Y de Robert Rodríguez. Y de los hermanos Weinstein. Y de los señores de Aurum España… Me explico.
Las Grindhouses eran unas viejas y grandes salas de cine del centro de algunas ciudades de los Estados Unidos que se dedicaban a programar sesiones continuas (ejem) de programas dobles de películas de serie B (o inferiores) rodadas para los auto-cines. La cinta típica de un cine Grindhouse era lo que se denomina una “exploitation movie”, películas de casi nulas ambiciones artísticas, rodadas por un puñado de dólares y en las que predominaba la violencia y/o el sexo y/o el terror. “Tinto” Brass, Russ Meyer, Roger Corman, Wes Craven, Jess Franco, Lloyd Kaufman y su Troma o el John Waters de sus inicios son referencias de este género. El tipo de películas que triunfa en el cine Principal durante la Semana de Cine Fantástico y de Terror.
Además, para cuando las copias llegaban a estas salas estaban ya llenas de rayas y suciedad, con la imagen y el sonido completamente “ajados” y con numerosos fotogramas “perdidos” tras pasar por las manos de demasiados operadores de cabina poco cuidadosos, lo que no hacía sino añadir un encanto especial a las mismas.
Tras un relativo éxito a finales de los 60 y los 70, las salas Grindhouse no pudieron aguantar la llegada del vídeo en los 80 y en los años 90 ya no quedaba ninguna sala de estas características en los Estados Unidos.
Hace unos años, a Robert Rodriguez, el director chicano de “El mariachi”, “Sin City” o la saga de “Spy Kids” se le ocurrió rendir un homenaje – recordatorio a estas salas y concibió “Grindhouse”. Lo de convencer a su amigo Quentin Tarantino para que rodara la otra parte del programa doble uno intuye que no debió ser demasiado difícil. A esto se le añaden unos pocos trailers de películas ficticias y ya está organizado el “Grindhouse” del siglo XXI: 191 minutos que se descomponen en por un lado “Planet Terror” de Robert Rodríguez, por otro “Death Proof” de Tarantino, más 5 trailers ficticios. Y claro todos ellos debidamente “estropeados” para que tengan el look característico de copia gastada y requete usada.
Pero claro, al parecer fuera de los Estados Unidos no existe esta tradición (y a mí que me suena que el menda se ha visto más de una sesión doble y continua en los cines donostiarras…). Así que, los productores se plantearon la conveniencia de estrenar ambas películas por separado, aunque fuera traicionando el espíritu original con el que fueron rodadas e invitaron a sus autores a que les metieran mano a sus producciones para lograr unas “versiones extendidas” para las afueras del imperio. Y si de paso, consigo que el público pase dos veces por taquilla para que me arregle, en cierta medida, el fracaso comercial (que no de crítica) de los Estados Unidos, ¿dónde está la pega?
Y qué mejor plataforma publicitaria que el festival de Cannes para presentar en sociedad la propuesta. Aprovechando el prestigio de Tarantino y que es la mejor de las dos, coloco a concurso “Death Proof” para que la vea la crítica más sesuda del mundo. Aunque uno se pregunta cómo casan el glamour y la pompa de la Croisette con el toque gamberro, macarra, brutal, bestia y descarado de “Death Proof”.
Curiosamente, los distribuidores de los distintos países no han conseguido ponerse de acuerdo en el orden de estreno de ambas pelis y en algunos países, como en España, se respetará el orden cronológico y primero se podrá ver “Planet Terror” (3 de agosto) y luego “Death Proof” (31 agosto), pero en otros como en Francia ya se ha estrenado “Death Proof” (por esto la he visto), y sin embargo “Planet Terror” no lo hará hasta el 15 de agosto.
¿Y os interesa saber qué tal está? Pues digamos que Tarantino sigue en forma. Es un maestro de la puesta en escena, su talento para los diálogos es evidente, pero esta vez está más bestia y más divertido que nunca en esta especie de versión macarra y bruta de “El diablo sobre ruedas”. Pero si no te gusta y te sales a la media hora de peli, tampoco me extrañaría.