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Carlos Elorza

Sesión Continua

Cartas desde Iwo Jima. La que faltaba


Efectivamente, así es. Es la que faltaba del díptico que ha rodado Clint Eastwood sobre la batalla de Iwo Jima. Y es la que nos faltaba por ver de las 5 nominadas para el Oscar a la mejor película. Y además es excepcional.


Avisos para despistados:


– La peli está rodada en japonés y afortunadamente se estrena en Donosti en V.O. subtitulada (me gusta esta “moda” de Mel Gibson y ahora Clint Eastwood por la que ciertas pelis se estrenan forzosamente en V.O. subtitulada).


– No es necesario haber visto “Banderas de nuestros padres” antes que “Cartas desde Iwo Jima”. Son dos pelis completamente independientes que hablan sobre el mismo hecho histórico. Y para mí conformarían un excelente programa doble. Las dos tienen en común su alta calidad cinematográfica, pero son muy distintas, tanto en el estilo, como en la forma. La una complementa a la otra y viceversa. Y como las comparaciones son odiosas, pero en este caso inevitables, si me tuviera que quedar con una opto por “Cartas desde Iwo Jima”. Más pequeña, más sencilla, más humana, más profunda. Y es que a Clint siempre le han ido las historias de perdedores.


En esta ocasión, se nos cuenta la batalla de Iwo Jima en la II Guerra Mundial desde el punto de vista de los japoneses, un grupo de oficiales y soldados que desde antes de que se desencadenen los acontecimientos saben perfectamente que la batalla (y la guerra) están perdidas. Pero a pesar de ello su código del honor, su sentido del deber y su patriotismo les llevan a seguir luchando. Su única victoria posible, su único consuelo  es algo tan absurdo como tratar de provocar el mayor número posible de bajas en el bando norteamericano.


Y la derrota en la guerra supone también el final del Japón tradicional frente a la modernidad y  la industrialización. No es casual que el general Kuribayashi, el más moderno de los oficiales nipones, mencione que no tienen nada que hacer contra un país que produce más de 5 millones de coches. Unos años más tarde, ese Japón casi feudal se había convertido en el mayor fabricante de automóviles del mundo.


Eastwood consigue que entienda la forma de pensar y de actuar de esos soldados japoneses, que me importen y que me emocionen. El guión es magnífico (y cuanto más pienso en la peli mejor me parece),  las interpretaciones perfectas (qué grande Ken Watanabe), la fotografía casi en blanco y negro turbadora y la puesta en escena de Eastwood magistral, más clásico que nunca.


Estoy seguro de que en unos días volveré a ver la peli. Y sé que ganará en ese segundo visionado.


febrero 2007
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