Un desapego carnal similar al que transmite el calor extremo, que nos obliga casi a estar desnudos y, para evitar molestias, lejos de cualquier contacto humano.
Esa alta temperatura que logra en los meses estivales la tendencia de los individuos de pasar por las noches más tiempo lejos de su hogar, buscando el alivio que concede el sol cuando se esconde por unas horas. Ese cambio de temperatura se agradece. Quizá eso animó a Javi Martínez a viajar hasta Múnich, donde incluso todo le parece tan distinto que hasta tuvo que refugiarse debajo de un paraguas por la lluvia. Y es que estos calores provocan que alemanes reciban con un ‘Ongi Etorri’ al jugador querido que ahora se va con un escueto ‘Auf wiedershen’. Por eso, ya acabó el verano. El crudo invierno está cerca y los hechos provocados por el calor han modificado la foto. Ahora toca que todos vuelvan a la normalidad. Y a jugar al fútbol. No hay excusas.