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El párrafo como órgano facilitador de la lectura

El párrafo es una unidad puente entre la oración y el texto. Constituye una parada que permite a quien lo lee descansar en el recorrido de la lectura. Cuando se termina un párrafo se usa el punto y aparte, lo que equivale al final de esa unidad informativa, a esa corta pausa en la lectura y también a un pequeño resumen que hace el lector antes de continuar.

Estrella Montolío es quien ha examinado el tema en profundidad y de cuyo análisis nos hemos servido. Licenciada en Filología Hispánica, Doctora en Filología Hispánica por la Universitat de Barcelona y profesora titular en esta misma universidad. Tiene un dominio profundo del lenguaje, de donde procede su capacidad para comprender el proceso de comunicación de manera global. Del libro más conocido entre sus estudiantes hemos extraído toda esta información: Manual de Escritura académica y profesional (Ariel Letras, 2014, volumen I). Contiene muchos temas interesantes (puntuación, acentuación, cohesión, planificación, léxico…) y necesarios para cualquier escritor que cuide su escritura. No sólo se analizan los contenidos, sino que hay abundantes ejemplos y ejercicios para aprender. Nosotros únicamente nos hemos detenido en el tema relacionado con el párrafo y titulado: “El párrafo en la escritura del siglo XXI: una unidad adaptativa”.

Elaborar un buen párrafo no es nada fácil; comporta un ejercicio de planificación reflexiva previo a su redacción. Una de las cuestiones que el escritor debe plantearse es en qué tipo de soporte leerá el lector el texto, puesto que la comunicación escrita a través de pantallas ha revolucionado la forma de leer. La información que se da en el texto digital es concisa, mientras que la del texto impreso, foco de nuestro análisis, implica mayor elaboración y su contenido es únicamente verbal.

Un párrafo eficaz ha de cumplir estas condiciones:

  • Todas las oraciones deben llevar a un significado común, un significado claro y unitario. Así se constituirá en una unidad de sentido coherente.
  • Cada párrafo contendrá una cantidad de información adecuada para que resulte un texto equilibrado y predomine la armonía.
  • El propio párrafo tiene que poseer coherencia.
  • Es necesario que tenga unas dimensiones adecuadas a su lugar de ubicación.

Vamos a detenernos en este aspecto de la longitud. En primer lugar, el que sea largo o corto puede favorecer o entorpecer la visualización de la estructura del texto. Y en segundo lugar, existe una estrecha relación entre la longitud del párrafo y su mayor o menor legibilidad. Por esto podemos afirmar que una extensión adecuada beneficia; ni escueta en extremo ni larga en exceso.

Un párrafo muy extenso desanima al lector. Una buena solución puede ser fragmentarlo en unidades más pequeñas coherentes en sí mismas; sin duda de esta manera se ganará en claridad expositiva, se facilitará la lectura y, por lo tanto, se asegurará la comprensión.

Además, su medida está en relación con el tipo de escrito, y también está unido al lugar que ocupa y la función que desempeña en el texto. Los párrafos que engloban un escrito tienen distintos valores. Tanto el introductorio, como el conclusivo son párrafos determinantes y exigentes en cuanto al contenido y su extensión. Esto hay que tenerlo muy en cuenta. Los párrafos internos, al ser de desarrollo, van a exponer datos y su longitud puede ser mayor.

A la hora de comenzar un texto habrá que tener presente que la finalidad del mismo será captar la atención del lector, además de plantear con claridad el temaque se va a tratar. Esta parte a menudo se redacta al final, de esta manera el escritor, con todo el contenido delante, es capaz de persuadir, de estimular mejor al que lee, de convencerle de la importancia de lo que se expone a continuación. Para ello, convendría por ejemplo servirse de palabras claras, comprensibles; hacerle partícipe incluyéndole con un nosotros; presentar brevemente una anécdota, una historia que ilustre el tema a desarrollar; mencionar una cita a favor o en contra de lo que sigue; servirse de preguntas retóricas; usar el humor, la ironía…

Para concluir un texto, será necesario recoger la información dada con anterioridad con el fin de garantizar su recuerdo e impacto en la memoria del lector y transmitir, si es posible, la sensación de escritura interesante y sugerente. Para esto serán útiles los conectores como en definitiva, como hemos visto… De esta forma se le avisa al lector de que lo que sigue es un resumen sintético de lo ya expuesto, para que no tenga ninguna duda de que ha llegado el momento de cierre del escrito.

Los manuales de estilo de los diferentes medios de comunicación del país recomiendan que contengan 100 palabras o entre cuatro y cinco oraciones como máximo. Para que el mundo administrativo, jurisdiccional e institucional utilice un lenguaje claro, las sugerencias internacionales abogan por párrafos de no más de 150 palabras organizadas entre tres y ocho oraciones.

Desgraciadamente, nuestro lenguaje burocrático sigue estando muy distante para cualquier usuario, puesto que resulta frío, confuso y anticuado. El estilo leguleyo contamina con excesiva frecuencia los discursos institucionales en español. Está verificado que un párrafo largo puede llevar al lector a que se pierda en la lectura, por no ser capaz de asimilar toda la información que aparece en él.

Teniendo todo esto en cuenta, el escritor eficiente inserta señales, indicaciones que guían al lector, que le llevan por el camino interpretativo que debe seguir. Estas señales ayudan a la trabazón textual, son mecanismos de cohesión entre las frases. Algunas se usan solo al comienzo de cada párrafo y se les denomina también “expresión bisagra”, pues al lector le sirven para percibir la relación semántica que mantienen los párrafos entre sí (además, por tanto, en cambio, por un lado, por otro lado…).

En definitiva, un párrafo es una unidad de significado coherente, una unidad de distribución informativa, una unidad gráfica y perceptiva (visual) y al mismo tiempo es una unidad que relaciona la parte con un todo. Pero por encima de todo lo que debe ser siempre es una unidad facilitadora de la lectura.

El blog del escritor diletante

Sobre el autor

Manu de Ordoñana: Es el seudónimo que utiliza Manuel Vázquez Martínez de Ordoñana (Donostia-San Sebastián, 1940). Es ingeniero industrial y ha ejercido su profesión en el mundo de la empresa hasta su jubilación. A partir de ese momento, se dedica a escribir. Ha publicado dos novelas: Árbol de sinople (2009) y Vivir de rodillas (2103). Ana Merino y Ana Mayoz: Licenciadas en Filología Hispánica por la Universidad de Deusto. Creadoras de AFAL, la Asociación a favor de las Artes y las Letras (en el año 1994) con la que llevan a cabo un proyecto propio: Talleres de Escritura. Imparten, desde entonces, este tipo de talleres para adultos donde trabajan tanto la lectura como la escritura de textos narrativos en distintos organismos: Club Catalina de Erauso, Universidad de Deusto, Aulas de la Experiencia y Aulas Kutxa (Tabakalera). Dinamizan Tertulias Literarias en diversas casas de cultura y bibliotecas tanto de Donostia como de otros municipios guipuzcoanos y dan Conferencias sobre temas relacionados con la Literatura. Ofrecen, también, servicios profesionales de corrección exhaustiva de libros, sobre todo literarios.


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