Yo: La sílaba superflua que siempre tenemos en la boca. (Rafael Argullol)
Inclasificable, difícil de delimitar, de definir, con varias denominaciones y, actualmente, en auge; esta es la carta de presentación del aforismo.
El aforismo no es breve, es inconmensurable. (José Bergamín)
Esta aparente paradoja supone que un aforismo no se puede medir por sus pocas palabras, sino por el alcance y la capacidad de formulación que posee para abrir significaciones.
No olvidéis que es tan fácil quitarle a un maestro la batuta como difícil dirigir con ella la Quinta Sinfonía de Beethoven. (Antonio Machado)
“Basta repasar la “extensión” del término para comprobar que aforismo se emplea, por lo general, de una manera imprecisa y borrosa. A veces se aplica a fórmulas lingüísticas muy breves, que no van más allá de una frase corta y escueta, y otras veces se utiliza para referirse a un discurso fragmentario, pero mucho más elaborado y complejo que no renuncia por completo a la argumentación y que puede llegar a ocupar varios párrafos de mediana extensión”. Así se expresa uno de los imprescindibles: el profesor de literatura española José Ramón González.
Lluvia y atardeceres: festín de la nostalgia. (Luis Valdesueiro)
Cultivar el verso y el aforismo es todo lo contrario a andarse por las ramas. Cultivar el verso y el aforismo es ir con el pie derecho a las raíces más profundas de nosotros mismos. (Manuel Neila)
¿Por qué no trasladar a la prosa todos los elementos arquitectónicos decorativos: gárgolas, cardinas, ménsulas, capiteles, ajimeces, rosetones, parteluces? Yo veo, trasplantados al arte de escribir, todos estos elementos. La arquitectura de la prosa no es menos rica en formas de construir que las demás arquitecturas. ¿Por qué no ensayarlo todo en un libro —para mí solo—que bien pudiera titularse “Elegía a la muerte de un niño”…? (Naturalmente un libro lírico). (Benjamín Jarnés)
“Estoy convencida de que, en su vida secreta, algunos aforismos poéticos pasan la mitad del día disculpándose por no ser ‘unos señores aforismos’. Y la otra mitad disfrutando de no serlo”. Palabras de Carmen Camacho poeta, aforista, periodista y profesora de escritura creativa.
La poesía encuentra su forma en las manos de quien la aventa. (Carmen Camacho)
Un político es un ciudadano menos. (Ramón Eder)
Tanto Pensar por lo breve (2013) de José Ramón González como Fuegos de palabras (2018), donde Carmen Camacho bascula hacia el aforismo poético, son referencias bibliográficas imprescindibles que nos han ayudado a conocer su ámbito, a multitud de autores y de ejemplos.
Si me queréis, ducharse. (Rodrigo Cortés)
Los aforismos son cohetes de una sola vara que estallan en una profusión de sentidos. Son también frases de racimo, alcanzan mucho en diversas direcciones, y reflejan la visión o el pensamiento de quien los escribe. Son piezas textuales que emergen de súbito y estremecen el estado de las cosas.
Los garbanzos tienen cara de monja de clausura. (María Asunción Echagüe)
El escritor y aforista José Luis Gallero puntualiza: “Lo que no se debe considerar como un aforismo es toda frase entresacada de otro texto. Esta voluntad de autonomía formal sería el primero de los rasgos de un perfil que habría que completar de inmediato con otros: brevedad, plasticidad, preocupación ética y un gusto por la paradoja propio de su condición centaura: mitad filosofía, mitad poesía”.
No me identifico con mi ser; mucho menos con la inteligencia de que dispongo. Yo soy mucho más que yo. Mejor dicho, soy “otra cosa”. (Juan Eduardo Cirlot)
Comparte con el ensayo un afán reflexivo, y con el microrrelato y la poesía —tanto en verso como en prosa— el ser brevedades literarias. Carmen Camacho cree que “limitan al norte con la filosofía y al sur con la poesía. Pero también al este, con otras formas breves y al oeste con lo visual y las artes plásticas”. Está más lejos de un refrán que de un monólogo. Más lejos de un eslogan. Cerca de un grafiti y lejos de otro. Cabe en un tuit y en un titular. Por eso insistimos en lo infructuoso de trazar fronteras definitivas, dependerá de la intencionalidad del autor y de la decisión del lector ante lo que lee.
