Ahora dicen que sí. Que en la siguiente ceremonia de entrega de los Goya, habrá cortos. Tras semanas de protesta, la PCI, Plataforma de Cortometrajistas Indignados creada con el objetivo de evitar su expulsión de la gala, ha conseguido que finalmente en esta edición también haya tres huecos para las entregas al mejor corto de ficción, de animación y documental. No es que la Academia tuviera intención de no entregar los premios, sino que con el objetivo de agilizar la gala había decidido que se entregarían en la cena de nominados que se celebrará la víspera de la entrega.

Creo que estamos todos de acuerdo en que la gala de los Goya suele ser un peñazo. Pero marginar de esa manera al colectivo de profesionales que más premios y reconocimientos está consiguiendo para el cine español en festivales internacionales y hasta Oscars no parece la mejor solución. Aunque luego la Academia Española tenga la habilidad de no nominar a esos cortos de prestigio internacional. Además, es de suponer que estos en su mayoría jóvenes autores, son los que más se pueden beneficiar de sus minutos de gloria de cara a próximos proyectos. 

No tengo ninguna duda de que hacer una buena gala de los Goya debe de ser complicadísimo. Si no, no habría habido tantos buenos profesionales que lo habrían hecho tan mal. Pero demasiado a menudo se cometen errores de bulto: conductores de la ceremonia que no son capaces de llevar ni un triciclo (no pedimos a Billy Cristal, pero un poco de gracia, salero y empollarse el guión no está de más), desfile de sosos / sosas presentadores / presentadoras intérpretes jóvenes guapos y guapas, pero casi desconocidos para el gran público que sistemáticamente se dejan la vis cómica en su casa, cortes publicitarios de más de 15 minutos con su correspondiente conductor de gala dándoles paso, discursos de agradecimiento que parecen la lectura de un listín telefónico (la Academia debería regalar a todos los premiados con un bono de 100 sms con el texto “Te lo dedico. Muchas gracias”), concentración de todos los premios gordos (película, director, intérpretes en todas sus categorías…) en la parte final lo que da lugar a una larga travesía de premios menores a la que no hay quien se enganche etc. 

Hay que conseguir encajar la entrega de casi 30 premios. Si a esto unimos el Goya de Honor, el homenaje a los fallecidos en el año, el saludo de la presidenta… nos ponemos en más de 4 horas de ceremonia como quien no quiere la cosa. Pero puestos a eliminar, antes que los cortos, parece más lógico recurrir al Goya a la mejor película europea tan tan interesante para los premiados que en la inmensa mayoría de los casos, ante la ausencia de los mismos, los debe recoger el representante de la distribuidora en España. Con lo caros que son los minutos en televisión tampoco parece muy lógico pasarse 10 minutos con la entrega del Goya al mejor sonido, montaje, efectos especiales, dirección de producción, maquillaje y peluquería, película de animación etc. Dado que parece que el star-system español no se pega por salir a entregar ningún premio, parecería más lógico que se formaran bloques de varios premios que se entregaran seguiditos y así iríamos acelerando. Pero respetando a todos los profesionales, y no ninguneando a nadie.  

Y un poco de sentido común. Como la industria cinematográfica española es la que es, ha habido ediciones en las que por ejemplo, sólo se ha realizado un largo de animación, o un corto documental. Pues a pesar de eso, se hace una entrega normal, con lectura de nombre de nominado, apertura de sobre y lectura de ganador. Y además éste, tras recuperarse de la sorpresa, se emociona terriblemente y casi entre lágrimas nos endosa un discurso de agradecimiento de varios minutos. Esperpéntico.

De momento el 17 de diciembre se anunciarán las nominaciones y conociendo cómo se las gastan los académicos a ver en cuántas categorías no está nominada “El Orfanato”.