Lo que mal empieza, mal acaba. Ser una selección campeona del mundo costó muchos muchos años y se logró gracias a una generación histórica de futbolistas que venía de ganar una Euro en color. La Federación quiso regresar al estadio donde España llegó el ansiado título mundial y al final la visita apenas ha servido para completar un ridículo extraordinario. No ya por la derrota, aunque es cierto que en los amistosos los jugadores no se muestran tan competitivos y van alegrando a los rivales, sino por el sainete montado tras la lesión de Víctor Valdés. El meta, en su mejor momento, cae tocado después de que Del Bosque hubiese realizado los (seis) cambios fijados. Arbeloa da un paso al frente para colocarse la camiseta de portero y los guantes. El banquillo quiere, alegando al Fair Play, que entre Reina pero olvida que se está jugando un partido de FIFA y no una pachanga; no es un ‘amigos de contra colegas de’ o un ‘solteros contra casados’. Si organizas un amistoso y no acuerdas hacer todos los cambios posibles no puedes obligar por cojones que te dejen poner un portero más. Y menos, cuando se niegan, montas el pollo.
Con shows de estos, se incrementan las ganas entre los hinchas de que La Roja juegue partidos de verdad, oficiales. No voy a valorar más la rocambolesca visita a Guinea, porque de ello bien han escrito en días anteriores David Ruiz, que ha viajado al país, y Borja Olaizola con su reportaje. Además hemos contado con opiniones tan distintas como las de Juan Gómez Jurado o Pablo García-Cuervo, aunque creo que les he dejado clara mi postura.
Eso sí, las explicaciones no las deben dar los jugadores y el cuerpo técnico. Para mí la clave la tiene el Consejo Superior Deporte, que autorizó el viajecito de la RFEF. Tras jugarlo, y evitar de milagro una lesión por el exceso de vigor de los ecuatoguineanos, llegó este otro momento a olvidar de una concentración que ya arrancó torcida. Los internacionales se incorporaron el miércoles, se retrasó un día el acto de la presentación de la nueva camiseta y tras dos entrenamientos (y sendas jornadas de rodaje de promocionales varios) la expedición viajó a Guinea…. de madrugada.
Completar dos noches en el avión ha sido otra medida que no ha entusiasmado al grupo de futbolistas, que en el césped del Soccer City -quizá presa de la ansiedad por evitar lesiones- no midió pidiendo a su rival que se saltara las normas previamente fijadas. Las reglas en el fútbol, como las leyes en la política, no se cambian a gusto del que manda. El árbitro, Osias William Koto de Lesoto, nos permitió completar el ridículo y seguramente ser tan comprensivo le cueste la internacionalidad. A nuestra Roja, le supone una mancha en la estrella. Pequeña, pero mancha. El prestigio en la vida está por encima de los títulos y cuesta mucho tiempo obtenerlo. Perderlo se hace con mucha más celeridad. Cuidado.