En el amor se da la paradoja de que dos seres son uno y, no obstante, siguen siendo dos. (Erich Fromm)
Según la aforista y sabedora de la tradición aforística Erika Martínez: “… el sentido de un aforismo no emerge de ningún lugar subterráneo: a él se accede mediante una operación cognoscitiva de elevación. Cuento y aforismo operarían así por sinécdoque, mostrando tan solo una parte de su todo, pero el más allá del cuento se alcanzaría por inmersión y el del aforismo por ascenso.”
Caín está atado al cadáver de Abel, y el muerto pudre al vivo. (Rafael Barrett)
El escritor Rafael Dieste prefiere hablar no de género, sino de estado aforístico; de una manera de entender y escribir netamente aforística, intensa e inmensa, surgida de una especie de revelación. Es fronterizo, se sabe posar en las lindes de todos los géneros literarios.
La rectitud del árbol no la del poste. (Ángel Crespo).
Origen
El término griego significa “delimitar”, “definir”, pero también “proyectar algo fuera de su horizonte habitual”. La “sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte” es la definición de la RAE y parece remitir a los orígenes mismos del género: los aforismos de Hipócrates en los que se resume el conocimiento de la medicina griega y los principios de su práctica. Posteriormente, en su evolución a lo largo del tiempo, se acerca a la máxima y se hace sinónimo también de la sentencia. Ambas suelen adoptar una forma descriptiva y tienen un carácter prescriptivo; tratan de establecer verdades universales e intemporales, cuya validez es independiente de la voz que las formula.
La vejez llega bruscamente, como la nieve. Una mañana, al despertar, te das cuenta de que todo está blanco. (Jules Renard)
A partir de Jules Renard —principal exponente de la transformación lúdico-poética del aforismo—, aparece el yo y la riqueza de las nuevas fórmulas se acrecienta con un tipo de texto muy breve y frecuentemente elíptico, casi desconocido hasta ese momento, que ya no representa juicios basados en conceptos abstractos, sino observaciones “poéticas” que surgen de percepciones espontáneas de analogías, generalmente visuales.
Ladra el perro a su sombra y le responde el eco. (Juan Ramón Jiménez)
La escritura aforística moderna adopta una forma fragmentaria y discontinua; además, el uso del tiempo presente enfrenta al lector a la pura actualización. De ahí que muchos autores lo hayan relacionado con la epifanía y hablen de iluminación, de inspiración o de visión súbita.
La actual consolidación del género aforístico hunde sus raíces en los años ochenta. Desde entonces su producción ha ido aumentando, así como el interés de las editoriales y el de la crítica.
Hay que levantar hombres a las estatuas. (Miguel Hernández)
Se dice de Dionisia García —resultó ser la primera en publicar sus aforismos y breverías en el siglo XX— que combina sus aforismos de pensamiento —morales, filosóficos, religiosos—con la imagen, la contemplación, lo sensorial:
Al encadenado le sabe la boca a hierro.
Cuando las mariposas sintieron el vuelo, se echaron a temblar, y todavía siguen.
Se abre la mañana y duda si se ha cerrado la noche.
La muerte es inquilina con aspiraciones de dueña.
José Bergamín está considerado el aforista del 27 por excelencia; toda su obra, desde su primer libro El cohete y la Estrella (1923), emana de este género:
El cohete es una caña que piensa con brillantez.
El molino es un cabezota, testarudo, porque no quiere que su enorme hélice le levante del suelo.
La música naufraga en los silencios y sale de ellos chorreando lágrimas amargas, descompuesta y temblona, como la aparición espectral de un náufrago alucinante.
A diferencia de los proverbios y los refranes que transmiten una sabiduría popular y cuya autoría se diluye en la tradición, los aforismos son el producto de una construcción cuidadosa y medida en la que el autor pone en juego, muy conscientemente, su capacidad como creador.
Los aforismos me han roto los diques de contención: ahora fluye el agua de la vida en su lenguaje adecuado. (Andrés Ortiz-Osés)
No se trata de pensamiento sistemático sino, como diría Cristóbal Serra, de literatura salteada. Él fue uno de los grandes indagadores del género. Opina que soledad y concisión están en la entraña del aforismo poético. Como en poesía, el lenguaje se lleva al filo. Muestra su inclinación hacia lo conciso, lo híbrido, lo “nítido”. “Según entiendo el aforismo, su carácter específico consiste en la solidez poética. Para emplear un símil, yo diría que se trata de un monolito poético”:
Prefiero filosofar por mi cuenta a que otro me psicoanalice.
