Ya sabemos el horario de uno de los únicos dos partidos que, al parecer, tiene esta Liga. Hace nada, aquí presumíamos de Liga de las estrellas. Los mejores jugadores del mundo estaban en los clubes españoles. No sólo en dos clubes, en varios de ella. En mi memoria reciente yo he visto jugar con el Valencia a Romario, Mijatovic, Villa, Mata, Silva o a los prometedores Aimar y Ortega en los 90. El Atlético, hasta hace dos días, contaba con Forlán y Kun que buscaban ocupar el hueco emocional de Torres que heredó un ‘9’ dejado por Vieri o Hasselbaink.
No hace tanto, cuando uno acudía a ver fútbol en cualquier campo de España podía encontrarse, si por ejemplo iba a Galicia, con Mazinho en el Celta y a sólo unos kilómetros estaban otros dos campeones del mundo como Mauro Silva y Bebeto junto a un Bota de Oro como Roy Makaay.
Uno puede contar con orgullo que llegó a observar de cerca al entonces mejor portero del mundo, Rinat Dassaev, en un Sevilla por el que pasó Maradona o Suker; o que en el Zaragoza llegó a ver a Brehme, Cafú o Rijkaard ponerse la blanquilla.
Eso ya no sucede, y por desgracia, creo que volverá a ocurrir. Ninguna estrella mundial del momento vendría ahora a otro club de la Liga que no fuera el Real Madrid o Barcelona. Es cierto, y ya lo comentamos hace unas semanas recordando el exitoso caso francés de los 90, que a medida que mejora la Roja empeora la Liga. Pero no sólo esa variable ha provocado esta situación.
Muchos me recriminan que siempre recuerdo de que el Valencia fichó al mejor del mundo (Kempes) tras un Mundial. Y es que añoro esas Ligas en la que la incertidumbre era propiedad de azulgranas o madridistas, que temblaban pensando en las visitas a San Sebastián, A Coruña o Pamplona sin contar que ganar en Sevilla, Valencia o Bilbao era considerado un triunfo de postín y empatar un gran botín. Uno había aprendido del fútbol lo esencial que le enseñaban en casa: “Partido el sábado para las televisiones, el domingo el de la tele de ‘pago’ y los demás a las cinco de la tarde después de comer”.
Ahora, por desgracia, la incertidumbre liguera pasa por el horario en el que se juegan los encuentros de los clubes que no son Real Madrid o Barcelona. Y es que, como ya decía este verano y quizá hasta suene repetitivo, el fútbol moderno se ha vuelto loco. El viernes, camino de los estudios de la Cadena Cope para comentar el Málaga-Osasuna del viernes en ‘Tiempo de Juego’, hablé con un buen amigo futbolero que me sorprendió: desconocía que uno de los dos equipos (el de su padre y al que siempre ha tenido una especial simpatía) jugaba esa noche a las 22:00 horas. Y eso que se emitía en abierto por Cuatro.
Esta anécdota me trae a la memoria una conversación con mi colega Rafa Aguilera, con el que compartí muchos viajes y horas de trabajo. “¿Te acuerdas del basket de los 80 y principios de los 90? Todo el mundo alucinaba con aquello y las Ligas eran peleadas por Estudiantes, Joventut (aquella final perdida ante el Partizán), Manresa… Luego empezaron a convertir la competición en algo clandestino, con horarios infernales y el fervor popular se perdió hasta el punto que sólo los muy fanáticos saben ya cuando se juegan los partidos de cada jornada, que duran 3 o 4 días. La Liga regular no vale para nada y ya sólo importa la Euroliga”. ¿Le suena de algo?
Lo cierto es que, aunque duela decirlo, cada día está más cerca que algo similar pase con la Liga de fútbol. Pocos aficionados saben los horarios de los partidos desde que se empezaron a escalonar; ya sólo se habla de Madrid y Barça hasta el punto de que los campeones de Liga superan los 90 puntos y apenas esto nos sorprende. Sólo sabemos cuando se juega la Champions League, que siempre tiene el mismo horario y se disputa en dos días fijos. Eso ayuda. No me gusta que parezca que la competición esté formada por dos y hay 18 palmeros más.
Por eso aplaudo la aparición de Diego Simeone en la Liga. Con su espíritu ganador hace que el Atlético no convierta esto, como dijo aquella vez Luis Fernández, en un torneo de dos en el que los demás luchan por “la Liga del chorizo y el jamón”. Y la Copa del Rey, con este formato actual, ha quedado reducida casi a una Copa de la Liga. Otra pena.
Hay mucha gente que se queja que con demasiada admiracion de la Premier. Quizá sea verdad, pero es fácil hacerlo cuando sabes qué día juega cada uno de los equipos participantes. Se sortea el calendario en julio y todos saben cuando jugarán cada uno de los clubes las 38 jornadas. Y si hay un imprevisto, allí también llueve y nieva en invierno, hay fechas libres para solucionarlo.
Sinceramente, está en las manos de todos frenar la dinámica actual que convertirá esta Liga, ahora parada por los duelos en los que la selección logrará el pase para el Mundial, en un torneo clandestino que juegan 16 equipos -la mayoría endeudados y al borde la quiebra- más los dos ‘afortunados’ que se miden ese fin de semana a esos clubes más mediáticos. Evitemos que esto sea otra ACB.