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Carlos Elorza

Sesión Continua

Sicko. Y yo me pregunto…

No la busquéis en la cartelera. Aún no se ha estrenado en Donosti. De hecho aún no tiene ni fecha prevista de estreno en España.


Pero, el pasado martes los chicos del cine L’Autre de Baiona preestrenaron “Sicko”, el último documental de Michael Moore. Y a pesar de la posibilidad de acabar atrapado en un monumental atasco de la operación retorno en la A8 (cosa rara, no fue así), me arriesgué y me escapé al otro lado para verlo.



Aunque no es más que un director de documentales, Michael Moore es una estrella cinematográfica. Algunos lo adoran. Otros lo detestan profundamente. Aunque nadie por cuestiones puramente cinematográficas. Hace unos años Michael Moore reinventó y popularizó el subgénero del documental de denuncia (a la derecha) espectáculo militante y en función de que uno se sitúe políticamente a uno u otro lado, lo aprecia o lo odia.



Con “Sicko” sigue en la línea (cinematográfica digo, porque en la otra ha adelgazado 13 kilos). Si en “Roger y yo” atacaba a la General Motors, en “Bowling for Columbine” a la proliferación de armas en los Estados Unidos, en “Fahrenheit 9/11” a la administración Bush y su utilización de los atentados del 11 de septiembre de 2001, en “Sicko” les toca al sistema de salud de los U.S.A. y las compañías aseguradoras y farmacéuticas.


Porque en los Estados Unidos eso tan sencillo como ir al hospital a que a uno le atiendan el corte que se acaba de hacer haciendo chapucillas en casa, no tiene nada que ver con lo que estamos acostumbrados aquí. Y por lo que se ve en la película en Canadá, en Francia, en el Reino Unido y hasta en Cuba.


“Sicko” me parece la más entretenida de las películas de Moore. Me reí a menudo y las dos horas de metraje se pasan volando. Es indudable que Michael Moore es un gran comunicador / manipulador (que cada uno aplique lo que cree que corresponde) y estoy seguro de que ni siquiera los que lo aborrecen se aburrirían viendo “Sicko”. Pero tengo un problema para que de verdad me afecte y me conciencie. ¿Hasta qué punto me la puedo creer? ¿es de verdad tan horrible enfermar en los Estados Unidos? ¿es tan maravillosa la vida en Canadá, Francia, Reino Unido o Cuba? ¿por qué no aparece el testimonio de los denunciados? ¿no se sintió Moore utilizado como propagandista por el gobierno cubano? ¿no utiliza el propio Moore a algunas víctimas de los atentados de las Torres Gemelas?


Pero es difícil el equilibrio entre denuncia y espectáculo. Si uno es muy riguroso, seguramente acabará haciendo un documental que removerá conciencias, pero pocas, porque no lo verá casi nadie. Si por el contrario uno opta por el espectáculo (testimonios extremos, ridiculizar al denunciado, ensalzar exageradamente al enemigo de mi enemigo…), puede conseguir llegar a más gente (“Fahrenheit 9/11” fue un exitazo de taquilla en los Estados Unidos), pero la denuncia pierde en intensidad y credibilidad (al final Bush fue reelegido). Y además, si uno tiene un perfil político tan marcado como en este caso, al final sólo irán a ver la película los que ya están convencidos para la causa.


Y visto, lo visto me queda una última duda, ¿qué hará el señor Michael Moore cuando George W. Bush abandone la Casa Blanca?


agosto 2007
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