Los huevos revueltos nos dicen que no volverán.
La vejez del higo es una ancianidad dichosa. Mira cómo envejece, resistiendo el sol y las inclemencias sobre el cañizo. Tiene más para dar que cuando estaba lozano y cuajado de rocío. Sufre resignadamente el asedio de las abejas que quieren extraerle lo que tiene: dicha.
En tiempo de elecciones las ideas se hacen piedras. (Andrés Rábago)
“El aforismo tiene algo de cerilla que ilumina fugazmente un espacio oscuro antes de que una corriente de aire lo apague”. Esto cree Jordi Doce y amplía: “me gusta la dimensión moral que se desprende de un conjunto de fragmentos que se matizan y se refutan, se responden y conjugan parcialmente, pero me seduce también la idea del aforismo como enigma o chispazo misterioso, como hipótesis juguetona que permite, siquiera un instante, irse por la tangente”. Para él, poemas y aforismos, miniensayos y notas de diario, forman parte de un mismo impulso de escritura, así como “buscar a la vez la concisión y la sugerencia, la exactitud y el chispazo, el fogonazo verbal”:
¿Con quién baila la llama de la vela?
El ojo descubre su redondez en la mirilla de la puerta.
Enamorarse, cambiar de nombre.
La crítica no es unánime en cuanto a su denominación, ni en cuanto a su acotación. En cambio, apoya al estudioso alemán Werner Helmich cuando identifica dos variantes en el aforismo español del siglo XX: por un lado “la metafísica”, ocupada en cuestiones filosóficas y religiosas, es decir, el “aforismo conceptual” y por el otro, la metafórica basada en imágenes o analogías, que presenta el “aforismo analógico”, característico de la modernidad y emparentado con el discurso poético. A esta última Manuel Neila la considera la modalidad expresiva más característica, puesto que ejercita un pensamiento plástico “un ojo que piensa” y encarna a la perfección la idea de “salto”, de atajo.
El dolor: tener un corazón hecho de nudos y, a pulso, subir por ellos. (Ramón Andrés)
El hombre cuando habla es libremente esclavo. (Ángel de Frutos Salvador)
Greguerías
El poeta se alimenta con galletas de Luna. (Ramón Gómez de la Serna)
Ramón tuvo una descomunal influencia en la aforística española de los siglos XX y XXI; contribuyó a introducir y consolidar nuevas formas en las letras hispanas. Revolucionó el género, al desplazar lo reflexivo y centrarse en la inmediatez de la observación.
Es tal la greguería en el mundo moderno, que ya no hay quien distinga las voces de los ecos. (Manuel Neila)
Sobre ellas, Marta Agudo afirma que “su singular carga imaginativa, metafórica y humorística no contradice ninguno de los criterios esenciales de la definición de aforismo”.
La sed es el sueño del barro. (Rafael Pérez Estrada)
La errata es el microbio de las imprentas. (Enrique Jardiel Poncela)
Sé como el ruiseñor, que no mira a la tierra desde la rama verde donde canta. (Valle-Inclán)
Max Aub dinamita la lógica clásica del aforismo, lo literaturiza; le incorpora la clave onírica, frases ajenas, la punzada humorística; practica la subversión de refranes y compone greguerías, absurdos, epitafios, brevísimos microrrelatos:
¿Dónde vas vestida de versalita?
El hombre es un animal extraño que no puede vivir sin penínsulas.
Puntos, comas, guiones, paréntesis asteriscos: ¡Cuántos crímenes se cometen en vuestro nombre!
Carlos Marzal tiene claro que sus aforismos no son greguerías. Porque según él, la greguería “como hija de las vanguardias, está cercana a la imagen poética de naturaleza irracional, a la asociación de índole acústica, al juego de carácter humorístico”:
Estamos escritos con tinta: y luego llueve.
Las cicatrices son la caligrafía del dolor.
Nomenclatura
El aforismo poético ha buscado nombres alternativos para diferenciarse del aforismo conceptual o de corte clásico; desde un nombre genérico como breverías a específicos como musgos, nótulas, aerolitos, aforemas…
Los aerolitos se distancian de las greguerías por la transgresión del pensamiento lógico y comparte con ellas el componente lúdico, el asombro y el humorismo. Están asociadas al “espíritu libre”, como dice su creador Carlos Edmundo de Ory, y su función es desvelar territorios ocultos por la sombra de la razón; para él eran “perlas del cráneo llenas de corazón”:
Ama a la lluvia como a ti mismo.
