Muchas veces hemos hablado que el Real Madrid es un conjunto de individualidades; que no es realmente un equipo sino un conglomerado de estrellas pero ganar a un rival europeo con inferioridad durante más de una hora incluso hacerle cuatro goles es algo más que un homenaje a Helenio Herrera. Una cosa es jugar mejor con uno menos como decía el maestro y otra golear en toda una Champions. Y todo ello sin Cristiano Ronaldo, el supuesto líder de la manada. Un equipo unido es la manera más sencilla de poder conseguir objetivos y, obviamente, si cuentas con grandes jugadores es mucho más fácil alcanzarlos.
Es verdad que fue una manera de devolver el cariño mostrado por su gol, pero no estuvo lejos de la reflexión un Arbeloa que parecía onmipresente: “Xabi Alonso cambia al Real Madrid”. Hasta Florentino Pérez lo ha visto claro: “El partido del Galatasaray es el camino”. Y Carlo Ancelotti, que tuvo un cabreo con Sergio Ramos, también lo vio claro.
Por contra, la cabeza más visible del otro club más mediático de la Liga (Tata Martino) pasó en Amstedam, quizá, su peor día desde que llegó a Barcelona. “¡Mis equipos no hacen el ridículo!” bramó –según informan los dos diarios catalanes– a voz en grito en el descanso ante el Ajax. Ni su broncazo, ni los cambios de los pesos pesados (Puyol, Xavi y Cesc) por canteranos hambrientos, evitaron su primera derrota. Al argentino le molestó la falta de actitud e intensidad. Es algo que a su compatriota Diego Simeone le crispa sobre manera, aunque no se recuerda casos recientes en la época Cholo en este Atlético suyo, fiel a su manera de entender el deporte. Trabajar hasta el final de la mano del compañero. Va en su ADN desde que era jugador.
Hace unos meses, uno recordaba en este mismo sitio la importancia del líder en un grupo. Diferenciaba entre el tipo que se limita a encabezar a un equipo o el que se esfuerza en crearlo. En lo segundo, no hay nadie mejor que Simeone. Al menos por ahora. Por eso considero que hay técnicos modelo y modélicos entrenadores. Existe un molde del que suele cargar con las culpas y reparte los elogios, mientras hay otro que acusa a los suyos en las malas: los triunfos tienen un solo padre y la derrota siempre las mismas caras. Aunque se sienta poderoso la fuerza del equipo apunta hacia otra dirección. Y, antes o después, está perdido.
Y creo que el éxito de Pep Guardiola en Barcelona, al margen de saber plasmar el fútbol de posición en un terreno de juego, fue tener al vestuario con él a muerte. Como el día que ofreció la ya famosa rueda de prensa del Santiago Bernabéu en la previa de las semifinales de Champions, cuando el equipo le aplaudió en el hotel pese a saltarse su autonorma de no entrar en provocaciones. Ahora, en el Bayern, parecía que también lo había conseguido. Al menos me llamó la atención el abrazo de Ribery en Praga.
Por eso me extraña tanto lo de la obsesión con las, teóricas, filtraciones de once titulares. Raro, pero quizá sea algo que nos perdemos con la traducción… Lo digo porque para Gaby Milito: “Guardiola tiene el don de clavarla”.