Me permito abandonar mi involuntario “casi retiro” de este blog que espero que esté próximo a finalizar, para comentar el último show de Robert Altman: “El último show”.
Por esos caprichos de la distribución cinematográfica en España que no acabo de entender, a los señores de Manga Films no se les ocurrió estrenarla en febrero de 2006 aprovechando el empuje de su presentación en la Berlinale’06, ni en marzo tras recibir el Oscar honorífico por toda su carrera, ni siquiera a finales de 2006 como ejercicio de necrofilia tras la muerte de Altman el 20-N. De golpe y porrazo han convertido el estreno de “El último show” en póstumo.
Dada su excusa argumental da la impresión de que el señor Altman se olía que ésta podía ser su última película aunque la muerte en realidad, lo pillara preparando su siguiente proyecto. Porque a diferencia de “A Home Prairie Companion” (título original del film), el programa clásico de la radio norteamericana sobre música country cuya última emisión es el soporte de la película, Altman sí supo adaptarse a los tiempos modernos y a sus más de 80 años seguía en activo y a menudo, dando lecciones de ingenio, talento e inteligencia. Eso sí, los señores de las compañías de seguros exigían que hubiera un director suplente para la eventualidad de que el octogenario director no llegara al final del rodaje. En esta ocasión, Paul Thomas Anderson (el de “Boogie Nights”, “Magnolia” o “Embriagado de amor”) fue el elegido.
Y la verdad es que al final, ni fu, ni fa. No es de lo mejor de la filmografía de Altman, ni de lo peor. No es de lo mejor de la cartelera, ni de lo peor. Si no fuera por los nombres de los implicados y sus circunstancias, mucho me temo que “El último show” sería una más de las pelis que podemos en los cines Príncipe. Se ve a gusto, transcurre plácidamente, sin dejar poso, ni huella. A pesar de unos cuantos peros.
Me gustan las interpretaciones, aunque me parece que no sé lo suficiente acerca de los personajes como para sentirlos próximos, hay muchas canciones y jingles publicitarios, pero ni esa música, ni esas letras (por cierto, vaya traducciones más libres las de los subtítulos) me emocionan, se cuentan varios chistes (malos), pero maldita la gracia que me hacen, la muerte pulula por el teatro vestida de muerte, pero poco me importa quién va a ser “el elegido”, pero a pesar de que narrativamente tiene algunos agujeros, tiene algo que hace que no me aburra y que esté atento a la pantalla. ¿Será el toque Altman? Seguramente.