Lllevar siempre un circo ambulante en el alma.
Las llamadas glorierías solo podían estar firmadas por la inconfundible Gloria Fuertes y comprenden textos de corte moral y filosófico:
Todo cambio implica desasosiego.
De madrugada beso mis dedos que saben a lápiz y a tabaco.
Nunca nos morimos la víspera.
Vicente Nuñez escoge el nombre de sofismas, lo que nos remite a los sofistas y al cuestionamiento en torno a la verdad, el pensamiento y las palabras, y surgen del encuentro con la fuerza arcaica y ancestral de la palabra.
El arte no pasa; se pasa.
El pavo al morir pone el grito en el entresuelo.
Estos son los afuresmas que salieron de Federico García Lorca; así son sus parodias aforísticas, puntuales y socarronas.
En su libro Vendrán más años malos y nos harán más ciegos (1993), Rafael Sánchez Ferlosio incluyó sus “restos de naufragios” a los que denominaba pecios; los consideraba distintos porque decía que en ellos había más sentimiento que pensamiento, por eso la necesidad de otra terminología. Resultan imágenes de gran plasticidad que hacen fuertemente visible la idea y amplifican el sentido de los textos:
“Es por el beso, no por las monedas”. Así dice en el árbol del ahorcado.
¡Ay, las fechas están agazapadas en el calendario, igual que gatos junto a la ratonera, para matar los días en el instante mismo de salir!
De Antonio Fernández Molina surgieron sus musgos que podían crecer en cualquier parte, en medio de la calle, entre las voces de un café…:
De vez en cuando, la memoria se puebla de urracas.
El camaleón disimula su ignorancia.
Planchar las arrugas de las ideas.
Escribe aforismos y poemas, por lo que sus aforemas, los de Miguel Ángel Arcas, indican un pensar poético:
El tiempo es una liebre que se ha puesto mis zapatos.
El aforema nos propone un viaje, un tránsito: partir del agua para llegar a la sed.
“Mis aforismos son Huesos. Escribo Huesos para llorar de oreja a oreja. (…) Como una exhibicionista, muestro mis Huesos, mi lencería, crónica, porosa, mudable. Los muestro por si alguien desea roerlos.” Ella es Isabel Mellado:
Los pájaros esparcen el cielo.
Hoy tengo las manos afónicas.
Vivir acorta la vida. Ministerio de Salud.
Los sueños son los bolsillos de la noche.
En definitiva, los aforismos son textos autónomos porque hallan su sentido en sí, sin embargo, esto no les impide dialogar y significar dentro de una estructura o soporte como el de un libro de aforismos, donde se da el caso de que, aún siendo todos de un mismo autor, no hay una integridad que agrupe el proceso de creación. Y lo vemos en el volumen Saque de lengua, galardonado con el V Premio Internacional José Bergamín de Aforismos, de nuestro paisano Gabriel Insausti:
Dejó de ser infiel porque todas sus amantes terminaban por darle la razón a su mujer.
El escritor de aforismos es como ese tipo que en el safari sólo dispara su cámara.
Quería ser abuelo, pero sin el enojoso trámite de la paternidad.
Aquel cerrajero, antaño desvalijador de cajas de caudales, sentía un estremecimiento cuando abría una lata de sardinas.
Y a continuación los de otra paisana:
Hay días en los que, con sólo oír el susurro del viento sobre los árboles, en el anochecer, me siento recompensada.
Hallan el cuerpo de un hombre que desapareció hace dos años, balanceándose sobre una rama convertido en manzana.
Ella es Julia Otxoa. La crítica califica su poesía de minimalista y tendente a la prosa poética y al aforismo.
Tal y como hemos visto, variada, rica y compleja es la realidad del aforismo español. La dosis de pensamiento, juego o belleza, al estar tan condensada, hace que estas frases cortas no sean de ingestión rápida, no permitan una lectura al trote. A su vez, se presentan como un enunciado conciso, autosuficiente, coherente y autónomo que quien lo lee hace suyo. Son esa perspectiva, limitada y fugaz, desde donde se nos obliga a redescubrir la realidad.
Cada vez que escribo un aforismo se me cae una pestaña. (Erika Martínez)